III. Otras disposiciones. COMUNITAT VALENCIANA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2024-8703)
Decreto 30/2024, de 5 de marzo, del Consell, para complementar la declaración de bien de interés cultural, con la categoría de bien inmaterial, de la Romeria de les Canyes de Castelló, con la que se incorpora la procesión de las gaiatas y su simbolismo como seña identitaria de la ciudad de Castelló de la Plana.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Martes 30 de abril de 2024

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serenatas, tracas, etc.) los determinará a su arbitrio y conveniencia la correspondiente
Comisión del sector.»
Quedaban perfiladas, pues, las primeras líneas maestras de la gaiata monumental
como eje central de la fiesta en el barrio, dinamizadora, propulsora y aglutinadora de las
nuevas fiestas de la Magdalena, como símbolo diferencial y único de esta ciudad,
generador «d’orgull de genealogia... per que la Gaiata siga, el nostre millor pregó», como
rezan los versos de Artola. Únicamente quedaba por aseverar una de las condiciones
básicas de la gaiata monumental. Seguramente, por la influencia de las fiestas josefinas,
se entendió que aquellas primeras gaiatas monumentales acabarían siendo consumidas
por las llamas y así se recogía en los programas de fiestas de algunas comisiones de
sector: «A las 24, se quemará la gaiata, dando con esto fin a las Fiestas».
En un artículo del diario Mediterráneo, Carlos G. Espresati, que llevaba por título «La
última gayata», hacía la siguiente reflexión final: «Medite quien tenga la tea en la mano,
antes de aplicarla, si al quemar una gayata no va a destruir con la emoción evocadora de
nuestras más santas tradiciones ciudadanas, la posibilidad de que renazca de sus
cenizas en lo sucesivo, y sea la gayata quemada, para siempre, la última gayata». Y la
propuesta no cayó en saco roto, porque, en reunión común entre la recién creada Junta
Central de Festejos y los doce presidentes de las comisiones gaiateras, celebrada el 10
de marzo de 1945, tomaron una importantísima decisión que fue decisiva para entender
la gaiata. Así quedó reflejado en el diario Mediterráneo este acuerdo: «Las Gayatas no
se quemarán La Junta Central de Fiestas de la Magdalena nos remite la siguiente nota:
“Ante los rumores que han circulado sobre el carácter de nuestras fiestas y la posibilidad
de que terminaran siendo quemadas las gayatas, ayer por la tarde se reunió esta Junta
Central con los Presidentes de las doce comisiones de sector, acordándose por
aclamación que de ninguna forma, en el presente año ni en los venideros, se desvirtúe el
carácter del símbolo de nuestra fiesta quemando las gayatas”. Con gusto recogemos
algo que viene a disipar recelos y dudas y a poner en su punto la peculiaridad de
nuestras fiestas y de nuestras gayatas. Ya buscaremos destino y remate a las gayatas
pero quemarlas, desde luego, no».
Muchas eran las voces favorables a esta disposición. Apuntaba el escultor Tomás
Colón que no tenían que quemarse, pero sí que destruirse, y que quedara únicamente la
premiada. Auguraba el venidero de la gaiata como una armonía de luz, color y alegría.
Jaime Nos adivinaba la gaiata estilizada, perdiendo robustez y convirtiéndose en una
cosa esbelta, cuajada de adornos luminosos, pero sin figuras y escenas, ni esas partes
que echan en las Fallas; por lo tanto, no debían quemarse. Ya vaticinaba que «el papel
principal de la gaiata debe confiarse a la luz y el color». Conjuntaba ambas premisas:
importancia de la luz y no tienen que quemarse, Antonio Pascual Felip, miembro de la
Junta Central de Festejos, acuñaría la frase que ha pasado a la historia: «És un esclat de
llum, sense foc ni fum».
En aquella Magdalena de 1945 convivieron en el desfile, por primera vez, las gaiatas
individuales con las monumentales de los sectores; se fue abandonando la costumbre de
llevar las gaiatas sobre barras al hombro y se empezaron a utilizar carros echados por
individuos ataviados con saragüells y pañuelo. Aquellas primeras gaiatas monumentales
siguieron la estética tradicional del báculo con el farolillo iluminador que, en aquel
tiempo, estaban alimentados por baterías de coches, hecho que limitaba en gran medida
la luminosidad de estas y que fue uno de los problemas al que se buscaría solución,
unos años después. Así pues, la tercera incógnita de la ecuación gaiata quedaba
resuelta: al hecho de que no tenían que quemarse y que el papel de la luz sería
fundamental, se unía la forma identitaria del gayato, como elemento clave definitorio de
nuestro símbolo diferencial.
Con el fin de potenciar la figura de la gaiata monumental, en aquel primer año ya, se
convocó un concurso para elegir la mejor entre todas –un concurso que ha perdurado
hasta nuestros días. En aquel año de 1945 se premió con la distinción de mejor gaiata
monumental a la presentada por el sector número 11, seguida por la de los sectores 9
y 7. Desde el Ayuntamiento, queriendo marcar un camino de calidad en la ejecución de

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