Comunidad Autónoma Del Principado de Asturias. III. Otras disposiciones. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2025-12397)
Resolución de 14 de mayo de 2025, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Deporte, por la que se incoa expediente para la declaración de la Trashumancia en Asturias, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 18 de junio de 2025
3.3

Sec. III. Pág. 81208

La trashumancia de largo recorrido: los pastores de merinas.

Hasta hace pocas décadas, grandes rebaños de ovejas merinas trashumaban hacia
los pastos más elevados de la cordillera Cantábrica procedentes fundamentalmente de
Extremadura, siguiendo un modelo de trashumancia de largo recorrido. El movimiento de
los ganados en este formato aprovecha de forma complementaria los pastos
adehesados de Salamanca, Cáceres o Badajoz, y las praderías alpinas y subalpinas de
varios sectores de las montañas asturianas, como por ejemplo Picos de Europa o
Somiedu (Izquierdo Vallina y Barrena Díez 2006; Rodríguez Pascual y Fernández 2010).
Tales zonas funcionarían como agostaderos dentro de este sistema trashumante
(MAAMA 2011: 51–52), quizá el ejemplo más conocido a nivel popular y también
académico de los diferentes modelos de trashumancia reconocidos en la península
ibérica (Elías y Novoa 2003).
Más allá de las posibles analogías con formas antiguas de movilidad ganadera
(Gómez-Pantoja 1995; Galán y Ruiz-Gálvez 2001; Blanco González y Esparza
Arroyo 2019), este formato de trashumancia se puede conectar con seguridad con el
sistema trashumante medieval que en su momento promocionó y estructuró el Honrado
Concejo de La Mesta (Klein 1920). Esta institución, establecida en 1273 por el rey
castellano Alfonso X, contaba con privilegios fiscales de origen realengo, con el objetivo
de promocionar la producción de lana, producto que resultaba de suma importancia para
la economía medieval ibérica (Pascua Echegaray 2012). La lana era un producto
orientado a la exportación hacia Europa clave en la balanza comercial de los reinos
ibéricos, por lo que la trashumancia contaba con el apoyo fiscal y político para su
desarrollo desde las monarquías ibéricas (Diago Hernando 2002). Durante la Época
Moderna, la vitalidad de la trashumancia con ovejas de raza merina quedaría ligada a los
flujos comerciales existentes entre la península ibérica y Flandes, así como a los precios
de la lana o los paños (García Sanz 2011), que en ambos casos se veían afectados por
las frecuentes guerras europeas. El decaimiento de ese comercio a partir del siglo XVIII
repercutiría negativamente en la vitalidad de la trashumancia (Bilbao y Fernández de
Pinedo 1996). La organización de La Mesta perduraría hasta el siglo XIX, cuando fue
abolida en 1836 y sustituida por la Asociación General de Ganaderos del Reino, en un
contexto de crisis de la producción lanar (García Sanz 1978). El declive de esta actividad
sería irremisible ante la falta de apoyos desde el gobierno estatal, mientras que la
modernización del sector primario, el éxodo rural y la extensión del transporte
mecanizado supondrían un golpe casi definitivo para la trashumancia de los rebaños de
merinas en el siglo XX (MAAMA 2011; Garzón Heydt 2016).
La llegada de los rebaños de merinas a los pastos cantábricos se producía a
comienzos del verano. La fecha precisa variaba en función de si los ganados
trashumantes aprovechaban en exclusiva los pastizales de la cordillera Cantábrica, en
cuyo caso arribaban a estos espacios a comienzos del mes de junio; o si aprovechaban
pastos que previamente habían alimentado los rebaños trasterminantes locales, en
cuyo caso los rebaños de merinas entraban en ellos hacia el final del verano, cuando
los ganados locales, fundamentalmente de vacuno, descendían hacia las praderías
artificiales de las brañas equinocciales. La primera situación es propia de los espacios
de pasto situados en la vertiente meridional de la cordillera Cantábrica (Gómez Sal y
Rodríguez Pascual 1992), mientras la segunda se daba en algunos puertos de la
vertiente norte, como los somedanos y pastizales de Ponga y Amieva, donde se
solapaban distintos usos ganaderos. Los pastos de la vertiente sur, por su mayor
exposición a la insolación y menor humedad, sobre todo los que crecían en sustrato
calizo con limitada agua superficial, se agostaban antes, por lo que escaseaban para el
periodo final del verano. En tal caso, los rebaños de merinas optaban por rebasar la
divisoria para aprovechar pastos que estuviesen disponibles en la vertiente norte
(Valladares 2005). Tal complementariedad de aprovechamientos se debe también a
que los rebaños de ovejas aprovechan el pasto aún más tras la pación del ganado
vacuno, ya que el ganado ovino apura el pasto a ras de suelo. Esa misma
complementariedad de manejos pastoriles entre las dos vertientes de una cordillera se

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