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Bien de interés cultural –  Resolución de 4 de junio de 2024, de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Oficina del Español, por la que se incoa el expediente de declaración como bien de interés cultural de la Comunidad de Madrid, en la categoría de conjunto histórico, de la Quinta de los Molinos en Madrid
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B.O.C.M. Núm. 145

BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 19 DE JUNIO DE 2024

en el retorno a la naturaleza el origen de la riqueza y el progreso, respaldó la creación de
nuevas villas suburbanas. Sin abandonar su carácter agrícola, muchas villas suburbanas y
campestres se convirtieron entonces en espacios de experimentación artística o científica de
su propietario.
Ya en el siglo XIX, se puede observar cómo las quintas promovidas por la alta burguesía presentan, a diferencia de las de la media burguesía, una doble fachada: la destinada al
propietario, inmediata al núcleo urbano, y la representativa, destinada a las visitas, a la que
se llega después de recorrer los jardines.
La Quinta de los Molinos es la consecuencia de un largo proceso evolutivo de un tipo
arquitectónico específico, en el que se reflejan tanto los rasgos propios de la villa de recreo,
como los que derivan de la tradición hispánica, además de los contextuales de su adecuación a una época y geografía concreta.
La zona elegida por su propietario, César Cort Botí, para el establecimiento de la Quinta de los Molinos fue una zona próxima a la localidad de Canillejas, situada al noreste de
Madrid, entre las cuencas del arroyo del Abroñigal y el río Jarama, sobre unos terrenos agrícolas sin construcción.
César Cort Botí, nacido en Alcoy en 1893, estudió ingeniería industrial y más tarde arquitectura, incorporándose en 1918 como docente y catedrático a la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Su amistad con Álvaro de Figueroa y Torres, VI conde Romanones,
le permitió entrar en contacto con la aristocracia madrileña, contrayendo matrimonio
en 1921 con Mercedes, hija de los condes de Gómez-Tortosa.
Desde los inicios de su actividad profesional, Cort estuvo especialmente interesado en
temas referentes a la ordenación de la ciudad y de sus espacios libres y participó activamente en una red internacional de profesionales que dieron forma al nuevo pensamiento sobre
la mejora de la vivienda y planificación de las ciudades. Mediante sus conferencias, escritos, trabajos profesionales, y también a través de su cátedra de urbanología, ayudó a implantar la nueva disciplina de urbanismo en España a la vez que se posicionó en relación a las
corrientes de urbanismo que imperaban en Europa. Además, sus viajes le permitieron conocer de primera mano los mejores ejemplos de arquitectura europea, que sin duda fueron
importantes referentes en la concepción de su obra, en particular en la Quinta de los Molinos y en la Ciudad-Satélite las Mercedes. Asimismo, la preocupación por el mundo rural
fue una constante en su pensamiento a lo largo de su trayectoria.
En 1931 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid. El interés por los sistemas
verdes en la ciudad impregna también su actividad como concejal y subraya la importancia
que tienen estos sistemas en su concepción de la urbanología. Para Cort los proyectos de
espacios verdes debían incluir no solo equipamiento y servicios, sino llegar hasta el detalle
de identificar las especies vegetales, así como consideraciones relativas al riego e indicaciones sobre el mantenimiento. En 1940 fue nombrado miembro de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando.
En noviembre de 1926 César Cort compró una primera parcela rústica con acceso al
camino de la Guindalera (también llamado camino de Chamberí) como finca de recreo, y a
lo largo de los años posteriores continuó comprando parcelas a distintos propietarios.
A medida que la finca fue creciendo, el camino de Trancos, situado junto al arroyo,
quedó afectado por una servidumbre de paso. Para resolver la división del recinto en dos
partes, se comunicaron mediante un túnel, quedando el camino de Trancos elevado y vallado y la vía de conexión en la cota inferior. Esta solución para separar circulaciones, a diferentes alturas, fue la utilizada por Frederick Law Olmsted en Central Park y otros parques
a finales del siglo XIX. En una etapa posterior, cuando la finca llegó hasta la carretera de
Aragón (actual calle de Alcalá), se modificó el acceso principal a la finca, buscando el enlace con este eje estratégico.
El edificio principal de la Quinta se ubicó junto al camino de la Guindalera, que entonces era la vía de acceso. La edificación que se ve hoy, denominada Palacete de Cort, es el
resultado de las reformas realizadas por el autor en los años 1939 y 1954 sobre una estructura anterior. El edificio original, de ladrillo visto, parece una reinterpretación racionalista
de la arquitectura de la cercana finca de Torre Arias. Las obras de después de la guerra
transformaron el aspecto del palacete, acercándolo a ejemplos internacionales y convirtiéndolo en uno de los pocos ejemplos de arquitectura secesionista tardía de la capital.
La sucesión de espacios ajardinados se inicia en el entorno inmediato del palacete, con
jardines geométricos que se relacionan con las fachadas, siguiendo los preceptos de la obra
total que busca el Secesionismo Vienés. Aprovechando una mayor humedad en el entorno
del Arroyo de Trancos, plantea un jardín romántico, inspirado en los numerosos ejemplos
españoles del XIX, que habían asumido de forma tardía las ideas del paisajismo inglés a tra-

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