Comunidad Autónoma Del Principado de Asturias. III. Otras disposiciones. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2025-12397)
Resolución de 14 de mayo de 2025, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Deporte, por la que se incoa expediente para la declaración de la Trashumancia en Asturias, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 18 de junio de 2025

Sec. III. Pág. 81192

Las fundaciones plenomedievales de monasterios de mayor entidad en espacios
poco poblados, ligados a diferentes órdenes religiosas, articularían procesos de
verdadera colonización del territorio. Se vislumbra en ellos una intencionalidad clara para
aprovechar de forma sistemática las zonas más elevadas de la región a través de
prácticas trashumantes, en las que el ganado vacuno sería el protagonista (Aguadé
Nieto 1983). Testimonio de ello es la prolija documentación medieval de los diferentes
monasterios asturianos, por otra parte conocidos de manera desigual a partir de su
registro arqueológico (García Álvarez-Busto 2020). Ejemplos clave de estos nuevos
focos para la vertebración de la trashumancia en este período, son monasterios como los
de Courias (Cangas del Narcea) o Corniana (Salas), sin olvidar la relevancia de otros
centros del poder eclesiástico como la Catedral de Uviéu. Los testimonios documentales
ligados a los señoríos eclesiásticos denotan su papel articulador en la organización
social y productiva de la trashumancia en la Asturias plenomedieval. La relevancia de los
espacios de pasto y las brañas en las cartas de dotación o documentos fundacionales de
estos monasterios, con ejemplos claros como el de Santo Adriano de Tuñón (Fernández
Conde y Pedregal Montes 1998), así como en la ampliación posterior de sus dominios a
través de adquisiciones, donaciones y la extensión de prácticas de servidumbre, como
se observa en el caso de Courias (García García 1980; García Leal 2000), constituyen
las referencias más claras para analizar la evolución de esta manifestación inmaterial. A
través de modelos trashumantes, los rebaños eclesiásticos (monásticos y catedralicios)
aprovecharían pastos artificiales ganados al bosque en zonas elevadas –presión
antropizadora que atestiguan los registros paleoambientales (López-Merino 2009)–,
atendidos por siervos (a través del régimen de comuña) y pastores asalariados. Tal y
como plantean algunos autores (García Martínez 1988), las familias de los pastores o
brañeiros involucrados en la gestión directa de este formato trashumante auspiciado por
los principales monasterios del occidente asturiano daría origen durante la Baja Edad
Media al colectivo de los vaqueiros d’alzada. En definitiva, estas familias continuarían
con los movimientos trashumantes de media distancia entre zonas costeras o interiores
de Asturias y las zonas más elevadas de la cordillera Cantábrica, dentro de los límites de
los dominios monásticos (Fernández Mier et al. 2013: 199). No en vano, las personas
ocupadas de cuidar los importantes rebaños monásticos de ganado vacuno aparecen ya
mencionados como vakeros o kanalieguos desde el siglo XII en la documentación
eclesiástica (García Martínez 1988; Fernández Conde 2001: 148; Fernández Mier et al.
2013: 199–200).
El declive de los monasterios en época bajomedieval daría paso a un mayor
protagonismo en estas formas trashumantes a los emergentes poderes nobiliarios, o de
propietarios acaudalados, establecidos en las principales villas asturianas (Ruiz de la
Peña 1981). En algunos casos, desplegarían estrategias de inversión de capital
orientado a la adquisición de derechos, propiedades y ganados, que pondrían en juego
para generar sistemas de intermediación en los que bien pastores asalariados, o familias
campesinas dependientes, desarrollarían las actividades productivas trashumantes. Ya
desde siglos anteriores, algunas familias aristocráticas habían instrumentalizado
fundaciones monacales de carácter familiar para extender sus estrategias productivas
basadas en la ganadería trashumante. Alrededor de las nuevas villas o polas asturianas,
surgiría entre los siglos XII y XIV un nuevo régimen de gestión territorial articulado en
torno a los poderes concejiles, que también intercederían en la gestión de algunos de los
principales espacios de aprovechamiento pastoril (Fernández Mier et al. 2013: 203–5).
Los intereses propios de estas familias destacadas guiaron la acción política de las
nuevas instituciones, bajo el amparo de los privilegios otorgados por el poder
monárquico. Se iniciarían así procesos de apropiación o sobreimposición de los
derechos sobre los pastizales situados en sus territorios, que previamente detentaban
otros actores sociales, ya fuesen poderes eclesiásticos o nobiliarios, o derechos
comunitarios de las aldeas. El creciente peso de la ganadería vacuna, que posibilitaba el
aprovechamiento de la riqueza pascícola de los espacios elevados del interior asturiano,
determina un papel histórico clave para la trashumancia de corta o media distancia en

cve: BOE-A-2025-12397
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Núm. 146