III. Otras disposiciones. MINISTERIO DE EDUCACIÓN, FORMACIÓN PROFESIONAL Y DEPORTES. Ayudas. (BOE-A-2024-18086)
Resolución de 5 de septiembre de 2024, de la Secretaría de Estado de Educación, por la que se publica el Acuerdo de la Conferencia Sectorial de Educación de 30 de julio de 2024, por el que se aprueba la propuesta de distribución territorial y los criterios de reparto de los créditos gestionados por comunidades autónomas destinados al Programa de cooperación territorial de Bienestar Emocional en el ámbito educativo, en el ejercicio presupuestario 2024.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 9 de septiembre de 2024
Sec. III. Pág. 112130
modifica y define de manera recíproca y determinante el estado de la otra. Hemos de
recordar que la salud mental es una importante dimensión del estado de salud, tanto
porque las enfermedades mentales son uno de los mayores componentes de la carga
global de enfermedad como por su carácter determinante del bienestar. En España,
el 12,74 % de la población de 15 y más años presenta sintomatología depresiva de
distinta gravedad: el 8,46 % presenta sintomatología leve, el 2,51 % moderada, el 1,19 %
moderadamente grave y 0,58 % grave. La frecuencia de la sintomatología depresiva es
prácticamente el doble en mujeres (16,32 %) que en hombres (8,94 %) en todos sus
grados de severidad. Esta relación no es constante en todos los grupos de edad. Con
respecto a la prevalencia de cuadros depresivos activos, según la Encuesta Europea de
Salud en España, 2020, el 2,46 % de la población de 15 y más años presenta un cuadro
de depresión mayor y 2,90 % otros cuadros depresivos. Según sexo, un 3,48 % en
hombres presenta algún cuadro depresivo activo frente al 7,14 % de las mujeres.
Tras el confinamiento asociado a la pandemia, los trastornos mentales aumentaron
del 1,1 % al 4 % en niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años y del 2,5 % al 7 %
en el caso de los trastornos de conducta, en comparación con los últimos datos oficiales
disponibles de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 2017. La incidencia de estos
problemas fue tres veces mayor en familias sin empleo que entre la infancia y la
adolescencia que vive en familias que han conservado el empleo (3 %) tras la crisis de la
covid-19. Además, los niños, niñas y adolescentes de hogares con bajos ingresos
sufrieron una probabilidad 4 veces mayor (13 %) de padecer trastornos mentales y/o de
conducta que los que viven en hogares de renta alta (3 %). También en los hogares más
pobres se concentra una mayor proporción de infancia migrante que presenta una mayor
incidencia de trastornos mentales y/o de conducta.
La salud, y en especial la salud mental, está, por tanto, estrechamente vinculada a
los determinantes sociales. Las condiciones de vida y trabajo, las condiciones
socioeconómicas y culturales, los estereotipos sociales o los estilos de vida se unen al
conjunto de factores biológicos, lo que hace necesario entender la salud mental como un
aspecto más del bienestar de cada persona. Es evidente, por tanto, entender el riesgo y
tensión a que se ve sometido el bienestar emocional de las personas, en estas
circunstancias.
Según un informe de la OCDE, en todos los países, la salud mental de los
desempleados y los que experimentan inseguridad financiera fue peor que la de la
población en general, una tendencia que es anterior a la pandemia, pero que parece
haberse acelerado en algunos casos. Además, dicho informe señala que, a partir de
marzo de 2020, la prevalencia de ansiedad y depresión aumentó, duplicándose en
algunos países. Los períodos en los que se notificaron las tasas más altas de ansiedad
se correlacionaron con períodos de intensificación de las muertes por covid-19 y estrictas
medidas de confinamiento.
Diversos estudios arrojan evidencia acerca del impacto que las condiciones
psicosociales generadas por la pandemia han tenido sobre la salud mental de la
población. Tanto los datos recogidos en la Encuesta Europea de Salud en España
(EESE, 2020) como la llevada a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS), reflejan un incremento de los trastornos ansioso-depresivos y de la sintomatología
compatible con el trastorno de estrés postraumático. Se registran, además,
complicaciones asociadas a patologías mentales previas a la pandemia, como en el caso
de los trastornos de la conducta alimentaria, de los cuadros psicóticos y de las conductas
adictivas sin sustancia, especialmente aquellas relacionadas con las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TICS). Todo ello, acompañado de un incremento de la
violencia de género y de malos tratos a la infancia.
