III. Otras disposiciones. ADMINISTRACIÓN LOCAL. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-24758)
Resolución de 2 de noviembre de 2023, del Consejo Insular de Menorca (Illes Balears), referente a la declaración del baile menorquín de jota y fandango como bien de interés cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 4 de diciembre de 2023

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menorquines –sin especificar de cuáles se tratan– y dice que en invierno se hacían en
las casas y, en verano, en las plazas. También habla de cómo el hombre exteriorizaba su
fuerza y actividad, mientras que las mujeres bailaban con movimientos más lentos. Por
otro lado, Christoph F. H. Lindemann, un cura de las tropas alemanas hannoverianas
desplegadas en Menorca como parte de la guarnición británica durante la segunda
dominación británica de la isla, en su Geographische und Statistische Beschreiburg der
Insel Minorka (1786), dice del fandango que es un baile de movimientos bien simples
acompañado de una guitarra y que sigue el compás con las castañuelas o las baquetas
del tambor. También se sabe que en 1782 Juan de Silva Meneses y Pacheco, XIV Conde
de Cifuentes y gobernador de Menorca durante la dominación española de la isla del
siglo XVIII, fue recibido en una visita a Ciutadella con bailes de fandango en la plaza del
Borne.
Del siglo XVIII también se conservan numerosas representaciones gráficas de la
práctica de bailes populares en Menorca y el uso de ciertos instrumentos para
acompañarlos. Estas imágenes han servido de inspiración para la confección de los
trajes que llevan los bailadores de los grupos folclóricos creados a lo largo del siglo xx
para ambientar mejor sus actuaciones públicas. Algunos ejemplos representativos son
las obras anónimas Fiesta popular en Sant Llorenç de Binixems, del fondo del Centro de
Arte y de Historia Hernández Sanz de Maó, y Labradores acomodados bailando a la
entrada de Binigemor, de una colección particular; así como las obras costumbristas de
Joan Chiesa Fiesta de campo en Sant Llorenç de Binixems, del Centro de Arte y de
Historia Hernández Sanz; Fiesta de San Lorenzo de Binixems (atribuido a Chiesa), del
Ayuntamiento de Alaior; Estudio de personajes, de la colección de Tomàs Vidal Bendito,
o Estudio de personajes menorquines, de la Fundación Rubió y Tudurí-Andrómaco, entre
otros.
Por otro lado, Francesc Hernández Sanz, en su Compendio de Geografía e Historia
de la isla de Menorca (1908), en relación con los bailes que se practicaban en Menorca
durante los siglos anteriores al XIX, dice que sólo se bailaba la jota o el fandango, con
los que las familias amenizaban también sus fiestas íntimas como bodas, cerdas o el
carnaval. También se hace referencia al fandango en la zarzuela costumbrista de
Ciutadella Foc i fum, escrita por Joan Benejam Vives en 1885, pero como algo residual;
lo que hace constar igualmente el archiduque Luis Salvador de Austria en su Die Insel
Menorca del Die Balearen en Wort und Bild Geschildert (1890-1891), cuando dice que
Menorca ha sido invadida por bailes europeos que han desplazado «el fandango y el
bolero». El hecho de que en estos dos últimos documentos no se haga mención a la jota,
llevaría a Damià Bosch (2011) a concluir que la jota llegaría y arraigaría en la isla durante
la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, no puede descartarse que llegara antes y
que, como sucede hoy en día, la expresión bailar fandango se utilizara genéricamente
para referirse a bailar cualquiera de las danzas tradicionales de la isla y que el término
fandango se utilizara de forma indiscriminada para referirse también a la jota, dadas sus
similitudes.
El propio Damià Bosch explica que la generalización del fandango y otros bailes
tradicionales que se bailan hoy en día en Menorca son el resultado de la recuperación
intencionada de esta tradición popular fruto de un contexto histórico muy concreto, y
reciente. De un documento inédito redactado por el presbítero ciudadano Rafael Bosch,
extrae que en 1913, con motivo de la celebración del centenario de Francisca Seguí Vila,
se organizó en Ciutadella un baile de fandango porque ella lo había bailado de joven, y
que fue muy difícil encontrar cuatro bailadores que todavía le bailaran. El autor asegura
que este sentimiento de pérdida podría haber contribuido a la recuperación de los
antiguos bailes menorquines, entre ellos el fandango y la jota, que todavía sobrevivían
entre algunas familias menorquinas del campesinado como un viejo reducto del pasado.
Sin embargo, afirma que el calor de las danzas menorquinas se mantuvo, a pesar de las
modas cambiantes, hasta entrado el siglo XX en las zonas de Es Migjorn Gran, el
barranco de Algendar y al mediodía de Ciutadella, parajes de la antigua ruralía
menorquina fuerza conectados pero a la vez muy aislados del resto de la realidad isleña

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