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Bien de interés cultural –  Resolución de 4 de junio de 2024, de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Oficina del Español, por la que se incoa el expediente de declaración como Bien de Interés Cultural del Patrimonio Inmaterial de la Comunidad de Madrid del Hilado Tradicional del Esparto
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BOCM
B.O.C.M. Núm. 145

BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 19 DE JUNIO DE 2024

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ciones del sudeste madrileño y proviene de una antigua tradición que aprovecha la abundancia de plantas productoras de esta fibra vegetal en los cerros del entorno. Las referencias sobre la industria de sogas de esparto en nuestra región son explícitas a partir del siglo XVIII.
Las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada nos hablan de sogueros de esparto en Colmenar de Oreja, Estremera, Valdaracete o Villarejo de Salvanés. Las
Memorias Políticas y Económicas de Eugenio Larruga (1787) señalan la existencia del gremio de esparteros-estereros de Madrid, que hacía sogas y ataderos; en Brea de Tajo hacían
sogas; en Fuentidueña, maromas y sogas carreteras y novilleras; en Villarejo de Salvanés,
sobrecargas, maromillas y cuerdas. La Encyclopedia Metódica de 1770 describe la manera
manual de hilar los espartos, que no difiere mucho de aquella que siguen manteniendo en
la actualidad algunos miembros de las comunidades portadoras contemporáneas; la diferencia estriba en los mecanismos usados en la preparación de las fibras: no se contaba entonces con molinos adecuados para machacar el esparto, utilizándose para ello un mazo de dos
pies de largo, apoyado en cualquier piedra lisa adecuada para recibir el golpe, así se producían hebras gruesas y cortas de esparto, aptas sólo para fabricar hilos dobles. El gremio contaba entonces con “veintitrés maestros, siete viudas con tienda, treinta oficiales y ocho
aprendices” y tenía la sede de su hermandad en la Iglesia de Nuestra Señora de Atocha.
En el siglo XIX, el “Boletín Oficial de la Provincia de Madrid” de 1833 promueve el
fomento de la industria del esparto y el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, de Pascual Madoz (1854-1850), menciona ya la existencia de una fábrica de esparto en Colmenar de Oreja y otras en Vadaracete, Fuentidueña,
Estremera y Villarejo de Salvanés.
Ya en el siglo XX, en 1907 el Ministerio de Fomento menciona la existencia en Madrid
de 31 esparterías, once de ellas en la capital, además de varias fábricas en Colmenar de Oreja, Estremera, Fuentidueña de Tajo, Torrelaguna y Villarejo de Salvanés. Pero, sin duda, resulta de especial interés para el desarrollo de esta industria la creación del llamado “Servicio
del Esparto” (1948-1959) que tuteló todas las actividades mercantiles en torno a la explotación y la transformación del esparto, significando un auténtico y beneficioso revulsivo para el
sector: prohibió la venta de materia prima sin su autorización, promovió actuaciones para la
mejora de la producción, recopiló información e impulsó programas de mejoras del sector,
además de publicar tres volúmenes relativos a esta industria de cuya lectura se desprende que
en la provincia de Madrid existían 10 pozas para enriar el esparto, 22 bandas de mazos para
machacarlo, 15 peines de restrillado y 20 ruedas para hilarlo, destinándose más de 95 toneladas de esparto para esta industria en nuestra región entre 1951-1952.
En 1948 se publicó en varios números del “Boletín Oficial del Estado” el Reglamento
Nacional de Trabajo para el Sector Manual del Esparto de la Industria Textil. En él se definían los trabajos que implicaba esta industria (recogida, cocido, majado, rastrillado, hilado, corchado y empacado) y se clasificaba al personal implicado (directores, encargados,
oficiales, ayudantes, aprendices y peones) y al personal auxiliar (mecánicos, carpinteros,
conductores mecánicos, conductores y carreteros), estableciéndose la exigencia de unas
condiciones laborables saludables.
A finales de la década de los 50 la reactivación del mercado internacional de las fibras
naturales, los cambios en los modos de vida tradicionales, la mecanización del trabajo del
campo, la modernización de la edificación y la generalización del uso de las fibras sintéticas provocaron el hundimiento paulatino y generalizado de la industria manufacturera espartera y el cierre de las factorías madrileñas.
Así, desde la década de los 80, el hilado tradicional del esparto sólo se practica en
Madrid de forma residual. Las comunidades portadoras, formadas por gentes en su mayoría ancianas, ejercen diversas actividades centradas en la conmemoración del oficio: se imparten clases, se organizan exposiciones, se celebran demostraciones y se comparten conocimientos, con el fin último de patrimonializar este bien del patrimonio inmaterial.

El hilado del esparto es una manifestación cultural que se enmarca dentro de la artesanía tradicional e implica el aprovechamiento de las materias primas que ofrece el entorno
natural, para la producción de bienes con los que resolver las necesidades materiales básicas. Para ello, las técnicas artesanales se desarrollan de acuerdo con las características y
propiedades que ofrecen los productos naturales de los que se valen. La fibra de esparto se
extrae de dos plantas diferentes: la atocha (esparto fino) y el albardín (esparto basto); el área
del sureste de la Comunidad de Madrid, en la que más se ha desarrollado y donde se con-

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A.4. Descripción y tipología de la manifestación