III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023

Sec. III. Pág. 83620

mecanismo comparable por el cual la burguesía, que encarna el progreso, va
alcanzando el poder y se justifica asimilando la tradición: estos procesos de búsqueda de
la identidad regional, de sus raíces, están detrás de la definición de un «traje del país»
que entonces se codifica. Es un sincretismo de los ropajes burgueses y de la
indumentaria tradicional, no es el traje popular diríamos en estado puro; del mismo
modo, por el mecanismo de asimilación social que ya hemos tenido ocasión de explicitar,
las clases populares remedan esos modos y los van asumiendo como propios. Si bien el
traje de fallera en el Levante peninsular se codifica en el siglo XVIII, muchos de los que
hoy consideramos «trajes regionales» se definen a partir del 1850 y tienen en común la
incorporación de recursos propios de la indumentaria burguesa de aquel tiempo, tales
como las recargadas pasamanerías, las pedrerías y otros aditamentos.
Sin ser éste el objeto de estudio, pero sí un punto de comparación, traemos algunos
ejemplos que vienen sin duda al caso, tanto de ropa femenina como masculina. Podemos
empezar por una mantilla de casco segoviana fechada hacia 1904, que lleva alrededor
una franja de terciopelo y adorno de galón serpenteante de pasamanería de «azabaches»,
entrecomillados por la catalogadora, y que usó una niña de quince años. También hemos
encontrado un manteo troncocónico para mujer, fechado hacia 1880 y procedente de la
comarca de Las Villas en Salamanca: Se «remata alrededor con una greca (tirana) de
terciopelo adamascado, con relieve, de color negro que se une al manteo con un remate
de agremán o pasamanería de azabache negro. En su extremo inferior, dicho manteo
presenta una castañuela, o blonda de paño, calada y rematada en sus orillas con cinta de
seda negra», según la catalogación de R. M. Lorenzo López. También hemos localizado
jubones, chaquetas, chalecos, manguitos, calzones y otros ejemplos de indumentaria
aragonesa, tanto masculinos como femeninos, en los que hay botonaduras de azabaches
y la típica pasamanería que pudiera calificarse así. Por ejemplo, una mantilla del tercio
central del siglo XX, en la que se indica sobre su decoración: «guarnición de abalorios
de azabache. Guarnición de pasamanería negra en los dos lados cortos. Abalorios
de azabache dispuestos sobre la costura central y a ambos lados de ésta representando
una figura geométrica de la que cuelgan doce flecos también de abalorio negro y tres finas
líneas de abalorio sobre la pasamanería». También podemos citar un cuidado mandil, de
terciopelo negro y encaje, que adopta perfil trapezoidal, sentido vertical y borde irregular,
con decoración de abalorios que se recogen como azabaches, dispuestos en una franja
horizontal y de forma perimetral, excepto en la zona de la cintura. Lleva también encaje
negro y se identifica como típico de la indumentaria de El Escorial en Madrid. Por último,
queremos mencionar un rodao de paño verde con tira de terciopelo negro entre dos
bandas bordadas con azabache (que son abalorios negros) y rodadura de paño rojo,
procedente de Burganes de Valverde en Zamora, propio de la indumentaria femenina
tradicional pero ya decimonónica.
Por aparecer, aparece este tipo de decoración de supuestos azabaches en todo un
icono castizo de nuestro país, como es el «traje de luces» o traje de torero: se codifica a
partir de 1800, con la figura de Francisco Montes «Paquiro», quien introdujo el uso de
borlas y machos en la taleguilla, así como de alamares y lentejuelas en la chaqueta. En
esa profusa decoración que entonces queda tipificada, se menciona comúnmente la
profusa decoración de azabaches que realmente, son o bien abalorios de pasta vítrea u
otro tipo de piezas industriales con ese aspecto negro y brillante tan apetecido.
Como acabamos de ver, parece evidente que ese tipo de apliques, pasamanerías y
bordados con «azabache» no se corresponden realmente con el mineral que nos ocupa
sino que se trata de formatos industriales de color y brillo comparables, por imitar al
delicado producto del Jurásico, y que se incorporaron a los trajes de los distintos
rincones del país (Murcia, Segovia, Salamanca, Zamora o Madrid, por citar algunos
ejemplos) en un proceso comparable al de su inclusión en el traje de asturiana y, en
concreto, el de aldeana. Parece fruto de ese proceso ya descrito de permeabilidad con
usos burgueses y de tipificación por estos del traje tradicional identitario de cada zona,
que luego por asimilación repiten los grupos populares.

cve: BOE-A-2023-13947
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