III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
32 páginas totales
Página
Zahoribo únicamente muestra información pública que han sido publicada previamente por organismos oficiales de España.
Cualquier dato, sea personal o no, ya está disponible en internet y con acceso público antes de estar en Zahoribo. Si lo ves aquí primero es simple casualidad.
No ocultamos, cambiamos o tergiversamos la información, simplemente somos un altavoz organizado de los boletines oficiales de España.
Cualquier dato, sea personal o no, ya está disponible en internet y con acceso público antes de estar en Zahoribo. Si lo ves aquí primero es simple casualidad.
No ocultamos, cambiamos o tergiversamos la información, simplemente somos un altavoz organizado de los boletines oficiales de España.
BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83603
también se aprovisionó en las escombreras a pie de bocamina hasta prácticamente su
muerte, a los 87 años. Su hijo, «Tomasín» (Tomás Noval Tuya), fallecido tempranamente
se mantuvo igualmente vinculado al mundo del azabache. También se conserva la
memoria de Manolo «Ñovales», minero, que fuera pinche a comienzos del siglo XX en
las minas explotadas por los ingleses, y que falleció hacia 1990.
Tomás Noval Barredo ha pasado por ser «el último minero» y una figura crucial en el
abastecimiento de los profesionales del sector hasta casi el presente, según hacen
memoria los artesanos y recogieron los medios de comunicación. En el siglo XX, por
ofrecer una visión cuantitativa, se dan unas cuentas de explotación en kilos…, nunca ya
en quintales métricos o toneladas.
Indicaremos que se conocen diversas minas y numerosas galerías abandonadas a lo
largo de la zona costera entre Gijón y Lastres, refiriendo R. Estrada (que ha excavado
varias de ellas) cómo se distribuyen en La Providencia en Somió, Quintueles (en las
inmediaciones de La Ñora), Quintes, Argüero, Careñes, Tuero, Villavede, Oles, Tazones
y Lastres. La zona minera por antonomasia, por mayor densidad de galerías y mayor
calidad del azabache, es la correspondiente a la parroquia de Oles.
Como características generales, diríamos que se trató de un laboreo absolutamente
artesanal, carente de método científico o técnico riguroso, que mantuvo esta explotación
en parámetros de escasa evolución y que han dejado una huella efímera sobre el
territorio del que se deriva un patrimonio minero muy frágil. Algunas de estas labores las
asimilaríamos a los conocidos como «chamizos» en la cuenca central asturiana: sin
sistemas de achique de aguas, se basaban en la evacuación de éstas de modo natural,
ciñéndose su beneficio a los meses estivales, siendo así una actividad estacional que se
combinaba con las tareas propias del campo (ganadería y agricultura). Cabe indicar,
asimismo, que esas labores, por la propia condición geológica de los yacimientos, son
bastante superficiales: no hay trabajos realizados a cierta profundidad. La iluminación fue
rudimentaria y los sistemas de fortificación prácticamente inexistentes; en expresión
acertada de Pedro Villanueva, «de piqueta, candil y saco». Si en la protohistoria se dio
un aprovisionamiento en el frente del cantil, más tarde se fueron siguiendo las vaguadas
de torrenteras o riachuelos estacionales en fallas que cortan los estratos jurásicos,
siempre en unas condiciones rudimentarias y con una escala reducida. Como ya
apuntábamos en el apartado dedicado al marco geográfico, las galerías de acceso a las
vetas solían perforarse en el margen derecho de las torrenteras o vaguadas, buscando el
drenaje natural de las mismas, por gravedad, aprovechando la inclinación que presentan
las capas hacia el mar, hacia el Oeste.
Así, se practicaba la apertura de una galería, normalmente de longitud y sección
reducidas (lo justo para permitir pasar de pie), que podía contar con pozos verticales que
las conectaran con otras o para búsquedas concretas. Hubo en algunos casos una
pequeña vía, de sencillos raíles, para facilitar la evacuación de estériles (caso de la
conocida como mina Cimera), pero lo habitual era ir conformando un rudimentario suelo
de tablones de madera por el que hacer rodar una carretilla. La galería avanzaba hasta
que se encontraba una veta (no olvidemos que se trata de troncos aplastados, y escasa
sección) y los mineros la seguían, cavando ya en la arenisca en posición horizontal,
arrastrándose, perforando con la sección justa para que su cuerpo pudiera reptar hacia
delante y hacia atrás, con el saco tras de sí. Se procedía con cuidado, retirando la
arenisca e intentando obtener los trozos de azabache del mayor tamaño posible.
Los estériles consecuencia de esa actividad extractiva se depositaban ante la
bocamina, localizándose así numerosas escombreras ante las más importantes. Sin
embargo también fue común arrumbar esos estériles en los márgenes de los corredores
interiores, entorpeciendo el paso.
