C) Otras Disposiciones - CONSEJERÍA DE CULTURA, TURISMO Y DEPORTE (BOCM-20240904-20)
Bien de interés cultural – Decreto 90/2024, de 28 de agosto, del Consejo de Gobierno, por el que se declara Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid, en la categoría de monumento, la iglesia parroquial de San Salvador en Leganés
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B.O.C.M. Núm. 211
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 4 DE SEPTIEMBRE DE 2024
A partir de ese momento hubo una ralentización en la construcción. No aparecen nuevos maestros hasta 1569, comenzando un nuevo período. En ese año el maestro Pedro Gil
de Sopeña recibía pagos por su intervención en la capilla mayor, y se compró madera para
la cubrición de la iglesia con el maestro carpintero Mateo Sánchez.
Diez años más tarde, la documentación menciona a uno de los grandes arquitectos del
círculo toledano de pleno siglo XVI, Nicolás de Vergara el Mozo (c.1542-1606), maestro de
obras de la Iglesia de Toledo. En 1579 se le abonaron 1.500 maravedís por “una traza para la
obra de la iglesia”. Parece claro por el análisis de la documentación que en 1584 la cabecera debía de estar ya concluida, pues a partir de ese año se efectuaron pagos a Diego de Torres, pintor
y escultor vecino de Madrid, junto con Miguel Martínez, relativos al retablo del altar mayor.
Durante la primera mitad del siglo XVII, la escasez de datos documentales impide conocer con precisión las obras que se realizaron en el templo, aunque constan en 1623 obras
de cimentación en la zona norte y obras de ensanche de la capilla mayor en el lado del evangelio, lo que parece aludir a la ejecución del brazo norte de la nave de transepto. Un plano
fechado en 1655, que reproduce la planta del templo y la distribución de las sepulturas en
ese año, muestra el cuerpo de la iglesia formado por dos naves, la mayor, de gran anchura,
y la nave lateral sur, separadas por cuatro pilares cuadrangulares.
Hacia 1658 la iglesia se había quedado pequeña. En ese mismo año, el arzobispado envió a Juan de León, maestro de obras de la villa de Madrid, para reconocer el templo. Como
consecuencia de su informe, se produjeron sucesivas declaraciones de distintos maestros de
obras que reconocieron la iglesia, proponiendo ampliarla con la construcción de la nave que
faltaba. Finalmente, en mayo de 1660 unos alarifes de la ciudad de Toledo, declararon que
con el ensanche de la nave no quedaría seguro el cuerpo de la iglesia. Ante esta situación, el
procurador de la villa nombró a Juan Veloso, Aparejador Mayor de su Majestad y en ese momento Aparejador del Alcázar, Tomás Román, maestro de albañilería y alarife de la villa de
Madrid, y Pedro Lázaro Goiti, alarife de la villa de Madrid, para que hiciesen nueva planta.
La obra no debió de comenzar hasta el 1662. Estos maestros llevaron a cabo una arquitectura conforme a la tendencia denominada “clasicismo ornamentado”, donde los sistemas espaciales y estructurales de los edificios apenas sufren cambios respecto al “manierismo tardoherreriano” de la primera mitad del siglo XVII, y solo se diferencia en cuanto al papel jugado
por la ornamentación. Un estilo que tiene su origen en la obra de Juan de Herrera, prolongada por Francisco de Mora y continuada por Juan Gómez de Mora, entre otros, y que abarcará
desde el último tercio del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. El cuerpo de la iglesia responde a unos criterios tipológicos y estilísticos caracterizados por la sobriedad interior y exterior, de estructuras sencillas y austeras, en la que predominan los volúmenes cúbicos, las líneas rectas, los perfiles planos no resaltados, donde domina la proporción y la armonía, a los
que se añade una decoración geométrica formando bandas y recuadros en bóvedas y muros.
Dos inscripciones grabadas en sendos dinteles de las portadas oeste y norte, en las que
se puede leer la fecha 1670, parecen indicar el año de conclusión de las portadas y, por tanto, la mayor parte de las obras del cuerpo de la iglesia.
Un año más tarde, en 1671, Bartolomé Zumbigo y Salcedo (1620-1682), arquitecto toledano en ese momento Maestro Mayor de Obras de la catedral de Toledo, estableció las condiciones para prolongar las cornisas y blanquear toda la iglesia. Tomando en consideración
este dato, junto con el análisis del edificio, parece posible concluir que, una vez terminado el
cuerpo de naves, se contrató a este maestro para adecuar este cuerpo con la nave de transepto y crucero, unificando interiormente el espacio mediante la prolongación de las cornisas de
la nave central por todo el perímetro del transepto y blanquearla toda. La Dra. Corella sugiere que Zumbigo pudo realizar también el diseño de la cúpula que cubre el tramo de crucero.
Una vez concluida toda la iglesia y la torre, en 1675 se colocaron las campanas, realizadas
por Diego de Barcia. Actualmente existen cinco campanas de bronce, de diferente tamaño pero
la misma tipología, aunque solo se ha podido identificar la fecha 1720 en una de ellas.
3.3. Decoración litúrgica de la iglesia:
En 1674, Zumbigo, virtuoso en el manejo del mármol, concertó con el presbítero de la
iglesia de Leganés la realización de una pila bautismal y dos pilas de agua bendita, de piedra de San Pablo de Toledo, labor que se daba por terminada en 1675.
