III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-13947)
Resolución de 11 de enero de 2023, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo, por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83609
nómina el coral, el ámbar, el nácar y el azabache, y todos ellos se consideran «piedras
de virtud». Entendemos que son aquellas piedras que han tenido desde la Antigüedad un
carácter virtuoso y poderoso, así dentro de nuestra cultura occidental se hace mención a
este poder en la Biblia y el mundo cristiano hereda de la cultura grecolatina esa
consideración mágico-religiosa de determinadas piedras, conforme a un valor espiritual.
Del mismo modo, la presencia árabe en la península ibérica y las creencias musulmanas
refuerzan este carácter protector o contribuyen al vigor que adquiere en estos territorios.
Sintéticamente, el lapis gagates del mundo latino, se ha venido considerando que poseía
múltiples propiedades medicinales y mágicas: en relación con la mujer, por hacer una
breve síntesis, hace bajar la menstruación, a las preñadas las hace abortar y da a
conocer la virginidad.
En cuanto al amuleto, de origen latino y uso culto en español, es un término referido
a un objeto, generalmente portátil, que por creencia supersticiosa tiene la capacidad de
defender al que lo soporta o lleva de males varios; nos referimos a la creencia
supersticiosa dentro del mundo cristiano, teniéndose por tal, cosas contrarias a la fe
cristiana. En palabras de María Moliner, superstición es la creencia en alguna influencia
no explicable por la razón de las cosas del mundo…, algo que no fundamenta la ciencia,
ni es acorde a la religión, con una componente mágica de difícil definición. Además de
defender, tiene la capacidad de proteger o preservar de enfermedades, sortilegios o
desgracias; ahí radica su diferencia del talismán. En relación con estas creencias, se le
ha atribuido especial virtud contra el maleficio del aojo en España desde la Edad Media
(aunque su uso como amuleto sea anterior). El mal de ojo (l’agüeyu) se documenta
desde antiguo y sigue teniendo relevancia cultural: es una forma de embrujar y encantar
vigente en el Viejo Mundo, que puede ser realizado por personas de toda índole, siendo
sus agentes poderosos; puede causar mal a una persona o animal o incluso bienes.
Afecta a los niños en los primeros meses, en sus primeros años, pero también a las
mujeres gestantes y al sexo femenino durante la menstruación y la menopausia, así
como a los hombres enfermos. En el caso de los niños, se colocaban sobre una fajita a
la cintura, a la que se cosían o prendían las piezas de azabache; podían ir en cadena de
plata cuando eran vistosos y el material de engarce noble, pero también más sencillos y
sin adorno, cosidos al interior de la ropa. Las mujeres, portadoras de vida, usaban
amuletos para «corregir problemas planteados por su sexo» (C. Alarcón, op. cit. p. 17):
los suelen llevar de una forma visible y atractiva, colgados en collares, brazaleras o
cosidos a la ropa.
Estos objetos fueron usados por la Familia Real española desde el siglo XVI, porque
su catolicismo no impedía en absoluto que se aventurasen en ese mundo de
supersticiones: Los médicos recomendaban el uso de estos materiales y aparecen
incluso en obras religiosas, porque la ciencia de aquel tiempo no estaba reñida con estas
creencias.
Volviendo al amuleto, que salvaguarda bienes y vidas, de los que hay diversos
materiales, formas y colores dependiendo de sus funciones y usos, se repite en la
tipología el puño cerrado o higa, la luna y el corazón, por poner ejemplos todos muy
antiguos y tradicionalmente cargados de poder. Los colores que se repiten en esas
piedras virtuosas son los primordiales: el rojo, del coral, que simboliza la sangre; el
negro, del azabache, que se relaciona con las heces y la orina; y el blanco, del ágata,
que es el de la leche según la taxonomía de V. Turner (1980).
Para aumentar su valor o fuerza, pueden agruparse los amuletos, tanto a nivel
material como formal: una higa de azabache concentra o combina en una pieza símbolos
que, por separado, podrían servir de protección y que probablemente tengan una
relación simbólica de la que nos falta información. Si reunimos azabache, higa, creciente
lunar y sol aparece un crisol de ideas y valores como virginidad, maternidad, procreación
y otras cuestiones, tan relevantes como simbólicas.
