Consejería De Cultura, Turismo Y Deportes. Bienes De Interés Cultural. (2023061200)
Resolución de 31 de marzo de 2023, de la Consejera, por la que se incoa expediente de declaración de bien de interés cultural a favor del "Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida" de la localidad de Mérida (Badajoz), con carácter de Patrimonio Cultural Inmaterial.
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NÚMERO 68
Martes 11 de abril de 2023

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España, ha sido desenterrado- ¡tanta tradición hispano-romana por desenterrar!...- gracias
sobre todo, al benemérito Mélida, y hoy, al sol, nos habla de un secular pasado de grandeza.
Todo lo que se hizo durar para siempre vuelve a ser restaurado, de una o de otra manera; sólo
perecen las ruinas que se construyeron como tales, queriendo o sin quererlo..”..
Tras la breve interrupción de la guerra civil, el año 1939 se representó la “Aulularia” de Plauto,
por el Carro de la Farándula; después “Fedra”, de Séneca, por un grupo de Teatro Universitario
y el empeño con José Tamayo de que las representaciones tuvieran una cita anual con los mitos clásicos y los mitos escénicos hasta el día de hoy. El Festival planteaba así dos problemas:
qué clásicos representar y en qué escenarios.
En 1955, se da respuesta a ambos interrogantes al aceptar las tragedias de Shakespeare:
“Julio César”, en versión de José María Pemán, que hace transcurrir uno de sus actos en el
Anfiteatro. Teatro y anfiteatro quedaban así como lugares de representación hasta el día de
hoy. Definitivamente, también se aceptaría, con acierto, a los dramaturgos inspirados en el
mundo clásico, especialmente renacentistas y neoclásicos, españoles, europeos y universales
de prestigio.
En 1956, el “Tyestes” de Pemán con Francisco Rabal plantea los límites de “actualizar” a los
clásicos. Pero también esto era clásico, se trata de la vieja polémica de Curiacio Materno y
Séneca sobre si es lícito traspasar los límites y cánones fijados por las Poéticas. Los filólogos,
por lo general, somos reticentes; los hombres del teatro, sin embargo, son más proclives al
cambio y a “crear” o “adaptar”. Y en este contexto, la ”Orestíada”, en la que Tamayo empleó
más de doscientos comparsas, caballos, teatro y anfiteatro, alcanzó tal éxito que en menos
de un año contó con 185 representaciones. Su espectacularidad se repitió con la “Numancia”
de Cervantes el año 1961 en el Anfiteatro.
Llegados a este punto, se impone una reflexión: hasta este año el Festival se había movido
entre los clásicos grecolatinos y los renacentistas, había contado con los mejores actores y
compañías de teatro, había utilizado también el anfiteatro, habían asistido las autoridades
más relevantes en el plano nacional, pero faltaba sólo concretar la continuidad de las fechas,
la implicación de más entidades financieras (hasta entonces, sólo la Diputación de Badajoz y
el Ayuntamiento de Mérida) y, sobre todo, perfilar la línea de programación para marcar una
identidad.
Desde 1963, Mérida se incluye en la red de Festivales de España, experiencia temporal para
definitivamente exigirse con su propia personalidad por encima de todos los Festivales desde
hace ya más de medio siglo con el broche definitivo de 1984 cuando el Festival se gestiona
desde la Comunidad y el presidente de la Junta de Extremadura, Rodríguez Ibarra, muestra
su compromiso de “universalizar el Teatro Romano de Mérida”.