Frente a la sencillez estructural y sobriedad arquitectónica, la iglesia de San Salvador conserva un magnífico conjunto de doce retablos barrocos de los siglos XVII y XVIII, de madera
dorada y policromada, localizados en la cabecera, brazos del transepto y naves laterales. La documentación conservada en el archivo parroquial informa que en 1700 ya se pensaba en sustituir el retablo mayor existente, probablemente el realizado en 1584 por Diego de Torres, porque “era muy antiguo y maltratado”. De tal forma que en 1701 se encargaron las trazas para un
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BOCM-20240904-20
BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 4 DE SEPTIEMBRE DE 2024
A partir de ese momento hubo una ralentización en la construcción. No aparecen nuevos maestros hasta 1569, comenzando un nuevo período. En ese año el maestro Pedro Gil
de Sopeña recibía pagos por su intervención en la capilla mayor, y se compró madera para
la cubrición de la iglesia con el maestro carpintero Mateo Sánchez.
Diez años más tarde, la documentación menciona a uno de los grandes arquitectos del
círculo toledano de pleno siglo XVI, Nicolás de Vergara el Mozo (c.1542-1606), maestro de
obras de la Iglesia de Toledo. En 1579 se le abonaron 1.500 maravedís por “una traza para la
obra de la iglesia”. Parece claro por el análisis de la documentación que en 1584 la cabecera debía de estar ya concluida, pues a partir de ese año se efectuaron pagos a Diego de Torres, pintor
y escultor vecino de Madrid, junto con Miguel Martínez, relativos al retablo del altar mayor.
Durante la primera mitad del siglo XVII, la escasez de datos documentales impide conocer con precisión las obras que se realizaron en el templo, aunque constan en 1623 obras
de cimentación en la zona norte y obras de ensanche de la capilla mayor en el lado del evangelio, lo que parece aludir a la ejecución del brazo norte de la nave de transepto. Un plano
fechado en 1655, que reproduce la planta del templo y la distribución de las sepulturas en
ese año, muestra el cuerpo de la iglesia formado por dos naves, la mayor, de gran anchura,
y la nave lateral sur, separadas por cuatro pilares cuadrangulares.
Hacia 1658 la iglesia se había quedado pequeña. En ese mismo año, el arzobispado envió a Juan de León, maestro de obras de la villa de Madrid, para reconocer el templo. Como
consecuencia de su informe, se produjeron sucesivas declaraciones de distintos maestros de
obras que reconocieron la iglesia, proponiendo ampliarla con la construcción de la nave que
faltaba. Finalmente, en mayo de 1660 unos alarifes de la ciudad de Toledo, declararon que
con el ensanche de la nave no quedaría seguro el cuerpo de la iglesia. Ante esta situación, el
procurador de la villa nombró a Juan Veloso, Aparejador Mayor de su Majestad y en ese momento Aparejador del Alcázar, Tomás Román, maestro de albañilería y alarife de la villa de
Madrid, y Pedro Lázaro Goiti, alarife de la villa de Madrid, para que hiciesen nueva planta.
La obra no debió de comenzar hasta el 1662. Estos maestros llevaron a cabo una arquitectura conforme a la tendencia denominada “clasicismo ornamentado”, donde los sistemas espaciales y estructurales de los edificios apenas sufren cambios respecto al “manierismo tardoherreriano” de la primera mitad del siglo XVII, y solo se diferencia en cuanto al papel jugado
por la ornamentación. Un estilo que tiene su origen en la obra de Juan de Herrera, prolongada por Francisco de Mora y continuada por Juan Gómez de Mora, entre otros, y que abarcará
desde el último tercio del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. El cuerpo de la iglesia responde a unos criterios tipológicos y estilísticos caracterizados por la sobriedad interior y exterior, de estructuras sencillas y austeras, en la que predominan los volúmenes cúbicos, las líneas rectas, los perfiles planos no resaltados, donde domina la proporción y la armonía, a los
que se añade una decoración geométrica formando bandas y recuadros en bóvedas y muros.
Dos inscripciones grabadas en sendos dinteles de las portadas oeste y norte, en las que
se puede leer la fecha 1670, parecen indicar el año de conclusión de las portadas y, por tanto, la mayor parte de las obras del cuerpo de la iglesia.
Un año más tarde, en 1671, Bartolomé Zumbigo y Salcedo (1620-1682), arquitecto toledano en ese momento Maestro Mayor de Obras de la catedral de Toledo, estableció las condiciones para prolongar las cornisas y blanquear toda la iglesia. Tomando en consideración
este dato, junto con el análisis del edificio, parece posible concluir que, una vez terminado el
cuerpo de naves, se contrató a este maestro para adecuar este cuerpo con la nave de transepto y crucero, unificando interiormente el espacio mediante la prolongación de las cornisas de
la nave central por todo el perímetro del transepto y blanquearla toda. La Dra. Corella sugiere que Zumbigo pudo realizar también el diseño de la cúpula que cubre el tramo de crucero.
Una vez concluida toda la iglesia y la torre, en 1675 se colocaron las campanas, realizadas
por Diego de Barcia. Actualmente existen cinco campanas de bronce, de diferente tamaño pero
la misma tipología, aunque solo se ha podido identificar la fecha 1720 en una de ellas.
3.3. Decoración litúrgica de la iglesia:
En 1674, Zumbigo, virtuoso en el manejo del mármol, concertó con el presbítero de la
iglesia de Leganés la realización de una pila bautismal y dos pilas de agua bendita, de piedra de San Pablo de Toledo, labor que se daba por terminada en 1675.
Frente a la sencillez estructural y sobriedad arquitectónica, la iglesia de San Salvador conserva un magnífico conjunto de doce retablos barrocos de los siglos XVII y XVIII, de madera
dorada y policromada, localizados en la cabecera, brazos del transepto y naves laterales. La documentación conservada en el archivo parroquial informa que en 1700 ya se pensaba en sustituir el retablo mayor existente, probablemente el realizado en 1584 por Diego de Torres, porque “era muy antiguo y maltratado”. De tal forma que en 1701 se encargaron las trazas para un
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