III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023

Sec. III. Pág. 83611

5. La conversión del azabache en objetos de carácter artesanal. Las técnicas. El
trabajo del azabache se ha mantenido hasta casi la generación actual en parámetros
marcados por la tradición. Los procedimientos eran sencillos y la precariedad técnica se
vio compensada por el buen oficio y la dedicación abnegada, repartiendo con frecuencia
entre diversos miembros de la familia las distintas tareas (cuando no integrando todo el
proceso en un mismo empeño personal), o procediendo de igual modo en modestos
talleres vinculados al ámbito doméstico: Un cuarto pequeño, un tendejón adosado a la
vivienda, un espacio reservado en el «solhorru»…
Desde el punto de vista de la talla, destacó hasta la generación anterior a la presente
(en la que los artesanos del azabache ya se hallan diseminados por Asturias), la zona de
La Marina en Villaviciosa, Les Mariñes en asturiano, coincidente con la del laboreo de
esta gema, pero particularmente la parroquia de Argüero, ya desde el siglo XIX: nos
interesa en la medida en que sirvió como bisagra para los actuales artífices.
En el Diccionario geográfico… de Pascual Madoz (1847) ya se recogía la dedicación
artesana del azabache en esta parroquia y también de la exportación a Ultramar;
en 1977 aún tres familias se ocupaban de estas tareas: los Colón, los San Feliz y la saga
de los Ordieres. La figura de Cristóbal Ordieres, nacido hacia 1850, natural de Quintes
pero casado en Argüero, fue muy relevante ya en tiempos del Madoz. Vendió sus
productos en Francia, Portugal y Galicia; tuvo varios hijos a los que formó en el oficio, así
como a su yerno, Avelino Solares, quien alcanzara gran fama (padre de Tino Solares) y
al esposo de su nieta, Néstor Costales (vid infra). Estas dos figuras representan la
bisagra con los actuales profesionales que llevan más de dos décadas en el sector y con
los que se dieron, al igual que Tomás Noval como minero y suministrador de material,
importantes contactos y fluida transmisión de conocimientos.
Esas técnicas ya no son las que se aplican a la producción actual: sea éste de piezas
artesanales sencillas (caso de las ciguas) o de bien joyas singulares; se recuperan ante
los ojos de clientes y visitantes en demostraciones llevadas a efecto en mercados
artesanales o en determinados eventos, pero ya no se utilizan en los talleres
cotidianamente.
Hoy día se parte de una pieza del mineral que nunca tiene un tamaño sobresaliente,
en virtud de su propia formación geológica y del abandono de la minería hace unos 20
años, aproximadamente. Hay que aclarar que el azabache superior, en bloque compacto,
sin vetas y limpio de cualquier impureza, inalterable y de difícil extracción, que permitía
hacer piezas de más de 10 cm incluso…. ha desaparecido casi por completo. Tras el
cierre de las minas se recurre básicamente a un azabache regular o intermedio, con
alguna imperfección, que requiere ser saneado y suele tener un tamaño inferior. Es la
calidad predominante y de la que los actuales productores se han venido surtiendo en
las antiguas escombreras, puesto que hasta hace unos 80 años estos calibres y
calidades se despreciaban.
El bloque admite un fin u otro dependiendo de sus dimensiones, cualidades y
características: se diría que «pide» un formato específico que el artesano sabe
interpretar.
Hasta hace unos 30 años, aproximadamente, se trabajaba en el banco de
azabachero que era realmente el corazón del taller: es un rudimentario asiento,
tradicionalmente de tres patas, en el que se ancla (perforando la tabla) un palo que sirve
como soporte o anclaje de alguna herramienta o apoyo del mineral. Se agrega en
diversas ocasiones una suerte de bandeja compartimentada, en la que los artesanos
iban colocando los trozos ya desbastados, las cuentas que iban terminando o los
elementos a medio trabajar.
Sentado y cabizbajo, el azabachero recurría a una navaja barbera rudimentaria, que
se afilaba con esmero (se valoraba mucho cierta piedra caliza procedente del valle de
Turón, en Mieres, para este fin) para preparar el material y dar forma a la pieza. En
relación con las navajas, decir que las más apreciadas en este siglo XX eran de la marca
«Filarmónica» de doble temple, que procedían de Barcelona, pero solo aquellas que se
fabricaban para el afeitado (no las de cortar el pelo, por ser menos resistentes): era la

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