Comunidad Autónoma Del Principado de Asturias. III. Otras disposiciones. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2025-12397)
Resolución de 14 de mayo de 2025, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Deporte, por la que se incoa expediente para la declaración de la Trashumancia en Asturias, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 18 de junio de 2025
Sec. III. Pág. 81211
Esta observación resulta más relevante aún al evaluar las bases geográficas del modelo
trashumante de larga distancia de tipo mesteño, pues la complementariedad geográfica
se establece aquí entre los pastizales alpinos y subalpinos que crecen en los puertos
más elevados de la cordillera Cantábrica, y las dehesas extremeñas, a varios cientos de
kilómetros de distancia. Con esta amplia separación, cobra importancia el contexto
político y cultural que pudo –o no– facilitar el aprovechamiento complementario de
ambos biotopos, además de garantizar la seguridad en el tránsito de los rebaños entre
los dos espacios.
Sin duda, la marcada verticalidad de la orografía asturiana debe ser considerada una
especie de condición sine qua non, o «capa posibilitadora», que viabiliza fórmulas
pastoriles móviles como la trasterminancia o trashumancia de valle; también los modelos
de media distancia como los protagonizados históricamente por los vaqueiros d’alzada.
Muchas comunidades aldeanas en el territorio asturiano se sitúan a altitudes bajas o
medias donde basan su subsistencia en un sistema agrario mixto, en el que la agricultura
y la ganadería son estrategias complementarias, sin ensombrecer los aprovechamientos
forestales (García Fernández 1988). La inmediata existencia de sierras y zonas de
montaña a escasa distancia de dichas aldeas, en altitudes que superan en varios cientos
de metros el piso ocupado por el poblamiento estante, hace que los espacios elevados
queden integrados en los modos de vida campesinos a través de estrategias ganaderas
extensivas pivotadas desde la casa como célula básica de producción y consumo
(Gómez Pellón 1995; García Martínez 2006).
Las condiciones geográficas son propicias para el desarrollo de la trashumancia no
solo en términos de verticalidad. La orografía accidentada se estructura de forma
compleja en la geografía asturiana, generando diferentes unidades geomorfológicas que
determinan la existencia de zonas complementarias bien definidas (Muñoz
Jiménez 1982; Frochoso y Castañón 1990a; b). Su existencia, junto a la de corredores
naturales de mayor o menor facilidad para el tránsito (rasas costeras, depresiones
prelitorales, valles fluviales interiores, alineaciones de cordales elevados transitables),
propicia el desarrollo de actividades productivas complementarias entre esas unidades,
desplegando regímenes agrarios cíclicos que descansan sobre modelos itinerantes.
Unidades del relieve como las sierras y macizos litorales, los diferentes cordales que
corren con una dirección dominante Sur-Norte desde el eje axial de la cordillera
Cantábrica hacia la costa, o las altas cumbres de la cordillera Cantábrica y Picos de
Europa, se convierten en zonas de uso ganadero dominante que promueven su
aprovechamiento estacional por parte de comunidades que, en zonas más o menos
próximas, mantienen actividades agrarias complementarias. Mientras tanto, los
corredores naturales que dan acceso a esas zonas eminentemente ganaderas serán los
lugares preferentes de tránsito en los ciclos pastoriles itinerantes, concentrando en su
recorrido los caminos y vías pecuarias, así como puntos destacados para la celebración
de ferias y mercados, además de festividades y actos de relevancia social y simbólica.
En definitiva, la base geográfica del territorio en todas sus variables nos lleva a
advertir una serie de características que sustancian la manifestación inmaterial de la
trashumancia en Asturias, como ha sido ya expuesto para el estudio de la trashumancia
en España (Antón Burgos 1992). Se convierte así en un parámetro que facilita su
desarrollo, mientras la trashumancia retroalimenta las variables que constituyen el
paisaje asturiano (González-Álvarez 2019a). No en vano, esta actividad itinerante
contribuye no solo al tránsito de personas y productos que garantizan la reproducción
biológica de las comunidades humanas que han habitado el territorio asturiano en
distintos momentos de la historia; también vehicula la reproducción social de los grupos,
favoreciendo la movilidad e intercambio de ideas, experiencias, conocimientos,
generando el diálogo y el contacto entre comunidades humanas (Vázquez Varela 2001).
