III. Otras disposiciones. MINISTERIO DE CULTURA Y DEPORTE. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-17056)
Resolución de 13 de julio de 2023, de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes, por la que se incoa expediente de declaración de "La Zarzuela" como manifestación representativa del patrimonio cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 24 de julio de 2023
Sec. III. Pág. 107927
ópera. Así, nuestro país cultivó con éxito la ruta de los «géneros pobres», que en Europa
caminaban en torno al vaudeville, el singspiel, el intermezzo y la opéra comique.
La zarzuela supuso el nacimiento de un género híbrido, es decir, cantado, hablado,
bailado y representado, de ambiente rústico, temática clásica pastoril y tono mitológicoburlesco tal como describe el propio Calderón. Su denominación, zarzuela, proviene del
Palacio de la Zarzuela, (así denominado porque en sus terrenos abundaban las
«zarzas»), donde se representaron las primeras obras con este título escritas por
Calderón alrededor de 1657, El golfo de las sirenas y El laurel de Apolo, durante el
reinado de Felipe IV. En su inicio participaron jóvenes dramaturgos como Francisco
Bances Candamo, José de Cañizares y Antonio Zamora, y músicos de la corte como
Juan Hidalgo, Sebastián Durón o Antonio Líteres.
En el siglo XVIII el género abandona el perfil cortesano inicial, llegando así con
mayor facilidad al público que asistía a los corrales y teatros populares, las plazas
públicas o los patios, tanto en España como en América. En este cambio de rumbo
fueron fundamentales las figuras del escritor Ramón de la Cruz, que introdujo los
cuadros de costumbres y un claro realismo, y el conde de Aranda, gracias a sus
iniciativas en 1768 en favor de las diversiones públicas. La Briseida, Las segadoras de
Vallecas y sobre todo, Las labradoras de Murcia, obras del compositor Antonio
Rodríguez de Hita, convirtieron al género en un arte popular, que luchaba por
mantenerse ante la fuerza arrolladora de la ópera italiana, dirigido a un pueblo llano, que
buscaba en él contenidos vivenciales, problemas de la vida diaria, personajes y
costumbres cotidianas, dramatizados con músicas enraizadas en el folklore y las danzas
populares, con presencia también de instrumentos de la tradición oral.
Es importante señalar que la zarzuela se define desde el comienzo como una obra
«de y para el teatro», no para la lectura. Calderón, que nunca la definió, habla del
estatus menor, de su carácter ligero por tener sólo dos jornadas y permitir en ella lo
amoroso, lo lírico y lo jocoso.
Pero en el nuevo ideario lírico que se buscaba será sustancial el hecho literario,
manteniendo así la larga tradición de la música hispana en la que, desde los cancioneros
del renacimiento y en formas tan hispanas como el villancico y el romance, había surgido
una simbiosis radical entre música y texto, como señaló Tomás de Iriarte en su poema La
música: «Música y poesía en una misma lira tocaremos».
Es a mediados del siglo XIX cuando este género, movido especialmente por
Francisco Asenjo Barbieri y los compositores de su generación (Joaquín Gaztambide,
Emilio Arrieta, Cristóbal Oudrid, Rafael Hernando, José Incenga y Manuel Fernández
Caballero, entre otros), se convierte en un género universal que llena todos los teatros
de España y América, símbolo de la hispanidad. El estreno de la zarzuela Jugar con
fuego (1851) de Barbieri marca un hito y se convierte en piedra angular del género.
La restauración de la zarzuela se produce en un momento en el que estaba agotado
el proceso de creación dramática autóctona de origen dieciochesco y en el que el pueblo
reclamaba un arte musical y literario propio para combatir la presencia italiana que vivía
los últimos coletazos de la fiebre rossiniano-belliniana contra la que se pretendía
reaccionar.
La zarzuela nace separándose literariamente del drama romántico. Cuando Barbieri
quiere definir las cualidades de este teatro señala: «Nuestro teatro nacional ha sido y es,
principalmente, ameno… A esto se agrega el elemento popular y cómico que campea en
las obras mejores de nuestro repertorio… que son una verdadera encarnación del
sentimiento popular español».
Barbieri fija la función de este teatro que ha de ser dirigido «al público español que
paga y que va con idea de divertirse y no con la de oír sermones o ver horrores, como
los que hoy quieren hacernos tragar los autores de esos dramas llenos de adulterios,
asesinatos y delirios presentados con la más repugnante y cursi desnudez». El veredicto
del público es una peculiar y firme idea barbieriana que, desde luego, influyó en él de
manera fundamental y, en muchos casos, determinó su estilo, y en ello se fundamentan
cve: BOE-A-2023-17056
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Núm. 175
Lunes 24 de julio de 2023
Sec. III. Pág. 107927
ópera. Así, nuestro país cultivó con éxito la ruta de los «géneros pobres», que en Europa
caminaban en torno al vaudeville, el singspiel, el intermezzo y la opéra comique.
