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Bien de interés cutural – Resolución de 26 de octubre de 2022, de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, por la que se incoa el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural de la escultura “San José con el Niño”, obra de escuela andaluza de finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII atribuible a Luisa Roldán, la Roldana
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B.O.C.M. Núm. 272
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 2022
sias y la ejecución de pequeña obra para la devoción privada. La figura de San José fue una
de las imágenes más representadas para conventos.
En este período la escultura ya no permanece tan ligada al realismo propio del siglo
XVII; la gestualidad y expresión deben inspirar devoción, pero sus formas se suavizan, especialmente en las obras trabajadas en terracota.
Las características del bien objeto de declaración permiten poner en relación la obra
con la producción de Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1706), comúnmente conocida
como “la Roldana”, ya que era hija del prestigioso escultor sevillano Pedro Roldán. Su figura destaca en la plástica hispana del barroco por la elevada calidad de sus creaciones, mérito reconocido por sus contemporáneos y que le granjeó el nombramiento de escultora de
Cámara del rey Carlos II y posteriormente de Felipe V hasta su fallecimiento.
Dentro de su producción destacan los grupos escultóricos, habitualmente modelados
en barro luego cocido y policromado, denominados por ella misma "alhajas de escultura",
que abarcaban desde sencillas composiciones como, por ejemplo, las diversas versiones de
la Virgen con el Niño, hasta otras más complejas, con múltiples figuras interrelacionadas
entre sí (Desposorios místicos de santa Catalina, Hispanic Society, Nueva York), creaciones en las que invertía todo su talento, destreza y sensibilidad.
Estos grupos, realizados en su inmensa mayoría durante su etapa madrileña entre 1689
y 1706, algunos de ellos con la firma de la artista y en su caso la fecha de su ejecución, gozaron de gran éxito en el entorno cortesano, siendo adquiridos por un alto precio por personalidades civiles y religiosas para decorar los oratorios privados y los suntuosos aposentos
de las residencias nobiliarias. Las esculturas se destinaban a una contemplación cercana que
ponía en valor su detallada factura, y se exhibían habitualmente protegidas por suntuosas
urnas elaboradas en los más ricos materiales. Sus dimensiones suelen situarse entre los 30
y 50 cm de altura, y aunque algunos comparten el mismo tipo iconográfico, como por ejemplo el de la Virgen amamantando al Niño o Virgo lactans, de la cual se conocen al menos
media docena de versiones, la introducción de variantes permitía evitar la monotonía, haciendo a cada uno de ellos diferente de los anteriores.
Este período de producción de Luisa Roldán coincide con una etapa de madurez en la
que las influencias de su padre, Pedro Roldán, conviven con el desarrollo de un estilo propio en el que destaca la suavidad de las formas sin que ello suponga una pérdida de expresividad.
El éxito de este tipo de producciones de Luisa Roldán hizo que en su mayor parte acabaran en manos de particulares, siendo muy pequeño el número de esculturas que se conservan en España en colecciones públicas (Museo de Guadalajara o Museo Nacional de Escultura) aunque también se conservan diversos ejemplares en instituciones religiosas. El
interés que despertaron prontamente en el coleccionismo extranjero, ya desde los comienzos del siglo XX, provocó la salida de piezas de esta tipología al exterior, por lo que la mayor colección de obras de la artista se encuentra en la Hispanic Society de Nueva York.
La relación del grupo escultórico objeto de declaración con estas producciones de Luisa Roldán puede hacerse mediante su comparación formal, comparación que ilustra además
la traza amable de sus trabajos. Es evidente, por ejemplo, en el rostro enjuto de San José,
con pronunciados pómulos, mejillas hundidas y arrugas en la frente, así como la barba partida en dos y la larga melena derramada sobre los hombros y espalda y que deja al descubierto las orejas, con sendos mechones que caen por delante de ellas. Rostro que repite la
fisonomía del santo en el grupo de los Primeros pasos de Jesús conservado en el Museo de
Guadalajara; incluso el gesto jovial, esbozando una sonrisa dirigida al Niño, se repite en
este mismo conjunto fechado en su etapa cortesana, entre 1689 y 1706. También el San
José con el Niño Jesús, del convento de San Antón de Granada, obra igualmente atribuida
a la artista, presenta idénticos rasgos faciales y la misma expresión de ternura y jovialidad.
De hecho, estas miradas de complicidad entre ambos personajes y los rostros risueños que
esbozan una sonrisa, son un rasgo distintivo de las producciones de la escultora sevillana
afincada en la corte madrileña, como ha señalado recientemente Alfonso Pleguezuelo en su
artículo "Ternura, dolor y sonrisas. Los sentimientos en la obra de Luisa Roldán".
Tanto la vestimenta del santo y la forma de disponer sus plegados, como su disposición e incluso el sencillo banco sobre el que se asienta, remiten, con algunas variantes, a la
figura de San José en el grupo del Museo de Guadalajara, incluso en la manera de resolver
la caída del manto sobre el banco en un espectacular juego de pliegues y dobleces que dota
de volumen y movimiento a la escultura de modo magistral.
