III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83600
llamado cannel coal, de inferior brillo y peor conservación, pero de larga tradición;
también se utilizó la pasta vítrea.
Por otro lado, hay impresionantes piezas de azabache de época antigua que no han
sido catalogadas como tal y se exhiben en museos o se describen en documentos
académicos, ignorando su verdadera naturaleza. En muchas ocasiones, esa confusión
lograda de manera más o menos intencionada, se ha perpetuado hasta el presente: tal
vez por falta de rigor o bien por mantener identificaciones antiguas, se exhiben en
museos piezas de las que se indica son azabaches cuando algunos expertos ya han
probado que no es cierto.
Así lo explica, en su estudio pormenorizado, Andrea Menéndez: «A la hora de buscar
paralelos para materiales de este tipo, en memorias y museos, nos encontramos tanto
en la península como en otros contextos, con las dificultades que conlleva el rastrear un
material poco conocido, siendo lo más habitual una identificación errónea. Entre las
clasificaciones más comunes encontramos madera quemada, hueso quemado, asta
quemada, marfil quemado, pasta vítrea, vidrio negro o piedra negra en general, siendo
habitual su confusión con una gran variedad de piedras o materiales diversos en esas
tonalidades. No por casualidad estos mismos materiales han sido utilizados desde
etapas muy tempranas, y hasta la actualidad, con la idea de realizar imitaciones de esta
materia prima en épocas en las que la demanda era alta, a veces como competencia de
bajo coste y otras con fines fraudulentos, siendo habitual encontrar piezas en vidrio
negro o hueso quemado que imitan las formas o amuletos tradicionalmente realizados en
azabache».
La situación se complica y amplifica en el siglo XIX: se complica con la incorporación
de nuevos productos que se suman a los que venían siendo utilizados por su similar
apariencia, siendo muchos de ellos ya de producción industrial. En ese sentido, los
nuevos procesos fabriles logran ampliar el catálogo de materiales y abaratar en gran
medida su coste, manteniendo la vocación de similitud con el azabache pero con un
precio competitivo. La amplificación deriva de la expansión de la joyería y, diríamos,
«bisutería» de luto, en unas premisas propias de la cultura decimonónica, que primero
establecen unos grupos sociales y luego buscan copiar otros: conllevará un aumento de
la demanda porque se forja una cultura y hábitos en relación con la muerte que requieren
delicadas piezas negras.
Se utilizó, por estas razones y en ese tiempo: la madera de roble, quemada (oak
coal), el ónix u ónice negro (que también es producto geológico, pero cuya intensidad de
color se acentuaba con un proceso de tinción a base de azúcar carbonizada, al
calentarla en ácido sulfúrico) o el esmalte (resultante de la fusión de vidrio pulverizado y
óxido de hierro, que le confiere el color deseado).
Sin embargo, mediada esa centuria, arranca la producción industrial de nuevos
productos. En esa lista incluiríamos, en primer lugar, el cristal negro, cuyo lustre se
asemejaba al del azabache pulido. También aparece entonces la vulcanita (obtenida por
la vulcanización, o calentamiento a muy alta temperatura, del caucho junto con aceite de
linaza y azufre) que se difunde a partir de 1851 y permite la producción en serie y,
consecuentemente, su popularización. Conviene recordar que es un material de
imitación difícil de detectar, pero que puede desprender olor a azufre si se introduce en
un envoltorio durante un cierto tiempo. De igual modo, surge en esta época la ebonita
(similar a la anterior, con mayor proporción de azufre y cocción más larga, cuyo color
negro era más estable y duradero). Se trata de un material inventado en 1844 por el
estadounidense Charles Goodyear y al mismo tiempo por el inglés Hancock; fue
presentado en la exposición universal de Londres de 1851.
En Inglaterra se usó temporalmente el llamado Channel Coal, una sustancia
procedente del área carbonífera de Durham. También del Reino Unido irradió el uso de
otro material de apariencia similar al azabache, la gutapercha: el uso de esta resina que
exuda un árbol común en el sudeste asiático se presentó ya con un planteamiento
comercial en la Inglaterra de 1842-43, desencadenando un gran interés por sus ventajas
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83600
llamado cannel coal, de inferior brillo y peor conservación, pero de larga tradición;
también se utilizó la pasta vítrea.