Estas tendencias se mantienen en el último estudio Health Behaviour in School-aged
Children, 2022 (HBSC, 2022) o Estudio sobre las conductas saludables de los jóvenes
escolarizados. Este estudio es un proyecto auspiciado por la Organización Mundial de la
Salud (OMS) en el que participan casi 50 países occidentales, incluido España. Según el
mismo, los indicadores de satisfacción con la vida y salud auto percibida han disminuido
cve: BOE-A-2024-18086
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 218
Lunes 9 de septiembre de 2024
Sec. III. Pág. 112130
modifica y define de manera recíproca y determinante el estado de la otra. Hemos de
recordar que la salud mental es una importante dimensión del estado de salud, tanto
porque las enfermedades mentales son uno de los mayores componentes de la carga
global de enfermedad como por su carácter determinante del bienestar. En España,
el 12,74 % de la población de 15 y más años presenta sintomatología depresiva de
distinta gravedad: el 8,46 % presenta sintomatología leve, el 2,51 % moderada, el 1,19 %
moderadamente grave y 0,58 % grave. La frecuencia de la sintomatología depresiva es
prácticamente el doble en mujeres (16,32 %) que en hombres (8,94 %) en todos sus
grados de severidad. Esta relación no es constante en todos los grupos de edad. Con
respecto a la prevalencia de cuadros depresivos activos, según la Encuesta Europea de
Salud en España, 2020, el 2,46 % de la población de 15 y más años presenta un cuadro
de depresión mayor y 2,90 % otros cuadros depresivos. Según sexo, un 3,48 % en
hombres presenta algún cuadro depresivo activo frente al 7,14 % de las mujeres.
Tras el confinamiento asociado a la pandemia, los trastornos mentales aumentaron
del 1,1 % al 4 % en niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años y del 2,5 % al 7 %
en el caso de los trastornos de conducta, en comparación con los últimos datos oficiales
disponibles de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 2017. La incidencia de estos
problemas fue tres veces mayor en familias sin empleo que entre la infancia y la
adolescencia que vive en familias que han conservado el empleo (3 %) tras la crisis de la
covid-19. Además, los niños, niñas y adolescentes de hogares con bajos ingresos
sufrieron una probabilidad 4 veces mayor (13 %) de padecer trastornos mentales y/o de
conducta que los que viven en hogares de renta alta (3 %). También en los hogares más
pobres se concentra una mayor proporción de infancia migrante que presenta una mayor
incidencia de trastornos mentales y/o de conducta.
La salud, y en especial la salud mental, está, por tanto, estrechamente vinculada a
los determinantes sociales. Las condiciones de vida y trabajo, las condiciones
socioeconómicas y culturales, los estereotipos sociales o los estilos de vida se unen al
conjunto de factores biológicos, lo que hace necesario entender la salud mental como un
aspecto más del bienestar de cada persona. Es evidente, por tanto, entender el riesgo y
tensión a que se ve sometido el bienestar emocional de las personas, en estas
circunstancias.
Según un informe de la OCDE, en todos los países, la salud mental de los
desempleados y los que experimentan inseguridad financiera fue peor que la de la
población en general, una tendencia que es anterior a la pandemia, pero que parece
haberse acelerado en algunos casos. Además, dicho informe señala que, a partir de
marzo de 2020, la prevalencia de ansiedad y depresión aumentó, duplicándose en
algunos países. Los períodos en los que se notificaron las tasas más altas de ansiedad
se correlacionaron con períodos de intensificación de las muertes por covid-19 y estrictas
medidas de confinamiento.
Diversos estudios arrojan evidencia acerca del impacto que las condiciones
psicosociales generadas por la pandemia han tenido sobre la salud mental de la
población. Tanto los datos recogidos en la Encuesta Europea de Salud en España
(EESE, 2020) como la llevada a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS), reflejan un incremento de los trastornos ansioso-depresivos y de la sintomatología
compatible con el trastorno de estrés postraumático. Se registran, además,
complicaciones asociadas a patologías mentales previas a la pandemia, como en el caso
de los trastornos de la conducta alimentaria, de los cuadros psicóticos y de las conductas
adictivas sin sustancia, especialmente aquellas relacionadas con las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TICS). Todo ello, acompañado de un incremento de la
violencia de género y de malos tratos a la infancia.
Estas tendencias se mantienen en el último estudio Health Behaviour in School-aged
Children, 2022 (HBSC, 2022) o Estudio sobre las conductas saludables de los jóvenes
escolarizados. Este estudio es un proyecto auspiciado por la Organización Mundial de la
Salud (OMS) en el que participan casi 50 países occidentales, incluido España. Según el
mismo, los indicadores de satisfacción con la vida y salud auto percibida han disminuido
cve: BOE-A-2024-18086
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Núm. 218