Pero más allá del componente cultural de la actividad, la trashumancia también
contribuye a generar corredores ecológicos que favorecen la dispersión y preservación
de la biodiversidad, siendo los propios animales los vectores en la dispersión de semillas
(MAAMA 2011; Garzón Heydt 2016; Couto González 2020). Estas consideraciones nos
cve: BOE-A-2025-12397
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 146
Miércoles 18 de junio de 2025
Sec. III. Pág. 81211
Esta observación resulta más relevante aún al evaluar las bases geográficas del modelo
trashumante de larga distancia de tipo mesteño, pues la complementariedad geográfica
se establece aquí entre los pastizales alpinos y subalpinos que crecen en los puertos
más elevados de la cordillera Cantábrica, y las dehesas extremeñas, a varios cientos de
kilómetros de distancia. Con esta amplia separación, cobra importancia el contexto
político y cultural que pudo –o no– facilitar el aprovechamiento complementario de
ambos biotopos, además de garantizar la seguridad en el tránsito de los rebaños entre
los dos espacios.
Sin duda, la marcada verticalidad de la orografía asturiana debe ser considerada una
especie de condición sine qua non, o «capa posibilitadora», que viabiliza fórmulas
pastoriles móviles como la trasterminancia o trashumancia de valle; también los modelos
de media distancia como los protagonizados históricamente por los vaqueiros d’alzada.
Muchas comunidades aldeanas en el territorio asturiano se sitúan a altitudes bajas o
medias donde basan su subsistencia en un sistema agrario mixto, en el que la agricultura
y la ganadería son estrategias complementarias, sin ensombrecer los aprovechamientos
forestales (García Fernández 1988). La inmediata existencia de sierras y zonas de
montaña a escasa distancia de dichas aldeas, en altitudes que superan en varios cientos
de metros el piso ocupado por el poblamiento estante, hace que los espacios elevados
queden integrados en los modos de vida campesinos a través de estrategias ganaderas
extensivas pivotadas desde la casa como célula básica de producción y consumo
(Gómez Pellón 1995; García Martínez 2006).
Las condiciones geográficas son propicias para el desarrollo de la trashumancia no
solo en términos de verticalidad. La orografía accidentada se estructura de forma
compleja en la geografía asturiana, generando diferentes unidades geomorfológicas que
determinan la existencia de zonas complementarias bien definidas (Muñoz
Jiménez 1982; Frochoso y Castañón 1990a; b). Su existencia, junto a la de corredores
naturales de mayor o menor facilidad para el tránsito (rasas costeras, depresiones
prelitorales, valles fluviales interiores, alineaciones de cordales elevados transitables),
propicia el desarrollo de actividades productivas complementarias entre esas unidades,
desplegando regímenes agrarios cíclicos que descansan sobre modelos itinerantes.
Unidades del relieve como las sierras y macizos litorales, los diferentes cordales que
corren con una dirección dominante Sur-Norte desde el eje axial de la cordillera
Cantábrica hacia la costa, o las altas cumbres de la cordillera Cantábrica y Picos de
Europa, se convierten en zonas de uso ganadero dominante que promueven su
aprovechamiento estacional por parte de comunidades que, en zonas más o menos
próximas, mantienen actividades agrarias complementarias. Mientras tanto, los
corredores naturales que dan acceso a esas zonas eminentemente ganaderas serán los
lugares preferentes de tránsito en los ciclos pastoriles itinerantes, concentrando en su
recorrido los caminos y vías pecuarias, así como puntos destacados para la celebración
de ferias y mercados, además de festividades y actos de relevancia social y simbólica.
En definitiva, la base geográfica del territorio en todas sus variables nos lleva a
advertir una serie de características que sustancian la manifestación inmaterial de la
trashumancia en Asturias, como ha sido ya expuesto para el estudio de la trashumancia
en España (Antón Burgos 1992). Se convierte así en un parámetro que facilita su
desarrollo, mientras la trashumancia retroalimenta las variables que constituyen el
paisaje asturiano (González-Álvarez 2019a). No en vano, esta actividad itinerante
contribuye no solo al tránsito de personas y productos que garantizan la reproducción
biológica de las comunidades humanas que han habitado el territorio asturiano en
distintos momentos de la historia; también vehicula la reproducción social de los grupos,
favoreciendo la movilidad e intercambio de ideas, experiencias, conocimientos,
generando el diálogo y el contacto entre comunidades humanas (Vázquez Varela 2001).
Pero más allá del componente cultural de la actividad, la trashumancia también
contribuye a generar corredores ecológicos que favorecen la dispersión y preservación
de la biodiversidad, siendo los propios animales los vectores en la dispersión de semillas
(MAAMA 2011; Garzón Heydt 2016; Couto González 2020). Estas consideraciones nos
cve: BOE-A-2025-12397
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 146