Precisamente esas escombreras se convirtieron, a lo largo del siglo XX y en la actual
centuria, en fuente de recursos para la producción artesana y joyera: «mineros de
fortuna» rebuscando entre esos materiales de desecho que siguen constituyendo hoy en
día el «yacimiento» que alimenta la producción autóctona.
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83603
también se aprovisionó en las escombreras a pie de bocamina hasta prácticamente su
muerte, a los 87 años. Su hijo, «Tomasín» (Tomás Noval Tuya), fallecido tempranamente
se mantuvo igualmente vinculado al mundo del azabache. También se conserva la
memoria de Manolo «Ñovales», minero, que fuera pinche a comienzos del siglo XX en
las minas explotadas por los ingleses, y que falleció hacia 1990.
Tomás Noval Barredo ha pasado por ser «el último minero» y una figura crucial en el
abastecimiento de los profesionales del sector hasta casi el presente, según hacen
memoria los artesanos y recogieron los medios de comunicación. En el siglo XX, por
ofrecer una visión cuantitativa, se dan unas cuentas de explotación en kilos…, nunca ya
en quintales métricos o toneladas.
Indicaremos que se conocen diversas minas y numerosas galerías abandonadas a lo
largo de la zona costera entre Gijón y Lastres, refiriendo R. Estrada (que ha excavado
varias de ellas) cómo se distribuyen en La Providencia en Somió, Quintueles (en las
inmediaciones de La Ñora), Quintes, Argüero, Careñes, Tuero, Villavede, Oles, Tazones
y Lastres. La zona minera por antonomasia, por mayor densidad de galerías y mayor
calidad del azabache, es la correspondiente a la parroquia de Oles.
Como características generales, diríamos que se trató de un laboreo absolutamente
artesanal, carente de método científico o técnico riguroso, que mantuvo esta explotación
en parámetros de escasa evolución y que han dejado una huella efímera sobre el
territorio del que se deriva un patrimonio minero muy frágil. Algunas de estas labores las
asimilaríamos a los conocidos como «chamizos» en la cuenca central asturiana: sin
sistemas de achique de aguas, se basaban en la evacuación de éstas de modo natural,
ciñéndose su beneficio a los meses estivales, siendo así una actividad estacional que se
combinaba con las tareas propias del campo (ganadería y agricultura). Cabe indicar,
asimismo, que esas labores, por la propia condición geológica de los yacimientos, son
bastante superficiales: no hay trabajos realizados a cierta profundidad. La iluminación fue
rudimentaria y los sistemas de fortificación prácticamente inexistentes; en expresión
acertada de Pedro Villanueva, «de piqueta, candil y saco». Si en la protohistoria se dio
un aprovisionamiento en el frente del cantil, más tarde se fueron siguiendo las vaguadas
de torrenteras o riachuelos estacionales en fallas que cortan los estratos jurásicos,
siempre en unas condiciones rudimentarias y con una escala reducida. Como ya
apuntábamos en el apartado dedicado al marco geográfico, las galerías de acceso a las
vetas solían perforarse en el margen derecho de las torrenteras o vaguadas, buscando el
drenaje natural de las mismas, por gravedad, aprovechando la inclinación que presentan
las capas hacia el mar, hacia el Oeste.
Así, se practicaba la apertura de una galería, normalmente de longitud y sección
reducidas (lo justo para permitir pasar de pie), que podía contar con pozos verticales que
las conectaran con otras o para búsquedas concretas. Hubo en algunos casos una
pequeña vía, de sencillos raíles, para facilitar la evacuación de estériles (caso de la
conocida como mina Cimera), pero lo habitual era ir conformando un rudimentario suelo
de tablones de madera por el que hacer rodar una carretilla. La galería avanzaba hasta
que se encontraba una veta (no olvidemos que se trata de troncos aplastados, y escasa
sección) y los mineros la seguían, cavando ya en la arenisca en posición horizontal,
arrastrándose, perforando con la sección justa para que su cuerpo pudiera reptar hacia
delante y hacia atrás, con el saco tras de sí. Se procedía con cuidado, retirando la
arenisca e intentando obtener los trozos de azabache del mayor tamaño posible.
Los estériles consecuencia de esa actividad extractiva se depositaban ante la
bocamina, localizándose así numerosas escombreras ante las más importantes. Sin
embargo también fue común arrumbar esos estériles en los márgenes de los corredores
interiores, entorpeciendo el paso.
Precisamente esas escombreras se convirtieron, a lo largo del siglo XX y en la actual
centuria, en fuente de recursos para la producción artesana y joyera: «mineros de
fortuna» rebuscando entre esos materiales de desecho que siguen constituyendo hoy en
día el «yacimiento» que alimenta la producción autóctona.
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139