Ministerio de Cultura. III. Otras disposiciones. Patrimonio cultural inmaterial. (BOE-A-2024-23935)
Resolución de 7 de noviembre de 2024, de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes, por la que se incoa expediente de declaración de «La apicultura en España» como manifestación representativa del patrimonio cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Sábado 16 de noviembre de 2024

Sec. III. Pág. 148400

Para la cata, como para toda operación que pudiera suponer contacto con las abejas,
se usaba humo para adormecerlas y ahuyentarlas con el fin de poder realizar la labor sin
riesgo de recibir picaduras. En caso de producirse, se podían afrontar quitando el aguijón
y aplicando amoníaco que en algunos casos se llevaba consigo a la faena. Para producir
humo tradicionalmente se usaban trapos al extremo de un palo y el combustible solía ser
excremento de mulo o asno o boñiga de vaca, según las zonas. Se cita también el uso
de «riol», que eran los restos de prensar olivas. Los ahumadores fueron sustituyendo
este instrumental. En la apicultura moderna la recolección se realiza retirando las alzas
de la colmena con ayuda de un soplador y llevándolas a un laboratorio para el
desoperculado de cuadros (es decir, la apertura de las celdas) por procedimientos
mecanizados que pueden incluir un aumento de temperatura.
Después de la cata, en la apicultura tradicional se llevaba a cabo el colado. En este
tipo de operaciones la participación y trabajo femenino eran muy significativos. Los
panales deshechos de los que no saltaba la miel se calentaban mezclados con agua o al
baño maría. La pasta correspondiente se depositaba en una duerna con un agujero del
que saltaba miel mientras en el recipiente acababa quedando una capa de cera que
servía para elaborar velas caseras. Una vez calentados, los panales se escurrían a
mano quedando unas bolas de cera (cerones) que se pasaban por una calceta o manga
que ejercía de tamiz, para acabar de sacar la miel. Una labor para la que se podían usar
apretaderas (tenazas grandes) o prensas.
En la apicultura moderna profesional, se han introducido extractores de miel de acero
inoxidable que centrifugan el producto de forma mecanizada para su posterior filtración y,
al cabo de unas semanas, trasiego.
Junto con la miel, la cera era un producto ampliamente aprovechado. Se menciona
la existencia de infraestructuras destinadas específicamente al prensado para la
obtención de cera. Eran los llamados lagares de cera, existentes en Galicia y Asturias
y que consistían en grandes estructuras de viga similares a los existentes para
prensar otros productos. Se realizaba una mezcla con agua en una caldera de cobre,
cuando ya se había retirado la miel, y se calentaba para fundir el producto. El
prensado permitía eliminar impurezas y crear grandes bloques de cera amarilla.
Además, se mencionan los tendales o eiras de cera, infraestructuras destinadas al
blanqueamiento de este producto mediante un proceso natural por acción del sol
realizado en pilas de piedra situadas a ras de suelo y, en menor medida, en alto.
Históricamente, tanto el noroeste peninsular como las regiones de Extremadura y de
Murcia eran puntos importantes de producción de cera.
Los cerones sin miel se calentaban en una cazuela grande o caldera con agua que
se ponía en el fuego y se removían procurando evitar que hirvieran. Posteriormente se
prensaban en una calceta mojada de arpillera con una piedra, unas apretaderas o una
prensa. La cera caía sobre una cazuela con agua en la que quedaban impurezas
(«magón») que se utilizaban luego como abono de la huerta. La cera que quedaba se
recalentaba y, ya líquida, se echaba a cazuelas con agua, donde se enfriaba. Las
impurezas que quedaban precipitaban en el fondo y, finalmente, quedaban las llamadas
tortas de cera de color amarillento. La misma operación se repetía con los panales sin
miel («cera en rama» y, cuando eran resecos, «macones»).
En el caso de la apicultura moderna profesional, la cera se puede obtener mediante
calderas de vapor o de agua con las que se calientan los panales viejos o los opérculos
en una operación que puede ir seguida de una decantación y de un prensado.
Si bien la apicultura tradicionalmente ha sido una labor masculina y a pesar de que
expertos decimonónicos se hacían eco de la falta de participación de las mujeres en la
apicultura profesional, a juzgar por algunas fuentes, las mujeres han intervenido
tradicionalmente en actividades de cata y, sobre todo, en las tareas de procesamiento del
producto, con mayor protagonismo en las fases de colado y envasado, comercialización
y elaboración del producto
En Cantabria, por ejemplo, el catado y el colado eran tareas laboriosas que, como la
matanza del cerdo, se realizaban en familia o incluso con apoyo vecinal. Eran contextos

cve: BOE-A-2024-23935
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Núm. 277