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Bien de interés cultural – Resolución de 28 de octubre de 2022, de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, por la que se incoa el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural de la pintura “Compañía elegante para un baile de máscaras”, realizada por Luis Paret y Alcázar
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B.O.C.M. Núm. 272
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 2022
La pintura representa una escena que tiene lugar en un interior palaciego, donde un
grupo de cinco personas se preparan para un baile de máscaras. El escenario podría considerarse una sala de aparato, en la que se dibujan elementos arquitectónicos, como un pórtico y pilares de orden jónico y gusto clasicista y elementos decorativos, como la escultura
de un león sedente sobre un elevado basamento y un jarrón sobre pedestal, pieza decorativa que se repite en otras obras de Paret. Los personajes que integran la escena, tienen una
actitud expresiva, alegre y movida, pues se están preparando para un nuevo entretenimiento, el baile de máscaras.
Una mujer joven ocupa el espacio central; lleva máscara, un peinado que sigue la moda
de los años anteriores a 1770 y un vestido a la francesa, más corto, que deja ver los tobillos.
La falda lleva en el borde inferior un volante dorado a juego con el petillo del vestido y con
la parte inferior de las mangas, abullonadas a la altura del hombro, siguiendo modelos de la
corte española del siglo XVI. La mezcla en el mismo vestido de elementos propios de la
vestimenta de moda en diferentes épocas evidencia que se trata de un disfraz y la cesta con
flores bajo su brazo la identifica como Flora.
Una segunda figura femenina asiste a la principal, colocándole la sobrefalda, mientras
atrae la atención del hombre situado al fondo, en un segundo plano. En la esquina inferior
derecha de la pintura un hombre de espaldas, vestido a la francesa con tricornio y peluca,
observa la escena femenina mientras sostiene una capa roja, espada y tricornio, que probablemente pertenezcan al caballero sentado en una lujosa butaca en la esquina izquierda.
Este, a quien las voluminosas mangas de su casaca y los colores de su vestimenta emparejan en el disfraz con la dama situada en el centro, llama la atención de un perro, que completa la escena.
Paret concede importancia y protagonismo al vestuario —en este caso, indumentaria
de diseño y telas refinadas— otorgando elegancia a todos los personajes-; es una característica de su pintura. A la vestimenta de los personajes se une el despliegue de telas que, con
gran aparato, se descuelgan desde un alto ventanal, en el lateral de la estancia. Las figuras
se sitúan en un escenario magnificado, de grandes medidas, un espacio desproporcionado
en comparación con las figuras, en menor tamaño.
Al tratarse de una pintura inacabada, la obra nos permite analizar el proceso creativo
de Paret y las técnicas utilizadas para su ejecución. La delicada tela de tafetán se cubre con
una preparación de color ocre, en la que se dibuja, a lápiz, la imagen preparatoria. De esta
queda al descubierto el trazado de los elementos arquitectónicos, no coloreados, tanto en la
parte superior del fondo como en el suelo de la estancia, sin terminar. La preparación ocre
sirve de fondo y medio tono sobre el que se modelan las figuras; el artista aplicó unos finos
trazos y puntos blancos para destacar contornos y algunas líneas de interés, formando una
delicada textura sobre la que luego se disponía el color, en pinceladas traslúcidas y opacas.
Algunas de estas líneas blancas han quedado vistas debido al desgaste superficial de la pintura. Los reflejos de luz se dibujan a través de diminutos toques finales realizados con la
punta del pincel con colores blancos o muy claros. El cromatismo de la obra es de delicados tonos pastel, tonalidad frecuente en su pintura, que aplicaba en finísimas y exactas
pinceladas. La fina trama del tafetán otorgaría a la obra brillos y reflejos que animarían
la expresividad de la pintura.
Se trata de una obra temprana en la producción de Paret, fechable entre 1767-1770.
En ella se ve la correspondencia con otros trabajos del autor: por la analogía en el tema, por
el tratamiento de las figuras o por la técnica empleada para su ejecución, se podría relacionar con su obra “Baile en máscara” (Museo Nacional del Prado), fechada en 1767.
Los elementos que aparecen en la obra y la actitud de los personajes nos muestran el
interés del autor por los temas humanistas y del mundo clásico, cuya simbología refleja en
la pintura. La figura principal, disfrazada de Flora-Venus, emana una discreta sensualidad,
mientras su compañero está atento al perro, imagen de la fidelidad. La figura del león, símbolo clásico de fortaleza, corona la escena. Se representa así una sociedad más libertina y
dispuesta al disfrute, que intenta socavar y modificar los valores de la sociedad española
tradicional.
En esta obra Paret refleja su formación humanista y se muestra como un consumado
cronista, al recrear en ella el nuevo entretenimiento y mostrar los pormenores de lo que
rodeaba a los bailes de máscaras, muy raramente representados. Las mascaradas fueron
objeto de controversia social y política, al haber estado prohibidas durante años; en 1767,
a iniciativa del Conde de Aranda, se permitió celebrar un baile de máscaras, que debía
regirse por un minucioso reglamento publicado por orden del gobierno. Se permitieron
desde 1767 hasta 1773, por lo que su representación en esta época es excepcional.
