C) Otras Disposiciones - CONSEJERÍA DE CULTURA, TURISMO Y DEPORTE (BOCM-20250530-44)
Bien interés cultural – Decreto 32/2025, de 28 de mayo, del Consejo de Gobierno, por el que se declara Bien de Interés Cultural del Patrimonio Inmaterial de la Comunidad de Madrid el Hilado Tradicional del Esparto
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No ocultamos, cambiamos o tergiversamos la información, simplemente somos un altavoz organizado de los boletines oficiales de España.
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BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Pág. 226
VIERNES 30 DE MAYO DE 2025
B.O.C.M. Núm. 128
dolo, primero entre las piernas, luego con un pie y, después, atándolo a una aldaba, una reja,
o cualquier otro tipo de enganche.
Poniendo más o menos fibra en cada veta se obtienen niñuelos de distintos grosores;
pueden ser de una, dos, o tres hojas por veta (siendo éstos últimos los más corrientes). Para
evitar dañarse las manos con el frotado continuado, incluso su sangrado, se utiliza una badana de protección, metida en el dedo anular y atada a la muñeca.
La práctica de esta técnica manual, antaño muy extendida en la península y que se ejercía de forma complementaria a otras actividades económicas, ha desaparecido casi por
completo entre las restantes comunidades esparteras españolas.
Hilado manual industrial:
El arte semi manual de hilar el esparto, su técnica más evolucionada, es fruto de la especialización en las distintas etapas de producción necesarias para obtener el hilado deseado. Etapas previas al hilado son la recolección del esparto, su cocción en pozas de agua durante un mes, secado, machacado con mazos y rastrillado con peines de púas. La hoy
desaparecida técnica del hilado empleando esparto crudo obviaba las etapas de cocido, picado y rastrillado.
Una vez rastrillado y horas antes de hilarlo, el esparto se humedece para ablandarlo;
para el hilado manual industrial se utiliza una rueda de hilar, que acciona un operario o menador, mientras otros dos se ocupan de las fibras.
Los hiladores se colocan el esparto rastrillado sobre el pecho, sosteniéndolo con un arnés de cuerda a modo de tirantes. Formando entre los dedos el inicio de un hilo, lo enganchan
a una de las garruchas de la rueda, y dan orden al menador de girarla. Caminando de espaldas, van sacando fibra poco a poco con la mano izquierda soltando la hebra con la derecha, a
la vez que modula su grosor con la ayuda de una badana de cuero o un paño grueso alquitranado. A medida que van reculando, los hiladores van apoyando el hilo en unas T de madera
llamados alzas, para que quede limpio, evitando que se arrastre por el suelo. Van retrocediendo las fibras así hasta llegar al final de la “carrera”, que mide generalmente unos 46 metros
(55 varas). Se denomina filástica al hilo obtenido.
A continuación, para obtener un filete, se han de corchar juntas las dos filásticas obtenidas, recorriendo el camino inverso hacía la rueda. Para ello, uno de los hiladores empalma
su filástica con la de su compañero y las tensa ligeramente. El segundo aprovecha la maniobra para engancharle un ferrete y, seguidamente, el primero inserta las dos filásticas en las
canaletas de una gabia. Se da entonces la orden al menador de hacer girar la rueda. A medida que van torciéndose cada filástica, el primer hilador desliza la gabia hacia la rueda, enroscando así las dos filásticas juntas. Una vez corchadas por entero, saca la gabia y suelta el filete obtenido. Para acabar, lo inmoviliza, lo bruñe con un trozo de soga, y lo desata.
A.5.
Productos:
Además de los filetes y niñuelos, son productos resultantes del hilado tradicional del
esparto sogas, maromas y estropajos.
Independientemente del modo con el que se hilan, sea filete o sea niñuelo, los productos del hilado se han de almacenar o bien para venderse tal cual, o bien para volver a corcharlos de nuevo para fabricar sogas o maromas.
Tradicionalmente, se almacenan dándoles 9 vueltas entre el pie y la pierna, formando
una madeja. Facultativamente, para igualar las medidas, se puede utilizar un madejero, también llamado ordeón o aspa.
En caso de necesitar elaborar sogas, se corchan de nuevo. Para ello, el maestro cordelero sujeta 2, 3 o 4 filetes (o niñuelos) a los ganchos de un torno de corchar, los extiende paralelamente sobre varias alzas y los tensa ligeramente atándoles a un ferrete que un auxiliar
se sujeta al cinturón. Junto al ferrete, inserta los filetes en las canaletas de una gabia y da la
orden al menador de hacer girar el torno. A medida que van torciéndose cada filete, el maestro consigue enroscarlos en forma de soga deslizando la gabia hacia el torno. De esta manera, se pueden producir sogas de 2, 3 o 4 filetes e, incluso, de 2, 3 o 4 piolas (siendo la piola un hilado realizado con 3 o 4 filásticas).
