C) Otras Disposiciones - CONSEJERÍA DE CULTURA, TURISMO Y DEPORTE (BOCM-20210906-16)
Bien de interés cultural – Decreto 207/2021, de 1 de septiembre, del Consejo de Gobierno, por el que se declara Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid la pintura titulada “San Jerónimo”, atribuida a Luis de Morales
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BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
LUNES 6 DE SEPTIEMBRE DE 2021
B.O.C.M. Núm. 212
Fue uno de los santos cristianos más representados entre los siglos XI y XVIII, como
cardenal, o como anacoreta penitente golpeándose el pecho, a la entrada de una cueva, junto a un crucifijo, una calavera y otros elementos alusivos a su trabajo como traductor de la
Biblia. A partir de la Contrarreforma, esta fue la representación más habitual, dado el papel
otorgado por la Iglesia católica a los santos como modelos de contrición y sacrificio.
La representación de santos ha sido un tema muy recurrente en la dilatada producción
artística de Luis de Morales. San Jerónimo, significativamente, es el santo que más ha repetido (media docena de tablas realizadas por él y su taller), junto a la Magdalena, san Juan
Evangelista y san Juan Bautista.
La obra es de una gran calidad artística y técnica. Inédita hasta fechas recientes en la
bibliografía del autor, se dio a conocer en la exposición El Divino Morales (Museo del Prado, 2015).
Se trata de una obra de carácter devocional. El artista realizó varios retablos, pero donde obtuvo más éxito fue en el género de pequeños trípticos y en figuras aisladas de pequeño
tamaño, que facilitaban el orar y el recogimiento interior de forma más cercana. Inventó así
una serie de estereotipos que repitió continuamente porque le fueron muy solicitados.
La obra objeto de declaración sigue su fórmula compositiva característica de este tipo
de obras. En palabras de Leticia Ruiz Gómez «presenta a san Jerónimo en busto largo, con
la figura muy cerca del espectador, bañada por una iluminación contrastada y un fondo intensamente oscuro. La disposición de la cabeza con los ojos elevados, enmarcados por el entrecejo fruncido y la boca entreabierta, repite también la expresión de sus santos penitentes,
las Dolorosas y, sobre todo, los “Ecce Homo”. Una nota propia de la tabla madrileña es que
el santo luce una barba larga y desaliñada, con guedejas grisáceas que enfatizan el tipo seguido para otros ancianos pintados por Morales, y que pueden ponerse en relación con modelos cercanos a Alonso Berruguete (1489-1561) y Juan Correa de Vivar (h.1510-1566)».
Según la especialista, se puede comparar con las esculturas de San Jerónimo penitente o el Abraham del Sacrificio de Isaac del retablo del monasterio de San Benito el Real de
Valladolid (1526-32, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, inv. CE0271/018 y
CE0271/013), o el San Jerónimo de la iglesia de Santa María la Real de Nieva (1525, Segovia), así como, con la figura de Longinos del Calvario de Juan Correa de Vivar de la Colección Arango (Catálogo de la exposición referida, 2015, p.177).
El Santo participa del sesgo más personal del artista, pues sus personajes respiran una
atmósfera atormentada, volcados, más que a la acción, hacia una intensa vida interior, llenos de melancolía y renunciamiento ascético, propios del clima de crispada religiosidad que
habían impuesto los movimientos de reforma en la España del XVI. Estos se demacran y
languidecen y, para ello, utiliza sus recursos característicos.
Así el santo está representado con la abundante fealdad (propia de sus figuras aisladas
de santos, sobre todo, ancianos) a la que se refiere A. Gaya Nuño como “un recurso inocente para añadir mayor cantidad, de drama”. Como también contribuye la pincelada prieta y
minuciosa con que se recrea en pormenores de barbas, cejas y cabellos, los colores fríos y
esmaltados, las carnaciones pálidas, como de cera, misteriosamente difuminadas en la penumbra.
Morales realizó varios lienzos de esta temática. Solo dos se conservan en España (óleo
sobre tabla, 80 × 56 cm. Museo de la Catedral de Badajoz y óleo sobre tabla, 76,5 × 54,5,
ca.1570, antigua colección Montaner, Barcelona), además, del realizado con participación
del taller (63 × 46 cm, Palacio Real de Riofrío, Patrimonio Nacional, inv. N. I00061492).
Continuando con L. Ruiz Gómez, la calidad técnica de la obra objeto de declaración
“es notablemente superior por lo que debe ser considerada cabeza de serie de estas otras,
que son casi idénticas a la pintura objeto de estudio. La obra mantiene el dibujo preciso y
minucioso que describe la anatomía del torso y del rostro, pero emplea un sombreado más
sutil con un delicado tratamiento de la superficie pictórica, una iluminación más matizada,
hasta hacer tangible y real la figura del santo, la cruz y la calavera, estratégicamente cercana del espacio del espectador”.
Dentro de otra versión sobre este tema, destaca “El San Jerónimo penitente” de la National Gallery of Ireland, Dublín (óleo sobre lienzo, 62 × 46,5 cm, n.o inv. NGI.1). Muestra
una factura parecida, pero con algunas variantes, el santo carece de barba y la cruz se acompaña con un Cristo de bronce. La misma autora apunta que quizás ambas tablas, la que nos
ocupa y esta, pudieran haber sido realizadas entre 1555 y 1565, si bien, también en la década de los años cuarenta, y ser una de las que llevó a cabo Morales para un licenciado de Llerena (Badajoz), apellidado Mesa, quien le encargó al pintor “un San Jerónimo y se le pintó
una pieza muy rica de ver que fue estimada en mucha cosa”. La pintura de Riofrío es una
réplica de esta.