Pág. 275
BOCM-20221115-49
BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 2022
La pintura representa una escena que tiene lugar en un interior palaciego, donde un
grupo de cinco personas se preparan para un baile de máscaras. El escenario podría considerarse una sala de aparato, en la que se dibujan elementos arquitectónicos, como un pórtico y pilares de orden jónico y gusto clasicista y elementos decorativos, como la escultura
de un león sedente sobre un elevado basamento y un jarrón sobre pedestal, pieza decorativa que se repite en otras obras de Paret. Los personajes que integran la escena, tienen una
actitud expresiva, alegre y movida, pues se están preparando para un nuevo entretenimiento, el baile de máscaras.
Una mujer joven ocupa el espacio central; lleva máscara, un peinado que sigue la moda
de los años anteriores a 1770 y un vestido a la francesa, más corto, que deja ver los tobillos.
La falda lleva en el borde inferior un volante dorado a juego con el petillo del vestido y con
la parte inferior de las mangas, abullonadas a la altura del hombro, siguiendo modelos de la
corte española del siglo XVI. La mezcla en el mismo vestido de elementos propios de la
vestimenta de moda en diferentes épocas evidencia que se trata de un disfraz y la cesta con
flores bajo su brazo la identifica como Flora.
Una segunda figura femenina asiste a la principal, colocándole la sobrefalda, mientras
atrae la atención del hombre situado al fondo, en un segundo plano. En la esquina inferior
derecha de la pintura un hombre de espaldas, vestido a la francesa con tricornio y peluca,
observa la escena femenina mientras sostiene una capa roja, espada y tricornio, que probablemente pertenezcan al caballero sentado en una lujosa butaca en la esquina izquierda.
Este, a quien las voluminosas mangas de su casaca y los colores de su vestimenta emparejan en el disfraz con la dama situada en el centro, llama la atención de un perro, que completa la escena.
Paret concede importancia y protagonismo al vestuario —en este caso, indumentaria
de diseño y telas refinadas— otorgando elegancia a todos los personajes-; es una característica de su pintura. A la vestimenta de los personajes se une el despliegue de telas que, con
gran aparato, se descuelgan desde un alto ventanal, en el lateral de la estancia. Las figuras
se sitúan en un escenario magnificado, de grandes medidas, un espacio desproporcionado
en comparación con las figuras, en menor tamaño.
Al tratarse de una pintura inacabada, la obra nos permite analizar el proceso creativo
de Paret y las técnicas utilizadas para su ejecución. La delicada tela de tafetán se cubre con
una preparación de color ocre, en la que se dibuja, a lápiz, la imagen preparatoria. De esta
queda al descubierto el trazado de los elementos arquitectónicos, no coloreados, tanto en la
parte superior del fondo como en el suelo de la estancia, sin terminar. La preparación ocre
sirve de fondo y medio tono sobre el que se modelan las figuras; el artista aplicó unos finos
trazos y puntos blancos para destacar contornos y algunas líneas de interés, formando una
delicada textura sobre la que luego se disponía el color, en pinceladas traslúcidas y opacas.
Algunas de estas líneas blancas han quedado vistas debido al desgaste superficial de la pintura. Los reflejos de luz se dibujan a través de diminutos toques finales realizados con la
punta del pincel con colores blancos o muy claros. El cromatismo de la obra es de delicados tonos pastel, tonalidad frecuente en su pintura, que aplicaba en finísimas y exactas
pinceladas. La fina trama del tafetán otorgaría a la obra brillos y reflejos que animarían
la expresividad de la pintura.
Se trata de una obra temprana en la producción de Paret, fechable entre 1767-1770.
En ella se ve la correspondencia con otros trabajos del autor: por la analogía en el tema, por
el tratamiento de las figuras o por la técnica empleada para su ejecución, se podría relacionar con su obra “Baile en máscara” (Museo Nacional del Prado), fechada en 1767.
Los elementos que aparecen en la obra y la actitud de los personajes nos muestran el
interés del autor por los temas humanistas y del mundo clásico, cuya simbología refleja en
la pintura. La figura principal, disfrazada de Flora-Venus, emana una discreta sensualidad,
mientras su compañero está atento al perro, imagen de la fidelidad. La figura del león, símbolo clásico de fortaleza, corona la escena. Se representa así una sociedad más libertina y
dispuesta al disfrute, que intenta socavar y modificar los valores de la sociedad española
tradicional.
En esta obra Paret refleja su formación humanista y se muestra como un consumado
cronista, al recrear en ella el nuevo entretenimiento y mostrar los pormenores de lo que
rodeaba a los bailes de máscaras, muy raramente representados. Las mascaradas fueron
objeto de controversia social y política, al haber estado prohibidas durante años; en 1767,
a iniciativa del Conde de Aranda, se permitió celebrar un baile de máscaras, que debía
regirse por un minucioso reglamento publicado por orden del gobierno. Se permitieron
desde 1767 hasta 1773, por lo que su representación en esta época es excepcional.
Pág. 275
BOCM-20221115-49
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