En caso de necesitar elaborar maromas, se vuelven a corchar 2, 3 o 4 sogas juntas, del
mismo modo.
El trabajo finaliza enmadejando las sogas por paquetes, o embobinando a torno las maromas.
BOCM-20250530-44
Sogas y maromas:
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Pág. 226
VIERNES 30 DE MAYO DE 2025
B.O.C.M. Núm. 128
dolo, primero entre las piernas, luego con un pie y, después, atándolo a una aldaba, una reja,
o cualquier otro tipo de enganche.
Poniendo más o menos fibra en cada veta se obtienen niñuelos de distintos grosores;
pueden ser de una, dos, o tres hojas por veta (siendo éstos últimos los más corrientes). Para
evitar dañarse las manos con el frotado continuado, incluso su sangrado, se utiliza una badana de protección, metida en el dedo anular y atada a la muñeca.
La práctica de esta técnica manual, antaño muy extendida en la península y que se ejercía de forma complementaria a otras actividades económicas, ha desaparecido casi por
completo entre las restantes comunidades esparteras españolas.
Hilado manual industrial:
El arte semi manual de hilar el esparto, su técnica más evolucionada, es fruto de la especialización en las distintas etapas de producción necesarias para obtener el hilado deseado. Etapas previas al hilado son la recolección del esparto, su cocción en pozas de agua durante un mes, secado, machacado con mazos y rastrillado con peines de púas. La hoy
desaparecida técnica del hilado empleando esparto crudo obviaba las etapas de cocido, picado y rastrillado.
Una vez rastrillado y horas antes de hilarlo, el esparto se humedece para ablandarlo;
para el hilado manual industrial se utiliza una rueda de hilar, que acciona un operario o menador, mientras otros dos se ocupan de las fibras.
Los hiladores se colocan el esparto rastrillado sobre el pecho, sosteniéndolo con un arnés de cuerda a modo de tirantes. Formando entre los dedos el inicio de un hilo, lo enganchan
a una de las garruchas de la rueda, y dan orden al menador de girarla. Caminando de espaldas, van sacando fibra poco a poco con la mano izquierda soltando la hebra con la derecha, a
la vez que modula su grosor con la ayuda de una badana de cuero o un paño grueso alquitranado. A medida que van reculando, los hiladores van apoyando el hilo en unas T de madera
llamados alzas, para que quede limpio, evitando que se arrastre por el suelo. Van retrocediendo las fibras así hasta llegar al final de la “carrera”, que mide generalmente unos 46 metros
(55 varas). Se denomina filástica al hilo obtenido.
A continuación, para obtener un filete, se han de corchar juntas las dos filásticas obtenidas, recorriendo el camino inverso hacía la rueda. Para ello, uno de los hiladores empalma
su filástica con la de su compañero y las tensa ligeramente. El segundo aprovecha la maniobra para engancharle un ferrete y, seguidamente, el primero inserta las dos filásticas en las
canaletas de una gabia. Se da entonces la orden al menador de hacer girar la rueda. A medida que van torciéndose cada filástica, el primer hilador desliza la gabia hacia la rueda, enroscando así las dos filásticas juntas. Una vez corchadas por entero, saca la gabia y suelta el filete obtenido. Para acabar, lo inmoviliza, lo bruñe con un trozo de soga, y lo desata.
A.5.
Productos:
Además de los filetes y niñuelos, son productos resultantes del hilado tradicional del
esparto sogas, maromas y estropajos.
Independientemente del modo con el que se hilan, sea filete o sea niñuelo, los productos del hilado se han de almacenar o bien para venderse tal cual, o bien para volver a corcharlos de nuevo para fabricar sogas o maromas.
Tradicionalmente, se almacenan dándoles 9 vueltas entre el pie y la pierna, formando
una madeja. Facultativamente, para igualar las medidas, se puede utilizar un madejero, también llamado ordeón o aspa.
En caso de necesitar elaborar sogas, se corchan de nuevo. Para ello, el maestro cordelero sujeta 2, 3 o 4 filetes (o niñuelos) a los ganchos de un torno de corchar, los extiende paralelamente sobre varias alzas y los tensa ligeramente atándoles a un ferrete que un auxiliar
se sujeta al cinturón. Junto al ferrete, inserta los filetes en las canaletas de una gabia y da la
orden al menador de hacer girar el torno. A medida que van torciéndose cada filete, el maestro consigue enroscarlos en forma de soga deslizando la gabia hacia el torno. De esta manera, se pueden producir sogas de 2, 3 o 4 filetes e, incluso, de 2, 3 o 4 piolas (siendo la piola un hilado realizado con 3 o 4 filásticas).
En caso de necesitar elaborar maromas, se vuelven a corchar 2, 3 o 4 sogas juntas, del
mismo modo.
El trabajo finaliza enmadejando las sogas por paquetes, o embobinando a torno las maromas.
BOCM-20250530-44
Sogas y maromas: