III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023

Sec. III. Pág. 83615

papel crucial la longeva y británica reina Victoria. En 1861 falleció la reina madre y pocos
meses después el príncipe Alberto, su querido esposo: la soberana adoptó un riguroso
luto que se generalizó en la corte inglesa y toda Europa asumió sus pautas de dolor,
enorme pero contenido; incluso en EEUU la guerra de Secesión también contribuyó a la
expansión de estas manifestaciones. En nuestro país, la esposa de Alfonso XII, María
Cristina de Habsburgo-Lorena incorpora esos hábitos europeos que maneja por su
procedencia, generalizándose así su difusión en España. Resulta indicativo cómo en la
ceremonia nupcial de Eulalia de Borbón y Antonio de Orleans, en marzo de 1886, la
reina Isabel llevó corona de azabache y todas sus ropas, diademas y resto de alhajas
eran negras en señal de luto por la muerte el año anterior del referido rey Alfonso.
El negro es el color indiscutible del luto y así la joyería negra permitía, en aquel
momento, manifestar duelo y estatus a las clases acomodadas: desde la realeza hasta
quien pudiera costear esos aditamentos. El azabache se valoraba en joyería por su tacto
menos frío, su mayor ligereza, aunque también se advertía su fragilidad; resulta fácil de
tallar pero su delicadeza impide la producción mecánica y su consistencia permitía solo
ciertos trabajos «a torno», esculpiendo los detalles y abrillantándolos a mano por
personal especializado, lo que hacía de él un material precioso, de costosa elaboración,
cuyo precio elevado sólo podían satisfacer personas muy pudientes.
Con los diversos materiales que entonces se generalizaron, muchos de ellos de
producción industrial, tanto por ser artificiales y fruto de recientes invenciones, como
también por permitir elaboraciones en serie, se logró, sobre todo para este uso un tanto
efímero (el del luto), obtener piezas similares y mucho más económicas. Su inferior brillo,
que decae con el paso del tiempo; su mutación de color (como sucede con la ebonita,
que se torna marrón si se expone mucho al sol) y su tendencia al deterioro, de resultas
de su inferior estabilidad, les hacía nacer con «fecha de caducidad». Es esta una prueba
evidente de que ya no se trata de joyería, hecha para perdurar, para ser heredada, para
pasar de generación en generación.
Por cerrar esta reflexión, manifestaremos cómo en este tiempo hay una
diversificación del concepto de joyería, generalizándose el debate sobre las diferencias
entre joaillerie (concepto de alta joyería, gran valor comercial, materiales preciosos o
semipreciosos) y bijouterie (joyería de bajo costo y de consumo) en este período. Es
decir: la moda, y la joyería forma parte de ésta, junto a otros accesorios, ornamentos y
vestidos, se limitaba a unas clases sociales hasta el revolucionario siglo XIX. Pero la
burguesía en esa centuria imita el ser y la apariencia de las clases superiores: según
consolida su poder económico, se irá apropiando de esos privilegios de la aristocracia
como puede ser la moda, indicativo de la distinción social. Ahora hay más joyas para
más gente: hay producción en masa de algo que antes era manufactura excepcional,
como consecuencia material directa de ese mecanismo sociocultural. Ese proceso afecta
a la joyería como parte de la moda, en el mundo occidental y en España como parte del
mismo: y, por supuesto también, a las joyas de azabache. Hay muchas piezas, con
similar forma, que buscan demostrar prestigio o luto en grupos de inferior poder
adquisitivo pero en un análisis que podemos calificar de superficial, porque se basa en la
mera apariencia (cuadros o fotografías, que también entonces se generalizan), resulta
difícil, por no decir imposible, acreditar si la alhaja es indudablemente de azabache o de
alguna de sus imitaciones industriales.
Del mismo modo, a nivel de consideración de base, tenemos claro que no puede
colegirse del hecho de que sea una mujer española o un retrato hecho en nuestro país
aquel en el que aparece un aderezo negro que se trate de azabache autóctono, como
tampoco que siendo una asturiana la efigiada o una pieza de su joyero, que se realizara
con azabache de Asturias. Nos parece muy sintomático cómo la especialista en joyería
Herradón Figueroa, al abordar aspectos relativos a las exquisitas piezas en azabache
que atesora el Museo del Traje de Madrid, indique que es de procedencia inglesa sin
plantear siquiera la posibilidad de que el origen del mineral sea asturiano, ni por
supuesto su elaboración.

cve: BOE-A-2023-13947
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