BOCM-20210906-16
BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
LUNES 6 DE SEPTIEMBRE DE 2021
B.O.C.M. Núm. 212
Fue uno de los santos cristianos más representados entre los siglos XI y XVIII, como
cardenal, o como anacoreta penitente golpeándose el pecho, a la entrada de una cueva, junto a un crucifijo, una calavera y otros elementos alusivos a su trabajo como traductor de la
Biblia. A partir de la Contrarreforma, esta fue la representación más habitual, dado el papel
otorgado por la Iglesia católica a los santos como modelos de contrición y sacrificio.
La representación de santos ha sido un tema muy recurrente en la dilatada producción
artística de Luis de Morales. San Jerónimo, significativamente, es el santo que más ha repetido (media docena de tablas realizadas por él y su taller), junto a la Magdalena, san Juan
Evangelista y san Juan Bautista.
La obra es de una gran calidad artística y técnica. Inédita hasta fechas recientes en la
bibliografía del autor, se dio a conocer en la exposición El Divino Morales (Museo del Prado, 2015).
Se trata de una obra de carácter devocional. El artista realizó varios retablos, pero donde obtuvo más éxito fue en el género de pequeños trípticos y en figuras aisladas de pequeño
tamaño, que facilitaban el orar y el recogimiento interior de forma más cercana. Inventó así
una serie de estereotipos que repitió continuamente porque le fueron muy solicitados.
La obra objeto de declaración sigue su fórmula compositiva característica de este tipo
de obras. En palabras de Leticia Ruiz Gómez «presenta a san Jerónimo en busto largo, con
la figura muy cerca del espectador, bañada por una iluminación contrastada y un fondo intensamente oscuro. La disposición de la cabeza con los ojos elevados, enmarcados por el entrecejo fruncido y la boca entreabierta, repite también la expresión de sus santos penitentes,
las Dolorosas y, sobre todo, los “Ecce Homo”. Una nota propia de la tabla madrileña es que
el santo luce una barba larga y desaliñada, con guedejas grisáceas que enfatizan el tipo seguido para otros ancianos pintados por Morales, y que pueden ponerse en relación con modelos cercanos a Alonso Berruguete (1489-1561) y Juan Correa de Vivar (h.1510-1566)».
Según la especialista, se puede comparar con las esculturas de San Jerónimo penitente o el Abraham del Sacrificio de Isaac del retablo del monasterio de San Benito el Real de
Valladolid (1526-32, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, inv. CE0271/018 y
CE0271/013), o el San Jerónimo de la iglesia de Santa María la Real de Nieva (1525, Segovia), así como, con la figura de Longinos del Calvario de Juan Correa de Vivar de la Colección Arango (Catálogo de la exposición referida, 2015, p.177).
El Santo participa del sesgo más personal del artista, pues sus personajes respiran una
atmósfera atormentada, volcados, más que a la acción, hacia una intensa vida interior, llenos de melancolía y renunciamiento ascético, propios del clima de crispada religiosidad que
habían impuesto los movimientos de reforma en la España del XVI. Estos se demacran y
languidecen y, para ello, utiliza sus recursos característicos.
Así el santo está representado con la abundante fealdad (propia de sus figuras aisladas
de santos, sobre todo, ancianos) a la que se refiere A. Gaya Nuño como “un recurso inocente para añadir mayor cantidad, de drama”. Como también contribuye la pincelada prieta y
minuciosa con que se recrea en pormenores de barbas, cejas y cabellos, los colores fríos y
esmaltados, las carnaciones pálidas, como de cera, misteriosamente difuminadas en la penumbra.
Morales realizó varios lienzos de esta temática. Solo dos se conservan en España (óleo
sobre tabla, 80 × 56 cm. Museo de la Catedral de Badajoz y óleo sobre tabla, 76,5 × 54,5,
ca.1570, antigua colección Montaner, Barcelona), además, del realizado con participación
del taller (63 × 46 cm, Palacio Real de Riofrío, Patrimonio Nacional, inv. N. I00061492).
Continuando con L. Ruiz Gómez, la calidad técnica de la obra objeto de declaración
“es notablemente superior por lo que debe ser considerada cabeza de serie de estas otras,
que son casi idénticas a la pintura objeto de estudio. La obra mantiene el dibujo preciso y
minucioso que describe la anatomía del torso y del rostro, pero emplea un sombreado más
sutil con un delicado tratamiento de la superficie pictórica, una iluminación más matizada,
hasta hacer tangible y real la figura del santo, la cruz y la calavera, estratégicamente cercana del espacio del espectador”.
Dentro de otra versión sobre este tema, destaca “El San Jerónimo penitente” de la National Gallery of Ireland, Dublín (óleo sobre lienzo, 62 × 46,5 cm, n.o inv. NGI.1). Muestra
una factura parecida, pero con algunas variantes, el santo carece de barba y la cruz se acompaña con un Cristo de bronce. La misma autora apunta que quizás ambas tablas, la que nos
ocupa y esta, pudieran haber sido realizadas entre 1555 y 1565, si bien, también en la década de los años cuarenta, y ser una de las que llevó a cabo Morales para un licenciado de Llerena (Badajoz), apellidado Mesa, quien le encargó al pintor “un San Jerónimo y se le pintó
una pieza muy rica de ver que fue estimada en mucha cosa”. La pintura de Riofrío es una
réplica de esta.
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