Por otro lado, hay impresionantes piezas de azabache de época antigua que no han
sido catalogadas como tal y se exhiben en museos o se describen en documentos
académicos, ignorando su verdadera naturaleza. En muchas ocasiones, esa confusión
lograda de manera más o menos intencionada, se ha perpetuado hasta el presente: tal
vez por falta de rigor o bien por mantener identificaciones antiguas, se exhiben en
museos piezas de las que se indica son azabaches cuando algunos expertos ya han
probado que no es cierto.
Así lo explica, en su estudio pormenorizado, Andrea Menéndez: «A la hora de buscar
paralelos para materiales de este tipo, en memorias y museos, nos encontramos tanto
en la península como en otros contextos, con las dificultades que conlleva el rastrear un
material poco conocido, siendo lo más habitual una identificación errónea. Entre las
clasificaciones más comunes encontramos madera quemada, hueso quemado, asta
quemada, marfil quemado, pasta vítrea, vidrio negro o piedra negra en general, siendo
habitual su confusión con una gran variedad de piedras o materiales diversos en esas
tonalidades. No por casualidad estos mismos materiales han sido utilizados desde
etapas muy tempranas, y hasta la actualidad, con la idea de realizar imitaciones de esta
materia prima en épocas en las que la demanda era alta, a veces como competencia de
bajo coste y otras con fines fraudulentos, siendo habitual encontrar piezas en vidrio
negro o hueso quemado que imitan las formas o amuletos tradicionalmente realizados en
azabache».
La situación se complica y amplifica en el siglo XIX: se complica con la incorporación
de nuevos productos que se suman a los que venían siendo utilizados por su similar
apariencia, siendo muchos de ellos ya de producción industrial. En ese sentido, los
nuevos procesos fabriles logran ampliar el catálogo de materiales y abaratar en gran
medida su coste, manteniendo la vocación de similitud con el azabache pero con un
precio competitivo. La amplificación deriva de la expansión de la joyería y, diríamos,
«bisutería» de luto, en unas premisas propias de la cultura decimonónica, que primero
establecen unos grupos sociales y luego buscan copiar otros: conllevará un aumento de
la demanda porque se forja una cultura y hábitos en relación con la muerte que requieren
delicadas piezas negras.
Se utilizó, por estas razones y en ese tiempo: la madera de roble, quemada (oak
coal), el ónix u ónice negro (que también es producto geológico, pero cuya intensidad de
color se acentuaba con un proceso de tinción a base de azúcar carbonizada, al
calentarla en ácido sulfúrico) o el esmalte (resultante de la fusión de vidrio pulverizado y
óxido de hierro, que le confiere el color deseado).
Sin embargo, mediada esa centuria, arranca la producción industrial de nuevos
productos. En esa lista incluiríamos, en primer lugar, el cristal negro, cuyo lustre se
asemejaba al del azabache pulido. También aparece entonces la vulcanita (obtenida por
la vulcanización, o calentamiento a muy alta temperatura, del caucho junto con aceite de
linaza y azufre) que se difunde a partir de 1851 y permite la producción en serie y,
consecuentemente, su popularización. Conviene recordar que es un material de
imitación difícil de detectar, pero que puede desprender olor a azufre si se introduce en
un envoltorio durante un cierto tiempo. De igual modo, surge en esta época la ebonita
(similar a la anterior, con mayor proporción de azufre y cocción más larga, cuyo color
negro era más estable y duradero). Se trata de un material inventado en 1844 por el
estadounidense Charles Goodyear y al mismo tiempo por el inglés Hancock; fue
presentado en la exposición universal de Londres de 1851.
En Inglaterra se usó temporalmente el llamado Channel Coal, una sustancia
procedente del área carbonífera de Durham. También del Reino Unido irradió el uso de
otro material de apariencia similar al azabache, la gutapercha: el uso de esta resina que
exuda un árbol común en el sudeste asiático se presentó ya con un planteamiento
comercial en la Inglaterra de 1842-43, desencadenando un gran interés por sus ventajas
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139