III. Otras disposiciones. COMUNITAT VALENCIANA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2024-8471)
Decreto 42/2024, de 9 de abril, del Consell, para la declaración de bien de interés cultural, con la categoría de bien inmaterial, de la Festa de la Mare de Déu del Castell, de Cullera.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Núm. 102

Viernes 26 de abril de 2024

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Collaire», «Beate Mariae Cullarie», su festividad empieza a denominarse también por el
momento en el que se celebra, «Nostra Senyora de Març», o por el lugar donde tiene
lugar el culto, «Nostra Senyora del Castell», y, ya posteriormente, por la advocación,
«Nostra Senyora de l’Encarnació». Es decir, primero fue el culto a la imagen de la Virgen
María y después su advocación.
Evolución histórica/modificaciones:
Como bien es sabido, en el ámbito de la cultura festiva y también de los ritos
litúrgicos debemos considerar la evolución que ha experimentado esta fiesta en honor de
la Mare de Déu y, así, poder comprender cómo nos ha llegado al día de hoy tal como la
identificamos. En primer lugar, hay que tratar las fechas en las que tiene lugar el ritual
festivo. Comprender por qué la celebración a santa María acaba teniendo más
importancia local en marzo, con la festividad de la Encarnación. Para valorar esta
cuestión, hemos de tener en cuenta diferentes aspectos, empezando por lo que se ha
dicho anteriormente sobre la identificación de la fiesta con el nombre de Mare de Déu de
Març. Efectivamente, para identificar las festividades a santa María, hubo un momento
en el que se diferenciaban entre estas, entre las devociones, por el tiempo de su
celebración. La Mare de Déu de Març, la Mare de Déu d’Agost, etc. La devoción a santa
María deriva de la dedicación de los sábados (día de especial de devoción a la Virgen
María), y, a raíz de este origen, se conforman cofradías y hermandades y establecen un
calendario festivo más o menos anual. La razón por la que la Mare de Déu de Març
empieza a ser la festividad más marcada en el calendario anual en la villa de Cullera
puede ser discutida, pero, sin lugar a dudas, el hecho de que, hasta el año 1911, la
Encarnación o Anunciación fuera día de precepto en el calendario católico, y que, en la
época medieval, el 25 de marzo fuera el inicio del calendario tiene mucho que ver.
Incluso yendo más allá, y reconociendo el origen agrícola de la villa, y el cultivo más
reconocido, el del arroz, no sería nada extraño que, dentro del ciclo anual de trabajo de
este cereal, el tiempo de descanso de la tierra (marzo-abril) fuera el más adecuado para
celebrar una fiesta, para que toda la población pudiera participar. Así, podemos entender
que se situara la fiesta más importante del año a la devoción de la Encarnación en el
mes de marzo, con una grande e importante romería en el castillo, que después
evolucionaría en un «viaje», en un traslado a la villa (es la Virgen María quien baja). Aun
así, el día principal de las Fiestas Mayores se enmarca en el día de San Vicente Ferrer,
el segundo lunes de Pascua (y no el 5 de abril, a raíz del cambio efectuado en el siglo
XVII), puesto que era el primer día hábil después de la Cuaresma y Semana Santa para
poder celebrar con solemnidad una fiesta, tal como dice una nota de una visita pastoral
de final del siglo XVI: «por cuanto es cosa impropia e indecente, celebrar en fiestas de
tristeza, en tiempo que nuestra Santa Madre Iglesia Católica Romana, las celebra de
alegría. Como es la Pascua de Resurrección, y otras. Proveyó y mandó, el dicho señor
Visitador, que en semejantes tiempos, el reverendo Rector y Clero, de la dicha Iglesa, no
hayan procesiones…». De este modo, situamos ya en la actualidad, y sin interrupción,
las fiestas en el día de San Vicente Ferrer, con la Baixà el sábado anterior (antes, pero,
la Baixà había sido domingo, por eso de una octava se pasará a celebrar el novenario).

Todas las referencias dadas por los diferentes historiadores que han consultado
archivos, documentos, y lo transmiten a través de sus escritos, hacen referencia a la
Baixà de la Mare de Déu como un acto fortuito posteriormente ritualizado e
institucionalizado por parte de los organizadores de la fiesta. Pero la imagen de la Mare
de Déu era bajada, desde el principio, en diferentes ocasiones, consideradas
extraordinarias, y principalmente fuera de un ambiente festivo, puesto que el objetivo era
encomendarse a la Mare de Déu pidiendo su intercesión protectora ante sequías,
dolores, desolaciones por pérdida de cosechas, enfermedades, avenidas del río, etc. El
fin era, por lo tanto, implorar con clamor la presencia divina a través de santa María. En

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Evolución bajada: