Consejería De Cultura, Turismo Y Deportes. Bienes De Interés Cultural. (2023060764)
Resolución de 27 de febrero de 2023, de la Consejera, por la que se incoa expediente de declaración de Bien de Interés Cultural a favor del "Poblado de Zamarrillas", en el término municipal de Cáceres, con la categoría de Sitio Histórico.
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NÚMERO 47
Jueves 9 de marzo de 2023

14597

Ya en el libro de yerbas de 1731, en la dehesa de la Zafra, se adjudica un partido de labranza
para Zamarrillas de 793 fanegas, pero siempre sin beneficio para los pobladores. Así no es
de extrañar el paulatino abandono del poblado, cuya supervivencia constituiría un suplicio al
menos desde un siglo atrás. Sus habitantes, sin duda, marcharían a la Villa en busca de mejores perspectivas de vida, sumiendo al caserío en el abandono en el que se encuentra desde
hace doscientos años.
El hecho cierto es que Zamarrillas languideció, desapareciendo, de forma casi definitiva, su
siempre escasa población con motivo de un episodio que relatan varios autores, como Madoz,
el Conde de Canilleros, Velo y Nieto, etc., eso sí, todos con la misma parquedad de datos, que
el Poblado fue arrasado por los franceses en la Guerra de la Independencia.
Tipología de la casa de campo en Cáceres.
En una primera época, se construyen en el campo cacereño castillos y torres con una función
militar o al menos disuasoria. Desde finales del siglo XV, se unen a estos cometidos los de tipo
residencial y económico, constituyéndose como centros de la explotación agropecuaria y emblema del poder y riqueza de sus dueños. Muchos se completan desde entonces con nuevas
dependencias residenciales y otras para el recogimiento de cosechas y ganado. Más adelante, estas funciones, residencial y económica, seguirán unidas en todas las grandes casas de
campo, aunque sus modelos y soluciones arquitectónicas evolucionan con el paso del tiempo.
En el siglo XV, se desarrolla definitivamente la casa-palacio campestre de estilo renacentista,
sin torres, con grandes y pétreos blasones heráldicos, mayor lujo, habitaciones más amplias,
y en general, con similar estructura y configuración que los palacios urbanos cacereños, con
sus atractivas fachadas de sillería.
Durante los siglos XVII y XVIII, las mejores construcciones campestres tienden a constituirse
con una característica figura cerrada, de forma casi cúbica, que se cubre con un tejado, a
cuatro aguas, sobre el que se levantan espadañas o pináculos, presentando todavía su fábrica
de mampostería, con sus habitaciones a uno y otro lado de un pasillo central, que se extiende
entre la puerta principal y la trasera de la edificación.
En el siglo XIX, se prodigan igualmente nuevas construcciones, ahora con un marcado carácter historicista y ecléctico, con sus muros generalmente enfoscados y enjalbegados, donde
todavía siguen mostrándose los blasones y escudos heráldicos de sus propietarios.
Las casas suelen estar ubicadas en sitio dominante, con amplia visibilidad, desde donde controlar la mayor extensión posible de la finca, y asimismo en sitio que disponga de agua en
las proximidades, ya sea arroyo, pozo o fuente. En general, componen el caserío una o varias
casas para alojamiento del dueño y de los empleados, más otras construcciones para atender