III. Otras disposiciones. COMUNITAT VALENCIANA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2024-8703)
Decreto 30/2024, de 5 de marzo, del Consell, para complementar la declaración de bien de interés cultural, con la categoría de bien inmaterial, de la Romeria de les Canyes de Castelló, con la que se incorpora la procesión de las gaiatas y su simbolismo como seña identitaria de la ciudad de Castelló de la Plana.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Martes 30 de abril de 2024

Sec. III. Pág. 49617

adquiere protagonismo el monumento de la gaiata. Entonces, con un fuerte crecimiento
demográfico y económico de la villa, ya se reconocen las gaiatas y se denomina la
procesión de vuelta (tornada) de la romería como la procesión de las luces.
En la antigua procesión de las luces de la época medieval, desfilaban las gaiatas
representativas de los diferentes focos urbanos denominados Taxida, Almalafa,
Villamarch y Fadrell. Y apareció, en el primer tercio del siglo XV, otra gaiata con carácter
presidencial muy mayor en dimensiones que las otras cuatro, la gaiata del Micalet de
València, en representación de la capital del Reino. Poco a poco, estas pequeñas gaiatas
de mano que, año tras año, llevaban los romeros que conmemoraban este hito, se
desarrollaron hasta el monumento actual en el periodo barroco tardío. En esta época,
conservando los símbolos propios, como la culminación en forma de cayado y las luces y
el color, se montan encima de carros y se convierten en auténticas luminarias.
En el siglo XIX ya se conocía esta procesión como «la fiesta de la gaiata», y los
cronistas de la época recogían cómo se encontraban repletas de gente las calles de
Enmedio y Mayor al paso del desfile, mientras centenares de niñas y mujeres vestidas
de penitentes y magdalenas y con un cirio en la mano recorrían las calles entre las
gaiatas monumentales, con profusión de vasos y luces de colores, que, como describe
Balbas, se trataban de «hermosas pirámides con gran número de luces». En 1854, el
Ayuntamiento de Castelló decidió construir 14 nuevas gaiatas porque gustaban mucho a
la ciudadanía. Estas habían evolucionado desde las primeras gaiatas de mano llevadas
por un solo hombre, y de las que colgaban cintas blancas donde iban cogidas niñas
pequeñas que eran conocidas como las «niñas del meneo». También se construyeron
otras gaiatas más grandes portadas por hombres y después vendrían las grandes
gaiatas monumentales, arrastradas por carros y bestias, y que presentaban grandes
dosis de simbolismo. En 1865 se estableció un acuerdo municipal para construirlas con
vidrios de colores y usar cirios verdes que se situarían estratégicamente en el camino
por el que tenía que pasar la romería.
Con todo esto, definir qué es una gaiata es una tarea ardua y complicada. Si nos
atenemos a la tradición, son la recreación de aquellos cayados con farolillos que usaron
nuestros antepasados en su azarosa bajada a la llanura, una noche cerrada de 1251,
sorteando humedales. Cuentan los mayores, y los padres así lo transmiten a los hijos,
que con la autorización del rey emprendieron la marcha una noche tormentosa. Bajaban
con farolillos dotados de pobres cabezas de cirio y candelas que apenas iluminaban el
sendero. Se apoyaban en cañas, que les servían al mismo tiempo de gayato y guía,
porque las utilizaban para tantear la tierra y evitar los lodazales. Los niños iban atados
unos con otros, con una cuerda, a sus padres, para que no se extraviaran. Una bonita
leyenda, sin duda, pero si nos atenemos al rigor histórico, encontramos referencias sobre
aquellas luces que acompañaban la vuelta de la procesión penitencial en documentación
datada en el siglo XVIII.
Así pues, tenemos constancia fehaciente de gaiatas desde mediados de siglo XVIII, y
el vocablo gaiata, a buen seguro, hace referencia al bordón peregrino lleno de cirios que
debían de llevar, a modo de individuales luminarias, las magdalenas penitentes de las
procesiones descritas en los puntos anteriores. De acuerdo con las personas que
llevaban estas primeras gaiatas –niños y niñas–, debieron ser de poca envergadura y
menos peso, y además, individuales; esto es: portadas por una sola persona.
A mediados de siglo XIX, la gaiata se individualizó de la caña: esta última es asumida
como bordón peregrino de la romería y la gaiata, de forma que perdió ya su primitivo
significado religioso y pasó a convertirse en el símbolo histórico y festivo por
antonomasia de nuestra ciudad. En las celebraciones de 1852, realizadas con motivo del
VI centenario de la fundación de la ciudad, tenemos la primera constatación de la
vinculación de las fiestas de la Magdalena con el carácter fundacional de estas. El
Ayuntamiento oficializa esta celebración y, en la lectura del programa de festejos editado,
en el punto duodécimo de la organización del desfile, encontramos: «12.º Los niños que
llevan gaiatas iluminadas». De nuevo, una referencia a la gaiata, que nos ilustra de la
poca envergadura de estas por el hecho de ser llevadas por niños.

cve: BOE-A-2024-8703
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Núm. 105