Comunidad Autónoma Del Principado de Asturias. III. Otras disposiciones. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2025-12397)
Resolución de 14 de mayo de 2025, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Deporte, por la que se incoa expediente para la declaración de la Trashumancia en Asturias, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 18 de junio de 2025

Sec. III. Pág. 81214

terrenos de aprovechamiento equinoccial (en primavera y otoño), así como de los
pastizales de uso estival. Es habitual que las diferentes secciones altitudinales, y sus
correspondientes aprovechamientos estacionales, sean reconocidos como espacios
segmentados o separados por rayas, como se suele referir en la montaña central
asturiana (Rodríguez Gutiérrez 1989).
Los espacios de pasto más elevados insertos en los modelos de trashumancia de
valle o trasterminancia, los pastos estivales reciben denominaciones como puerto o
puertus, recogiéndose en menor medida otros términos como cordales (Martínez
Torner 2005: 64). Algunas zonas concretas donde crece hierba abundante que se
mantiene muy verde hasta bien entrado el verano, por una microtopografía que favorece
la retención del agua, o las características geológicas, reciben la denominación de vegas
(Linares García 2004: 38). Estas zonas son aprovechadas por los rebaños
exclusivamente a diente, aunque no era excepcional que, en algunas zonas puntuales,
debido a su inaccesibilidad, proporcionasen un corte de hierba en verde, por lo que
reciben denominaciones como huertas o huertos (güertas o güertos) generando aportes
de forraje suplementarios para momentos de necesidad.
Las praderías equinocciales son aprovechadas como espacios de pasto a diente
durante el periodo invernal, y principalmente en las estaciones intermedias (primavera y
otoño). Estos pastizales pueden ser denominados bajuras, y quedan separados de los
pastos estivales por la raya de arriba (García Fernández 1988: 144). Su uso se relaciona
fundamentalmente con el ganado vacuno que sigue un ciclo trasterminante, mientras que
la reciella aprovecha en esas mismas fases zonas de monte aledañas. Cuando el
ganado asciende hacia los pastos estivales más elevados, en estas praderías se deja
crecer la hierba para después segarla y almacenarla, bien en construcciones específicas
para este propósito en estos mismos espacios o trasladándola a pajares en cotas
inferiores. Así, en estos lugares suelen existir tipologías arquitectónicas específicas para
el almacenamiento del heno, que frecuentemente están situadas en el mismo prado,
pues se corresponden habitualmente con propiedades particulares de gestión familiar.
Pequeñas matas de fresnos crecen junto a las cabañas, sirviendo de fuentes
extraordinarias de forraje para el ganado en momentos de necesidad, junto a espineras u
otros arbustos espinosos que se disponen en algunas esquinas de las construcciones
para disuadir a los animales que pretendan rascarse contra dichos edificios poniendo en
riesgo su conservación.
Dentro de los espacios de pasto más cercanos a los núcleos de población son
habituales los montes comunales adehesados, amojonados y acotados, destinados al
ganado vacuno y equino destinado a las labores agrícolas, que casi siempre aparecen
contemplados y regulados en las ordenanzas locales. Su función era proporcionar
alimento de calidad en las fechas en que estas reses debían efectuar los trabajos de
acarreo más duros. También podían estar reservados para el ganado de carne y de
leche que proporcionaban el sustento de las casas del pueblo, mientras el grueso del
rebaño se alimentaba en zonas más distantes respecto a la aldea. Según las zonas
reciben denominaciones variadas: por ejemplo, guarizas en la montaña central.
Por último, encontramos los espacios de pasto en el entorno de los pueblos estantes,
donde existían praderías invernales a las que se conducían los rebaños desde los
establos en los que permanecían en régimen de semiestabulación durante el invierno.
Allí pastaban a diente, siempre que las condiciones climáticas no fuesen muy adversas.
En ese tiempo, el ganado doméstico era alimentado con la hierba seca almacenada en
los pajares, que había sido procesada y recogida de esos mismos predios durante las
fases del ciclo anual en las que el ganado ascendía hacia los lugares ganaderos más
elevados. Además, en el entorno de los pueblos también los espacios de cultivo servían
para alimentar puntualmente al ganado doméstico, una vez que la cosecha agrícola era
recogida. Se producía entonces el aprovechamiento de los rastrojos, y prácticas como la
derrota de mieses, una vez que los espacios destinados al cultivo de cereal, como las
eras, se abrían (García Fernández 1988).

cve: BOE-A-2025-12397
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Núm. 146