III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83619
tradición, herencia, expresión del vínculo entre la moda y la identidad asturiana. Es decir,
incorpora reflexiones de nuestro tiempo. Importa aquí la conclusión que se establece:
«indumentaria tradicional», «traje tradicional asturiano» o «traje del país» (expresión ésta
común en el XIX) es «un concepto intelectual abstraído de una realidad cotidiana, la
variada gama de prendas propias del vestir de las clases populares».
Cuando «la nueva economía industrial, el desarrollo de las clases proletarias y el
auge de la burguesía dieron lugar a una nueva moda popular bien diferente de su
predecesora», sucedió que «las clases altas se vistieron con las viejas modas
populares», lo que supuso diferenciarse territorialmente con respecto a los de su misma
condición. Ese proceso se dio en tres etapas desde la segunda mitad del XIX hasta la
actualidad: una que alcanzó la guerra civil, otra que coincide con la posguerra y la
dictadura, y una última que asimilaríamos a la llegada de la democracia y el Estatuto de
Autonomía. En este sentido, interesa la presencia del azabache en ese traje asturiano
como posible indicador de etnicidad, lo que también precisa de ser confrontado, por un
lado con su utilización en otra vestimenta de ese tiempo y por otro, con su incorporación
a otros trajes tradicionales, propios de otras áreas del país.
Yendo por partes, diremos primeramente que en la definición de la indumentaria
tradicional asturiana aparecen los que se identifican como «bordados en azabache» en
distintas prendas del atuendo femenino, que no están realizados en azabache sino en
cristal negro, en el mejor de los casos, cuando no en pastas vítreas u otros materiales
industriales de color negro lustroso, coincidiendo con el uso de pasamanería, flecos y
otras piezas de mercería al uso. En el traje de llanisca, no hay bordado de azabache ni
en el justillo o corpiño y, en sintonía, tampoco en el pañuelo. Sí aparece en la solitaria,
dengue o rebociñu, que suele ser de terciopelo negro y llevar este tipo de bordados:
curiosamente, en Llanes se le llama «coral». También se decora así el mandil,
rematándose con flecos y «pingos», así como la saya, que lleva este tipo de adornos en
la parte inferior, en alternancia con cintas de terciopelo negro, yendo a juego la
chaquetilla, pues ésta se confecciona en el mismo género y con similares ornamentos.
Estos bordados no son de azabache,nunca estuvieron al alcance de los grupos
populares pero sí han pasado a ser identitarios, asociados a una tradición que, como ya
hemos visto, se «codifica» en el siglo XIX: una apariencia que denota prestigio, el
azabache como término que genera valoración.
Habiendo revisado distintas páginas web de creadoras actuales de trajes de aldeana,
advirtiendo las características de lo que hoy se cose, se vende, se alquila y se identifica
como tal, resulta evidente que lo que denominamos «azabache» referido a los bordados
de los mismos no es tal. Yendo al detalle del tipo técnico, el tradicional o histórico se
denomina «bordado al aire» y se ejecuta con cordón de soutache y cristal negro,
comúnmente checo (aunque ahora puedan introducirse de procedencia italiana o china),
del mismo modo, en los bordados de «agremán» (bordado realizado sobre una pieza de
tul o guipur o ganchillo, con abalorios que siguen una tira geométrica) también es
característico el color negro. Este color fue el hegemónico en los bordados de los trajes
antiguos (aunque algunos pudieran tener dorado, por ejemplo, combinado) y sigue
vigente en los actuales: la denominación de «azabache» puede dar idea de calidad o de
relevancia de quien así se viste, pero realmente no lo es. Quizás sí pueda haberse
utilizado, a modo de broche grande al final del dengue, una pieza de este mineral, como
en ocasiones hubo un medallón u otra pieza labrada: una suerte de «tacha» (así se
llamaría), pero se descarta por diversas cuestiones que los cientos de minúsculas piezas
cosidas que lleva esta vestimenta pudieran ser de este mineral. Por coste, por dificultad
para tallarlas en ese tamaño y perforarlas para su aplicación, por fragilidad de las
mismas para su conservación y agregaríamos, porque siempre se valoró que el traje
«pesara» y, como ya sabemos, el azabache es extremadamente ligero. Tampoco ha sido
habitual que las botonaduras del traje de porruano fueran de este material, en absoluto,
sino monedas o botones ricos, elaborados, pero siempre fuertes, resistentes…
En la formalización de las expresiones culturales tradicionales de toda España, no en
todas a la par pero sí en su mayoría y durante la segunda mitad del XIX, se produce un
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83619
tradición, herencia, expresión del vínculo entre la moda y la identidad asturiana. Es decir,
incorpora reflexiones de nuestro tiempo. Importa aquí la conclusión que se establece:
«indumentaria tradicional», «traje tradicional asturiano» o «traje del país» (expresión ésta
común en el XIX) es «un concepto intelectual abstraído de una realidad cotidiana, la
variada gama de prendas propias del vestir de las clases populares».