Por su parte, la figura del Niño es similar a otras muchas representaciones infantiles presentes en obras de Luisa Roldán, con parejos rostros mofletudos y cabellos con mechones
redondeados, como el del Niño que porta el San Antonio de Padua de la iglesia de la Santa
Pág. 217
BOCM-20221115-42
BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 2022
sias y la ejecución de pequeña obra para la devoción privada. La figura de San José fue una
de las imágenes más representadas para conventos.
En este período la escultura ya no permanece tan ligada al realismo propio del siglo
XVII; la gestualidad y expresión deben inspirar devoción, pero sus formas se suavizan, especialmente en las obras trabajadas en terracota.
Las características del bien objeto de declaración permiten poner en relación la obra
con la producción de Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1706), comúnmente conocida
como “la Roldana”, ya que era hija del prestigioso escultor sevillano Pedro Roldán. Su figura destaca en la plástica hispana del barroco por la elevada calidad de sus creaciones, mérito reconocido por sus contemporáneos y que le granjeó el nombramiento de escultora de
Cámara del rey Carlos II y posteriormente de Felipe V hasta su fallecimiento.
Dentro de su producción destacan los grupos escultóricos, habitualmente modelados
en barro luego cocido y policromado, denominados por ella misma "alhajas de escultura",
que abarcaban desde sencillas composiciones como, por ejemplo, las diversas versiones de
la Virgen con el Niño, hasta otras más complejas, con múltiples figuras interrelacionadas
entre sí (Desposorios místicos de santa Catalina, Hispanic Society, Nueva York), creaciones en las que invertía todo su talento, destreza y sensibilidad.
Estos grupos, realizados en su inmensa mayoría durante su etapa madrileña entre 1689
y 1706, algunos de ellos con la firma de la artista y en su caso la fecha de su ejecución, gozaron de gran éxito en el entorno cortesano, siendo adquiridos por un alto precio por personalidades civiles y religiosas para decorar los oratorios privados y los suntuosos aposentos
de las residencias nobiliarias. Las esculturas se destinaban a una contemplación cercana que
ponía en valor su detallada factura, y se exhibían habitualmente protegidas por suntuosas
urnas elaboradas en los más ricos materiales. Sus dimensiones suelen situarse entre los 30
y 50 cm de altura, y aunque algunos comparten el mismo tipo iconográfico, como por ejemplo el de la Virgen amamantando al Niño o Virgo lactans, de la cual se conocen al menos
media docena de versiones, la introducción de variantes permitía evitar la monotonía, haciendo a cada uno de ellos diferente de los anteriores.
Este período de producción de Luisa Roldán coincide con una etapa de madurez en la
que las influencias de su padre, Pedro Roldán, conviven con el desarrollo de un estilo propio en el que destaca la suavidad de las formas sin que ello suponga una pérdida de expresividad.
El éxito de este tipo de producciones de Luisa Roldán hizo que en su mayor parte acabaran en manos de particulares, siendo muy pequeño el número de esculturas que se conservan en España en colecciones públicas (Museo de Guadalajara o Museo Nacional de Escultura) aunque también se conservan diversos ejemplares en instituciones religiosas. El
interés que despertaron prontamente en el coleccionismo extranjero, ya desde los comienzos del siglo XX, provocó la salida de piezas de esta tipología al exterior, por lo que la mayor colección de obras de la artista se encuentra en la Hispanic Society de Nueva York.
La relación del grupo escultórico objeto de declaración con estas producciones de Luisa Roldán puede hacerse mediante su comparación formal, comparación que ilustra además
la traza amable de sus trabajos. Es evidente, por ejemplo, en el rostro enjuto de San José,
con pronunciados pómulos, mejillas hundidas y arrugas en la frente, así como la barba partida en dos y la larga melena derramada sobre los hombros y espalda y que deja al descubierto las orejas, con sendos mechones que caen por delante de ellas. Rostro que repite la
fisonomía del santo en el grupo de los Primeros pasos de Jesús conservado en el Museo de
Guadalajara; incluso el gesto jovial, esbozando una sonrisa dirigida al Niño, se repite en
este mismo conjunto fechado en su etapa cortesana, entre 1689 y 1706. También el San
José con el Niño Jesús, del convento de San Antón de Granada, obra igualmente atribuida
a la artista, presenta idénticos rasgos faciales y la misma expresión de ternura y jovialidad.
De hecho, estas miradas de complicidad entre ambos personajes y los rostros risueños que
esbozan una sonrisa, son un rasgo distintivo de las producciones de la escultora sevillana
afincada en la corte madrileña, como ha señalado recientemente Alfonso Pleguezuelo en su
artículo "Ternura, dolor y sonrisas. Los sentimientos en la obra de Luisa Roldán".
Tanto la vestimenta del santo y la forma de disponer sus plegados, como su disposición e incluso el sencillo banco sobre el que se asienta, remiten, con algunas variantes, a la
figura de San José en el grupo del Museo de Guadalajara, incluso en la manera de resolver
la caída del manto sobre el banco en un espectacular juego de pliegues y dobleces que dota
de volumen y movimiento a la escultura de modo magistral.
Por su parte, la figura del Niño es similar a otras muchas representaciones infantiles presentes en obras de Luisa Roldán, con parejos rostros mofletudos y cabellos con mechones
redondeados, como el del Niño que porta el San Antonio de Padua de la iglesia de la Santa
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BOCM-20221115-42
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