En primer lugar, diríamos que la «higa» es un gesto: el dedo pulgar o medio entre los
demás de la palma, que sirve para rechazar el mal de ojo. Una indicación manual que
según se disponga también se puede considerar ofensiva, obscena incluso, y que sigue
cve: BOE-A-2023-13947
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 139
Lunes 12 de junio de 2023
Sec. III. Pág. 83609
nómina el coral, el ámbar, el nácar y el azabache, y todos ellos se consideran «piedras
de virtud». Entendemos que son aquellas piedras que han tenido desde la Antigüedad un
carácter virtuoso y poderoso, así dentro de nuestra cultura occidental se hace mención a
este poder en la Biblia y el mundo cristiano hereda de la cultura grecolatina esa
consideración mágico-religiosa de determinadas piedras, conforme a un valor espiritual.
Del mismo modo, la presencia árabe en la península ibérica y las creencias musulmanas
refuerzan este carácter protector o contribuyen al vigor que adquiere en estos territorios.
Sintéticamente, el lapis gagates del mundo latino, se ha venido considerando que poseía
múltiples propiedades medicinales y mágicas: en relación con la mujer, por hacer una
breve síntesis, hace bajar la menstruación, a las preñadas las hace abortar y da a
conocer la virginidad.
En cuanto al amuleto, de origen latino y uso culto en español, es un término referido
a un objeto, generalmente portátil, que por creencia supersticiosa tiene la capacidad de
defender al que lo soporta o lleva de males varios; nos referimos a la creencia
supersticiosa dentro del mundo cristiano, teniéndose por tal, cosas contrarias a la fe
cristiana. En palabras de María Moliner, superstición es la creencia en alguna influencia
no explicable por la razón de las cosas del mundo…, algo que no fundamenta la ciencia,
ni es acorde a la religión, con una componente mágica de difícil definición. Además de
defender, tiene la capacidad de proteger o preservar de enfermedades, sortilegios o
desgracias; ahí radica su diferencia del talismán. En relación con estas creencias, se le
ha atribuido especial virtud contra el maleficio del aojo en España desde la Edad Media
(aunque su uso como amuleto sea anterior). El mal de ojo (l’agüeyu) se documenta
desde antiguo y sigue teniendo relevancia cultural: es una forma de embrujar y encantar
vigente en el Viejo Mundo, que puede ser realizado por personas de toda índole, siendo
sus agentes poderosos; puede causar mal a una persona o animal o incluso bienes.
Afecta a los niños en los primeros meses, en sus primeros años, pero también a las
mujeres gestantes y al sexo femenino durante la menstruación y la menopausia, así
como a los hombres enfermos. En el caso de los niños, se colocaban sobre una fajita a
la cintura, a la que se cosían o prendían las piezas de azabache; podían ir en cadena de
plata cuando eran vistosos y el material de engarce noble, pero también más sencillos y
sin adorno, cosidos al interior de la ropa. Las mujeres, portadoras de vida, usaban
amuletos para «corregir problemas planteados por su sexo» (C. Alarcón, op. cit. p. 17):
los suelen llevar de una forma visible y atractiva, colgados en collares, brazaleras o
cosidos a la ropa.
Estos objetos fueron usados por la Familia Real española desde el siglo XVI, porque
su catolicismo no impedía en absoluto que se aventurasen en ese mundo de
supersticiones: Los médicos recomendaban el uso de estos materiales y aparecen
incluso en obras religiosas, porque la ciencia de aquel tiempo no estaba reñida con estas
creencias.
Volviendo al amuleto, que salvaguarda bienes y vidas, de los que hay diversos
materiales, formas y colores dependiendo de sus funciones y usos, se repite en la
tipología el puño cerrado o higa, la luna y el corazón, por poner ejemplos todos muy
antiguos y tradicionalmente cargados de poder. Los colores que se repiten en esas
piedras virtuosas son los primordiales: el rojo, del coral, que simboliza la sangre; el
negro, del azabache, que se relaciona con las heces y la orina; y el blanco, del ágata,
que es el de la leche según la taxonomía de V. Turner (1980).
Para aumentar su valor o fuerza, pueden agruparse los amuletos, tanto a nivel
material como formal: una higa de azabache concentra o combina en una pieza símbolos
que, por separado, podrían servir de protección y que probablemente tengan una
relación simbólica de la que nos falta información. Si reunimos azabache, higa, creciente
lunar y sol aparece un crisol de ideas y valores como virginidad, maternidad, procreación
y otras cuestiones, tan relevantes como simbólicas.
En primer lugar, diríamos que la «higa» es un gesto: el dedo pulgar o medio entre los
demás de la palma, que sirve para rechazar el mal de ojo. Una indicación manual que
según se disponga también se puede considerar ofensiva, obscena incluso, y que sigue
cve: BOE-A-2023-13947
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Núm. 139