Consejería De Cultura, Turismo, Jóvenes Y Deportes. Bienes De Interés Cultural. (2024040039)
Decreto 25/2024, de 26 de marzo, por el que se declara Bien de Interés Cultural el "Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida", de la localidad de Mérida (Badajoz), con carácter de Patrimonio Cultural Inmaterial.
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NÚMERO 63
Martes 2 de abril de 2024

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en Esquilo, Sófocles y Eurípides sólo actúa por razones del sacrificio de Ifigenia, en Giraudoux
muestra su hostilidad y odio al marido desde el primer momento de contraer matrimonio.
Giraudoux en “Electra” y Anouilh en “Antígona” entienden que las experiencias trágicas se dan
sólo entre los reyes, no en los humildes. El heroísmo de quien sufre más que el hombre común
o realiza acciones que a otros le están vedadas tiene algo de épico. Antígona, al hacer frente al
poder establecido, produce admiración.
Racine centra la fuerza trágica en el conflicto de las pasiones. En su“ Andrómaca”, la tragedia se
desencadena por el amor no correspondido de Hermione por Pirro, enamorado de Andrómaca.
Hermione, como Fedra, es la heroína por ser la mujer abandonada. Siempre el desheredado y
dejado al margen del sistemagoza de nuestra empatía. Su “Fedra” es modelo de furor, delirio,
fatalidad y pasión. Al margen del desenlace, sus silencios recuerdan nuestros silencios. “Atalía”
es la tragedia de la cruel e idólatra reina de Judea que se ha apoderado del trono creyendo haber
exterminado a todos los descendientes de David. Pero escapa el joven Joás, que se convierte en
el instrumento de castigo de Dios.
En la actualidad, es esta lectura clásica la que acentúa la importancia de las pasiones como
vivir, vengarse, poseer o cualquier otra, la que más ha interesado a la literatura y a las artes
en general.
Edipo se sacó los ojos para no ver las monstruosidades a que había dado lugar en el seno de su
propia familia, de su propia madre; mientras, Fedra rumiaba en silencio su pasión por Hipólito,
con la nodriza como única confidente; también Medea se venga de Jasón en las tiernas vidas
de sus hijos: “Que mueran, no son míos: que perezcan, míos son dice enloquecida Medea”.
En el fondo de estas tragedias modernas subyace la misoginia revestida de amor y odio. La
antigüedad, por esta misma razón, tildó a Eurípides de misógino: Aristófanes hace que las mujeres
de Atenas celebren un juicio contra el tragediógrafo en las “Tesmoforiazusas”. Sin embargo,
a él debemos las mejores figuras femeninas en que el ser humano se realiza en su obra más
sublime, como es el sacrificio de morir por amor Alcestes, Macaria (en Hércules) y Fedra. Esta
última tragedia podría ser la más misógina, por el tema del acoso sexual, pero no es imputable
en modo alguno a Eurípides. Sófocles también escribió otra Fedra (perdida); y, por otra parte, Fedra
sufre el triste destino de no ver cumplidos sus deseos además del suicidio que sigue tras dejar
una carta en la que acusa falsamente a Hipólito. Es la tragedia de la patología erótica,más que
la tragedia de Fedra. Por eso Racine añadió a Séneca el componente de los celos por la diosa
virgen, más deseada por Hipólito que la propia madrastra. Unamuno la hizo más humana, en la
línea de Racine. El tema es tan viejo que se encuentra ya en el Génesis.
Y todas estas guerras encontraron eco en la comedia contemporánea de Aristófanes: “La Paz”,
“las Aves”, “Lisístrata”. Por lo general, de manera ridícula. En el “Misúmenos” (“Odiado”) de
Menandro, precedente del “Miles Gloriosus” plautino, al soldadote bárbaro, su querida, traída de
oriente (el anverso de Casandra o de Andrómaca), le cierra la puerta y le deja a la intemperie. El
soldado es ya objeto de risa, nada tiene que ver con el héroe épico, ni siquiera con el soldado
anónimo de las Termópilas, Maratón o Salamina.
Pero, es sobre todo en la tragedia contemporánea en la que se observa la barbarie de la guerra,
paradójicamente desde el lado del vencedor: las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides se
remontan al mito, pero se trata de un mito redivivo en las guerras contra los persas primero, y
en las guerras del Peloponeso después. El fracaso de los persas por atreverse a invadir Grecia
y el de los atenienses por hacer lo propio con la expedición a Sicilia son parejos, y ambos
históricos, pero con resonancias míticas en “Los Persas”, “Los Troyanos”, o “Las Fenicias”, por
poner algún ejemplo.
Las tragedias de Séneca vuelven a resucitar las viejas discordias de las casas de Tebas, Corinto
y Micenas; pero las “domesticas discordicis” de la dinastía Julio-Claudia- Domicia eran la
reencarnación cierta del mito. Nunca estuvieron más cerca mito y realidad —reconocen Gaston
Boissier y Eckard Lefevre—.
Y en la trastienda de la guerra, la lucha por defender su jardín, que decía Carlos Saura, la lucha
por el poder, en un sentido más amplio. Caín y Abel ya en el Génesis, Eteocles y Polinices en la
lucha por el trono de Tebas (Los siete contra Tebas), Atreo y Tiestes, en la disputa del trono de
Micenas, Agamenón y Menelao por la aniquilación de Troya, hasta las últimas consecuencias, con
la muerte del inocente Astianacte, para que no se reavivara la hoguera de futuras discordias (“Las
Troyanas” de Eurípides y Séneca).
La guerra es el tema central de “Los Persas” de Esquilo, de varias tragedias de Eurípides
(“Agamenón”, “Siete contra Tebas”, “Las Suplicantes”, “Andrómaca”, “Hécuba”, “Las Troyanas”),
de Séneca (“Las Troyanas”), de Shakespeare (“Coriolano”), de Corneille (“Horacio”, “ Cinna”) y de
Racine (“Andrómaca”, “ Ifigenia”), por citar sólo algunos ejemplos.