C) Otras Disposiciones - CONSEJERÍA DE CULTURA, TURISMO Y DEPORTE (BOCM-20221229-30)
Bien de interés cultural – Decreto 132/2022, de 21 de diciembre, del Consejo de Gobierno, por el que se declara Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid la pintura “Adoración de los Magos”, realizada por Anton Van Dyck
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B.O.C.M. Núm. 310
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
JUEVES 29 DE DICIEMBRE DE 2022
dos y los claroscuros que proporciona el tratamiento de la luz. Reflejan también prestancia
y elegancia en el movimiento contenido en su acercamiento al Niño. El manto azul y el vestido blanco plata de la Virgen es lujoso, resaltado por el brillo de la luz en las telas. Igualmente, los mantos y túnicas de los Magos están elaborados con telas ricamente bordadas.
Van Dyck dispone en un segundo plano el séquito o acompañamiento, constituido por
más de diez personas dispuestas a modo de friso, algunos con casco y coraza, o portando
lanza. Prácticamente todos (a excepción de alguno, como es el personaje que mira hacia
fuera) dirigen su mirada y atención hacia el Niño, incluso uno de ellos señala con el dedo
hacia la escena principal.
El conjunto de la obra sigue la tipología del Barroco, en el que se representan bastantes personajes, donde cada uno de ellos se estudia de manera individual y en grupo, mostrando diferentes posturas y planos, con movimiento y dinamismo. Todas las figuras están
caracterizadas con realismo, sin idealizar; los rostros están individualizados, con expresividad y emoción, destacando el sentimiento reflejado en el rostro del Mago arrodillado.
La composición pone de relieve al hijo y a la madre, que quedan potenciados por el
protagonismo de la luz en ambas figuras, incidiendo especialmente en el vestido y rostro de
la Virgen y en la aureola luminosa que irradia de la cabeza de ambos, destacando la de Jesús. En el resto del lienzo, la luz incide en las vestiduras de los Magos creando modulaciones cromáticas de menor o mayor intensidad tonal e ilumina de forma más tenue rostros del
cortejo, dejando a otros en penumbra. El tratamiento de la luz contribuye a dar dinamismo
y movimiento a la obra.
En la pintura de Van Dyck influye notablemente Rubens, lo que se evidencia en su
cuadro La “Adoración de los Magos” (1609, Museo Nacional del Prado). El joven Van
Dyck, discípulo y colaborador, recurre a una misma disposición: en ambos cuadros el Niño
está igualmente iluminado, la Virgen de pie, con san José casi en penumbra, y el Mago arrodillado, creando una diagonal en un extremo. La Virgen mantiene la misma postura y actitud con el Niño, incluso sigue detalles similares como el peinado trenzado. En ambos lienzos, el Niño tiene una actitud activa ante el rey mago posando su mano en la frente en el
caso de Van Dyck, o bien juguetea con las monedas en la obra de Rubens, en idéntica bandeja gallonada en los dos cuadros.
Con el resto del cortejo en pie, guarda también semejanzas. Dispuestos de forma horizontal, a modo de friso, se ven personajes con cascos y lanzas; en ambos lienzos la figura
central aparece ataviada con turbante; también es visible la cabeza de un caballo en un ángulo. Van Dyck como hiciera Rubens, emplea el color rojo en la vestimenta de uno de los
Magos, como contrapeso a la imagen de la Virgen.
La pintura objeto de este expediente es ejemplo de la capacidad y aptitud creativa de
su autor, tal como se ve en su composición articulada y unida. Cohesiona numerosas figuras de gran tamaño, con corporeidad e inmediatez, movimiento y expresividad. El tratamiento de la luz proporciona ritmo y energía a la obra. Son asimismo destacables el dominio del color, rico y luminoso, la pincelada y calidad de las telas, como es el azul intenso en
el manto de la Virgen y el blanco plateado o el vivo rojo carmesí, los verdes y brillos de los
tejidos. Características que confirman la calidad y relevancia artística de la obra.
La obra ha sido estudiada por el Museo Nacional del Prado, donde se ha concluido que
se trata de una pintura inédita de Anton van Dyck, obra de su período de juventud. Se trataría de una de las primeras obras pintadas por el artista, hacia 1616-1617, cuando contaba
apenas 17 o 18 años de edad.
Consideran que es una obra muy temprana de Van Dyck porque las figuras son muy
similares en su realismo exacerbado y peculiar a otras obras de la juventud del artista, sobre todo a la Adoración de los pastores (Potsdam, Schloss Sanssouci) y a la Entrada de Cristo en Jerusalén (Museo de Indianápolis). Algunos de los modelos utilizados para las figuras se repiten en estos tres cuadros. Además, las medidas son casi idénticas y el tipo de tela
utilizada como soporte en la “Adoración de los Magos”, que tiene franjas azules, es idéntico al de la Entrada de Cristo en Jerusalén. Por todo ello, no cabe duda de que las obras son
del mismo autor.
La pintura podría guardar relación también con otra obra de Van Dyck (similitudes estilísticas, cronología similar, mismo formato, medidas aproximadas y disposición a modo
de friso), El Milagro de los panes y los peces, desaparecida en Berlín en 1945.
