Tribunal Constitucional. T.C. Sección del Tribunal Constitucional. Sentencias. (BOE-A-2025-3110)
Sala Segunda. Sentencia 1/2025, de 13 de enero de 2025. Recurso de amparo 1436-2022. Promovido por doña Ana Martínez Vidal en relación con las sentencias dictadas por la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo y la Audiencia Provincial de Murcia que desestimaron su demanda de protección de derechos fundamentales. Supuesta vulneración del derecho al honor: improcedencia de ponderar el derecho fundamental invocado con el derecho a la producción y creación literaria por referencia a un texto respecto del cual no puede concluirse que la recurrente haya servido de modelo de su protagonista.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 17 de febrero de 2025

Sec. TC. Pág. 22323

– ¿Qué te crees, que no me cobro el seguro de riesgos? Si alguien canta, el que se
la carga soy yo, que doy la cara, y hasta el Cama haría como si se escandalizara. Diría:
“Nunca creí que defraudara tanto mi confianza” y cosas así. Aunque él no sabe que lo
tengo pillado. Por mi seguridad. Tú, al ver los paquetes, has dicho 100 000. Eso es lo
que le diré yo al Cama, y le daré 45 000, la mitad menos la propina al partido.
No sufro problemas de conciencia; él tiene otros ingresos por otros lados.
– No puedo creerme que el Cama. O sea, que lo que se dice por ahí es verdad.
– La gente habla por hablar, y luego va y vota. Mientras voten, que hablen. Entran a
la habitación, y ella se dirige de inmediato al cuarto de baño. Hablan a través de la
puerta cerrada.
– ¿Y tú para qué quieres tanta pasta? ¿Cómo justificas tu nivel de vida? ¿No ves
que te van a pillar?
– Tía, una vez que te metes en gastos es un no parar. ¿Tú sabes lo que me han
costado los árboles llorones de mi chalet y el tratamiento por las plagas? ¿Y la cascada
artificial del porche?
¿Y los enanos del jardín?
– Los enanos son de escayola; eso cuesta poco dinero.
– Los míos son de bronce bañado en imitación de oro ¿o es que te crees que soy un
cateto?
– Te digo una cosa: yo no tendría que saber nada de todo esto.
– Llevas razón, pero a alguien se lo tengo que contar. No se puede ser rico y estar
callado. Es como si fueras pobre.
– ¿Y dónde guardas la pasta?
– En una falsilla de la bodega de mi chalé, en un sotanillo. Las paredes están
forradas de billetes. Los tengo a la temperatura de los vinos.
– ¿Sabes que esto ya lo sabía? Me lo dijo la concejala de asuntillos. Que se lo
habías dicho tú mismo.
– Soy un bocazas. Es que no me puedo contener.
La concejala de obrillas sale del cuarto de baño. Viste botas negras de tacón alto,
muy ajustadas a la pierna, con el cuero liso ligeramente por encima de las rodillas. Bajo
ellas, unas medias a medio muslo sostenidas por un liguero alto. Y nada más. Sin
embargo, el concejal solo tiene ojos para el látigo de siete colas que la concejala lleva en
la mano.
– ¿Hoy vamos de rollo duro, princesa?
– Tú lo has dicho. Bájate los pantalones y pon el culo en pompa. Vas a pagar por
todos tus pecados.
Las siete colas del látigo restallan a ritmo acompasado en el culo blanquecino, fofo y
lampiño del concejal de basurillas, repartidos por igual en cada glúteo hasta completar la
decena. El dulce castigo es respondido con suspiros y ayes de naturaleza indistinguible
entre dolor y placer.
– Ahora te toca a ti –concede todavía en tono autoritario la concejala de obrillas,
aunque sugiriendo la dimisión de su papel de ama para convertirse en alfombra sumisa
del todopoderoso jefe de las basurillas.
Éste, aun con su postrero enrojecido y lastimado, se muestra al instante capaz de
cumplimiento, según denota la rápida viveza de su pijillo, y extrae de la bolsa de billetes
depositada sobre la mesilla una pieza de 500 euros. Ahora es la concejala la que se
pone en pompa para ser atravesada por la vía más angosta de su hemisferio carnal, a
sabiendas de que la dificultad natural que tal empeño acarrea con tan exigua
herramienta será superada por la excitación que inevitablemente se producirá al situar el
billete, a modo de telón, entre la punta del artefacto varonil y el ojillo. De una rápida y
certera embestida, el billete desaparece en el interior de la concejala con arte de
malabar. Pero la gloria de ejecución tan eficaz resulta contrariada por el efecto
probablemente doloroso que se desprende del grito desgarrador de la concejala, y esto a
pesar de que la resolución con que ambos han acordado las posturas y los actos

cve: BOE-A-2025-3110
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Núm. 41