La zarzuela supuso el nacimiento de un género híbrido, es decir, cantado, hablado,
bailado y representado, de ambiente rústico, temática clásica pastoril y tono mitológicoburlesco tal como describe el propio Calderón. Su denominación, zarzuela, proviene del
Palacio de la Zarzuela, (así denominado porque en sus terrenos abundaban las
«zarzas»), donde se representaron las primeras obras con este título escritas por
Calderón alrededor de 1657, El golfo de las sirenas y El laurel de Apolo, durante el
reinado de Felipe IV. En su inicio participaron jóvenes dramaturgos como Francisco
Bances Candamo, José de Cañizares y Antonio Zamora, y músicos de la corte como
Juan Hidalgo, Sebastián Durón o Antonio Líteres.
En el siglo XVIII el género abandona el perfil cortesano inicial, llegando así con
mayor facilidad al público que asistía a los corrales y teatros populares, las plazas
públicas o los patios, tanto en España como en América. En este cambio de rumbo
fueron fundamentales las figuras del escritor Ramón de la Cruz, que introdujo los
cuadros de costumbres y un claro realismo, y el conde de Aranda, gracias a sus
iniciativas en 1768 en favor de las diversiones públicas. La Briseida, Las segadoras de
Vallecas y sobre todo, Las labradoras de Murcia, obras del compositor Antonio
Rodríguez de Hita, convirtieron al género en un arte popular, que luchaba por
mantenerse ante la fuerza arrolladora de la ópera italiana, dirigido a un pueblo llano, que
buscaba en él contenidos vivenciales, problemas de la vida diaria, personajes y
costumbres cotidianas, dramatizados con músicas enraizadas en el folklore y las danzas
populares, con presencia también de instrumentos de la tradición oral.
Es importante señalar que la zarzuela se define desde el comienzo como una obra
«de y para el teatro», no para la lectura. Calderón, que nunca la definió, habla del
estatus menor, de su carácter ligero por tener sólo dos jornadas y permitir en ella lo
amoroso, lo lírico y lo jocoso.
Pero en el nuevo ideario lírico que se buscaba será sustancial el hecho literario,
manteniendo así la larga tradición de la música hispana en la que, desde los cancioneros
del renacimiento y en formas tan hispanas como el villancico y el romance, había surgido
una simbiosis radical entre música y texto, como señaló Tomás de Iriarte en su poema La
música: «Música y poesía en una misma lira tocaremos».
Es a mediados del siglo XIX cuando este género, movido especialmente por
Francisco Asenjo Barbieri y los compositores de su generación (Joaquín Gaztambide,
Emilio Arrieta, Cristóbal Oudrid, Rafael Hernando, José Incenga y Manuel Fernández
Caballero, entre otros), se convierte en un género universal que llena todos los teatros
de España y América, símbolo de la hispanidad. El estreno de la zarzuela Jugar con
fuego (1851) de Barbieri marca un hito y se convierte en piedra angular del género.
La restauración de la zarzuela se produce en un momento en el que estaba agotado
el proceso de creación dramática autóctona de origen dieciochesco y en el que el pueblo
reclamaba un arte musical y literario propio para combatir la presencia italiana que vivía
los últimos coletazos de la fiebre rossiniano-belliniana contra la que se pretendía
reaccionar.
La zarzuela nace separándose literariamente del drama romántico. Cuando Barbieri
quiere definir las cualidades de este teatro señala: «Nuestro teatro nacional ha sido y es,
principalmente, ameno… A esto se agrega el elemento popular y cómico que campea en
las obras mejores de nuestro repertorio… que son una verdadera encarnación del
sentimiento popular español».
Barbieri fija la función de este teatro que ha de ser dirigido «al público español que
paga y que va con idea de divertirse y no con la de oír sermones o ver horrores, como
los que hoy quieren hacernos tragar los autores de esos dramas llenos de adulterios,
asesinatos y delirios presentados con la más repugnante y cursi desnudez». El veredicto
del público es una peculiar y firme idea barbieriana que, desde luego, influyó en él de
manera fundamental y, en muchos casos, determinó su estilo, y en ello se fundamentan
cve: BOE-A-2023-17056
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Núm. 175