C) Otras Disposiciones - CONSEJERÍA DE CULTURA, TURISMO Y DEPORTE (BOCM-20240506-39)
Bien de interés cultural –  Decreto 49/2024, de 30 de abril, del Consejo de Gobierno, por el que se declara bien de interés cultural de la Comunidad de Madrid, en la categoría de sitio científico, la estación de comunicaciones por satélite en Buitrago del Lozoya (Madrid)
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B.O.C.M. Núm. 107

BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
LUNES 6 DE MAYO DE 2024

fuerza con su masa compacta, y los terraplenes y muros de contención invitaban a un juego de volúmenes, fuertes y expresivos, evocadores de la arquitectura militar medieval.
De cara al frente de acceso, los cuerpos, de una y dos alturas, se arraciman en torno a
un hito vertical situado más o menos en el centro, la torre del depósito de agua. Dado que
la parcela, además, desciende desde la carretera en dirección norte-sur, en el alzado meridional, hacia los campos de las antenas de satélite, aparece, cuando resulta necesaria —en
el cuerpo de las residencias o debajo del claustro—, una planta bajo rasante. La impresión,
así, es doble: desde la carretera, lo que se observa es una serie de cuerpos bajos, que se adelantan o se retrasan de la vía de acceso, y que pierden altura a medida que se alejan del hito
central, mientras que, desde el interior de la parcela, el inmueble se asemeja a los bastiones
de una ciudadela, conforme al interés de Cano Lasso y Ridruejo por la “arquitectura militar medieval”.
En cuanto a las antenas, pueden diferenciarse dos clases: por un lado, las de gran porte, las dos antenas originales, Buitrago I y Buitrago II, alineadas con la carretera M-137, así
como las de los campos que quedan al sur de la parcela; y, por otro lado, un par de parabólicas de menor tamaño y construidas con posterioridad, tanto en el extremo oeste como en
las proximidades de la sala de control.
El visitante entra en la parcela y avanza en sentido norte-sur, hacia las antenas. A lo
largo de ese camino, se encuentra con diversos corredores en perpendicular, a derecha o izquierda, conforme a las trazas longitudinales del conjunto y paralelos a la carretera. Todos
los recorridos —con la salvedad del extremo de las residencias— quedan puntuados por la
aparición de cuerpos de escalera con iluminación natural.
Tras cruzar el pequeño puente que separa los volúmenes de la carretera, se encuentra una
protuberancia de ladrillo que nos enfrenta a un pórtico, rehundido 4 peldaños —unos 70 cm—
respecto a la cota de entrada. Tras ese primer filtro, se atraviesa un pequeño puente —que sobrevolaba antes un pequeño estanque artificial, hoy sin agua— que conduce hacia el interior,
hacia el espacio en doble altura del vestíbulo, al que se abre el balcón de la actual sala de reuniones. La garita de la conserjería se ha cerrado por razones de seguridad.
Si el exterior es, sin excepción, una masa de ladrillo color tierra, hacia el interior predominan las superficies encaladas, blancas y lisas, rematadas en madera de pino en los petos y
pasamanos, y que contrastan con la coloración rojiza del plano de suelo, en origen de linóleo y ahora de baldosas cerámicas color rojo oscuro. Las carpinterías del alzado son, en su
inmensa mayoría –y, desde luego, en los lugares especialmente significados– de madera.
Si se desea seguir penetrando en el conjunto, hay dos caminos: hacia la izquierda —hacia el este— o, de frente, de nuevo hacia el sur, hacia la sala de control. Si se toma el corredor que sale hacia la izquierda, aparecen, por este orden, la entrada a la sala de conferencias —con esa protuberancia curva que acompañaba al visitante hasta el pórtico de
entrada—, la cafetería a la derecha —de dos plantas— (en la que destaca el mantenimiento del antiguo falso techo de lamas de madera), y el claustro que acoge el patio, y que sugería a los arquitectos cierta “analogía con un monasterio”. Ese espacio, con un sobrio y
muy cuidado falso techo realizado con rasilla vista, queda rodeado por la biblioteca, unos
despachos y las residencias.
La superficie del patio, originariamente realizada con un solado de ladrillo como el que
aún se conserva, por ejemplo, en algunas de las terrazas del ala este, fue sustituida por el
mismo suelo cerámico que puede verse en el resto del edificio. Además, se incorporaron
unos arriates en la antigua huella de las láminas de agua del atrio.
Si, de vuelta al vestíbulo de acceso, se opta por seguir de frente, de nuevo, hacia el sur,
se descienden 7 escalones —1,20 m, aproximadamente— hacia la sala de control, el actual
salón de actos. Este espacio, un gran mirador que avanza hacia los campos de las antenas,
queda visualmente unido a la entrada, aunque separada de ella mediante ese cambio de cota.
Se trata del elemento que define formalmente el edificio con mayor rotundidad, y su ventanal, abierto hacia el sur, ofrece unas vistas que conectan lo construido con el paisaje. En
el interior de la sala se ha eliminado el falso techo con el fin de dejar a la vista la estructura de cerchas. La antigua sala de planos, contigua a la estancia de la sala de control, se ha
habilitado como sala de reuniones, y se ha incorporado una rampa para resolver problemas
de accesibilidad.
Junto al acceso, y en este caso hacia la derecha, parte el eje que conduce al ala oeste
del edificio, los antiguos despachos, también en dos plantas, que se han transformado en habitaciones.
Separado de este conjunto principal se encuentra el edificio de fuerza, un par de volúmenes de ladrillo de una planta y esencialmente ciegos, con contrafuertes de ladrillo.

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