Van Dyck gozó de prestigio en España y estuvo vinculado a reyes y nobles de los Austrias en Flandes. Muchas de sus obras llegaron a España por este medio; pintó para los archiduques de los Países Bajos, nobleza y militares del imperio español. Cuando viajó a Italia regaló a su maestro Rubens pinturas que, en algunos casos, pasarían a decorar los palacios de
Felipe IV, ya que el rey adquiriría obras de Van Dyck en la testamentaría de Rubens (pintu-
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BOCM-20221229-30
BOCM
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dos y los claroscuros que proporciona el tratamiento de la luz. Reflejan también prestancia
y elegancia en el movimiento contenido en su acercamiento al Niño. El manto azul y el vestido blanco plata de la Virgen es lujoso, resaltado por el brillo de la luz en las telas. Igualmente, los mantos y túnicas de los Magos están elaborados con telas ricamente bordadas.
Van Dyck dispone en un segundo plano el séquito o acompañamiento, constituido por
más de diez personas dispuestas a modo de friso, algunos con casco y coraza, o portando
lanza. Prácticamente todos (a excepción de alguno, como es el personaje que mira hacia
fuera) dirigen su mirada y atención hacia el Niño, incluso uno de ellos señala con el dedo
hacia la escena principal.
El conjunto de la obra sigue la tipología del Barroco, en el que se representan bastantes personajes, donde cada uno de ellos se estudia de manera individual y en grupo, mostrando diferentes posturas y planos, con movimiento y dinamismo. Todas las figuras están
caracterizadas con realismo, sin idealizar; los rostros están individualizados, con expresividad y emoción, destacando el sentimiento reflejado en el rostro del Mago arrodillado.
La composición pone de relieve al hijo y a la madre, que quedan potenciados por el
protagonismo de la luz en ambas figuras, incidiendo especialmente en el vestido y rostro de
la Virgen y en la aureola luminosa que irradia de la cabeza de ambos, destacando la de Jesús. En el resto del lienzo, la luz incide en las vestiduras de los Magos creando modulaciones cromáticas de menor o mayor intensidad tonal e ilumina de forma más tenue rostros del
cortejo, dejando a otros en penumbra. El tratamiento de la luz contribuye a dar dinamismo
y movimiento a la obra.
En la pintura de Van Dyck influye notablemente Rubens, lo que se evidencia en su
cuadro La “Adoración de los Magos” (1609, Museo Nacional del Prado). El joven Van
Dyck, discípulo y colaborador, recurre a una misma disposición: en ambos cuadros el Niño
está igualmente iluminado, la Virgen de pie, con san José casi en penumbra, y el Mago arrodillado, creando una diagonal en un extremo. La Virgen mantiene la misma postura y actitud con el Niño, incluso sigue detalles similares como el peinado trenzado. En ambos lienzos, el Niño tiene una actitud activa ante el rey mago posando su mano en la frente en el
caso de Van Dyck, o bien juguetea con las monedas en la obra de Rubens, en idéntica bandeja gallonada en los dos cuadros.
Con el resto del cortejo en pie, guarda también semejanzas. Dispuestos de forma horizontal, a modo de friso, se ven personajes con cascos y lanzas; en ambos lienzos la figura
central aparece ataviada con turbante; también es visible la cabeza de un caballo en un ángulo. Van Dyck como hiciera Rubens, emplea el color rojo en la vestimenta de uno de los
Magos, como contrapeso a la imagen de la Virgen.
La pintura objeto de este expediente es ejemplo de la capacidad y aptitud creativa de
su autor, tal como se ve en su composición articulada y unida. Cohesiona numerosas figuras de gran tamaño, con corporeidad e inmediatez, movimiento y expresividad. El tratamiento de la luz proporciona ritmo y energía a la obra. Son asimismo destacables el dominio del color, rico y luminoso, la pincelada y calidad de las telas, como es el azul intenso en
el manto de la Virgen y el blanco plateado o el vivo rojo carmesí, los verdes y brillos de los
tejidos. Características que confirman la calidad y relevancia artística de la obra.
La obra ha sido estudiada por el Museo Nacional del Prado, donde se ha concluido que
se trata de una pintura inédita de Anton van Dyck, obra de su período de juventud. Se trataría de una de las primeras obras pintadas por el artista, hacia 1616-1617, cuando contaba
apenas 17 o 18 años de edad.
Consideran que es una obra muy temprana de Van Dyck porque las figuras son muy
similares en su realismo exacerbado y peculiar a otras obras de la juventud del artista, sobre todo a la Adoración de los pastores (Potsdam, Schloss Sanssouci) y a la Entrada de Cristo en Jerusalén (Museo de Indianápolis). Algunos de los modelos utilizados para las figuras se repiten en estos tres cuadros. Además, las medidas son casi idénticas y el tipo de tela
utilizada como soporte en la “Adoración de los Magos”, que tiene franjas azules, es idéntico al de la Entrada de Cristo en Jerusalén. Por todo ello, no cabe duda de que las obras son
del mismo autor.
La pintura podría guardar relación también con otra obra de Van Dyck (similitudes estilísticas, cronología similar, mismo formato, medidas aproximadas y disposición a modo
de friso), El Milagro de los panes y los peces, desaparecida en Berlín en 1945.
Van Dyck gozó de prestigio en España y estuvo vinculado a reyes y nobles de los Austrias en Flandes. Muchas de sus obras llegaron a España por este medio; pintó para los archiduques de los Países Bajos, nobleza y militares del imperio español. Cuando viajó a Italia regaló a su maestro Rubens pinturas que, en algunos casos, pasarían a decorar los palacios de
Felipe IV, ya que el rey adquiriría obras de Van Dyck en la testamentaría de Rubens (pintu-
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