Cuando «la nueva economía industrial, el desarrollo de las clases proletarias y el
auge de la burguesía dieron lugar a una nueva moda popular bien diferente de su
predecesora», sucedió que «las clases altas se vistieron con las viejas modas
populares», lo que supuso diferenciarse territorialmente con respecto a los de su misma
condición. Ese proceso se dio en tres etapas desde la segunda mitad del XIX hasta la
actualidad: una que alcanzó la guerra civil, otra que coincide con la posguerra y la
dictadura, y una última que asimilaríamos a la llegada de la democracia y el Estatuto de
Autonomía. En este sentido, interesa la presencia del azabache en ese traje asturiano
como posible indicador de etnicidad, lo que también precisa de ser confrontado, por un
lado con su utilización en otra vestimenta de ese tiempo y por otro, con su incorporación
a otros trajes tradicionales, propios de otras áreas del país.
Yendo por partes, diremos primeramente que en la definición de la indumentaria
tradicional asturiana aparecen los que se identifican como «bordados en azabache» en
distintas prendas del atuendo femenino, que no están realizados en azabache sino en
cristal negro, en el mejor de los casos, cuando no en pastas vítreas u otros materiales
industriales de color negro lustroso, coincidiendo con el uso de pasamanería, flecos y
otras piezas de mercería al uso. En el traje de llanisca, no hay bordado de azabache ni
en el justillo o corpiño y, en sintonía, tampoco en el pañuelo. Sí aparece en la solitaria,
dengue o rebociñu, que suele ser de terciopelo negro y llevar este tipo de bordados:
curiosamente, en Llanes se le llama «coral». También se decora así el mandil,
rematándose con flecos y «pingos», así como la saya, que lleva este tipo de adornos en
la parte inferior, en alternancia con cintas de terciopelo negro, yendo a juego la
chaquetilla, pues ésta se confecciona en el mismo género y con similares ornamentos.
Estos bordados no son de azabache,nunca estuvieron al alcance de los grupos
populares pero sí han pasado a ser identitarios, asociados a una tradición que, como ya
hemos visto, se «codifica» en el siglo XIX: una apariencia que denota prestigio, el
azabache como término que genera valoración.
Habiendo revisado distintas páginas web de creadoras actuales de trajes de aldeana,
advirtiendo las características de lo que hoy se cose, se vende, se alquila y se identifica
como tal, resulta evidente que lo que denominamos «azabache» referido a los bordados
de los mismos no es tal. Yendo al detalle del tipo técnico, el tradicional o histórico se
denomina «bordado al aire» y se ejecuta con cordón de soutache y cristal negro,
comúnmente checo (aunque ahora puedan introducirse de procedencia italiana o china),
del mismo modo, en los bordados de «agremán» (bordado realizado sobre una pieza de
tul o guipur o ganchillo, con abalorios que siguen una tira geométrica) también es
característico el color negro. Este color fue el hegemónico en los bordados de los trajes
antiguos (aunque algunos pudieran tener dorado, por ejemplo, combinado) y sigue
vigente en los actuales: la denominación de «azabache» puede dar idea de calidad o de
relevancia de quien así se viste, pero realmente no lo es. Quizás sí pueda haberse
utilizado, a modo de broche grande al final del dengue, una pieza de este mineral, como
en ocasiones hubo un medallón u otra pieza labrada: una suerte de «tacha» (así se
llamaría), pero se descarta por diversas cuestiones que los cientos de minúsculas piezas
cosidas que lleva esta vestimenta pudieran ser de este mineral. Por coste, por dificultad
para tallarlas en ese tamaño y perforarlas para su aplicación, por fragilidad de las
mismas para su conservación y agregaríamos, porque siempre se valoró que el traje
«pesara» y, como ya sabemos, el azabache es extremadamente ligero. Tampoco ha sido
habitual que las botonaduras del traje de porruano fueran de este material, en absoluto,
sino monedas o botones ricos, elaborados, pero siempre fuertes, resistentes…
En la formalización de las expresiones culturales tradicionales de toda España, no en
todas a la par pero sí en su mayoría y durante la segunda mitad del XIX, se produce un
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139