III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DE EXTREMADURA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-12910)
Resolución de 31 de marzo de 2023, de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes, por la que se incoa expediente de declaración de bien de interés cultural a favor del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, de la localidad de Mérida (Badajoz), con carácter de patrimonio cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 31 de mayo de 2023

Sec. III. Pág. 75731

Como buen jansenista, Racine centra la fuerza trágica en el conflicto de las pasiones.
En su «Andrómaca», la tragedia se desencadena por el amor no correspondido de
Hermione por Pirro, enamorado de Andrómaca. Hermione, como Fedra, es la heroína
por ser la mujer abandonada. Siempre el desheredado y dejado al margen del sistema
goza de nuestra empatía. Su «Fedra» es modelo de furor, delirio, fatalidad y pasión. Al
margen del desenlace, sus silencios recuerdan nuestros silencios. «Atalía» es la tragedia
de la cruel e idólatra reina de Judea que se ha apoderado del trono creyendo haber
exterminado a todos los descendientes de David. Pero escapa el joven Joás, que se
convierte en el instrumento de castigo de Dios.
En la actualidad, es esta lectura clásica la que acentúa la importancia de las
pasiones como vivir, vengarse, poseer o cualquier otra, la que más ha interesado a la
literatura y a las artes en general. Por matar, o dejar morir, se explican los
comportamientos de Medea, Fedra y Admeto.
Carlos Saura, a propósito de la película «El séptimo día», basada en los crímenes de
Puerto Hurraco (1990) decía de manera explícita: «El ser humano sigue matando para
defender su jardín».
Como en «La casa de Bernarda Alba», o como en el palacio de Teseo al saberse de
los amores incestuosos de Fedra, la monstruosidad no convenía que saliera a la luz.
También Edipo se sacó los ojos para no ver las monstruosidades a que había dado lugar
en el seno de su propia familia, de su propia madre; también Fedra rumiaba en silencio
su pasión por Hipólito, con la nodriza como única confidente. «Mutatis mutandis», Medea
se venga de Jasón en las tiernas vidas de sus hijos: «Que mueran, no son míos: que
perezcan, míos son dice enloquecida Medea».
En el fondo de estas tragedias modernas subyace la misoginia revestida de amor y
odio. La antigüedad, por esta misma razón, tildó a Eurípides de misógino: Aristófanes hace
que las mujeres de Atenas celebren un juicio contra el tragediógrafo en las
«Tesmoforiazusas». Sin embargo, a él debemos las mejores figuras femeninas en que el
ser humano se realiza en su obra más sublime, como es el sacrificio de morir por amor
Alcestes, Macaria (en Hércules) y Fedra. Esta última tragedia podría ser la más misógina,
por el tema del acoso sexual, pero no es imputable en modo alguno a Eurípides. Sófocles
también escribió otra Fedra (perdida) y por otra parte, Fedra sufre el triste destino de no ver
cumplidos sus deseos además del suicidio que sigue tras dejar una carta en la que acusa
falsamente a Hipólito. Es la tragedia de la patología erótica, más que la tragedia de Fedra.
Por eso Racine añadió a Séneca el componente de los celos por la diosa virgen, más
deseada por Hipólito que la propia madrastra. Unamuno la hizo más humana, en la línea de
Racine. El tema es tan viejo que se encuentra ya en el Génesis.
Y todas estas guerras encontraron eco en la comedia contemporánea de Aristófanes:
«La Paz», «las Aves», «Lisístrata». Por lo general, de manera ridícula. En el
«Misúmenos» («Odiado») de Menandro, precedente del «Miles Gloriosus» plautino, al
soldadote bárbaro, su querida, traída de oriente (el anverso de Casandra o de
Andrómaca), le cierra la puerta y le deja a la intemperie. El soldado es ya objeto de risa,
nada tiene que ver con el héroe épico, ni siquiera con el soldado anónimo de las
Termópilas, Maratón o Salamina.
Pero, es sobre todo en la tragedia contemporánea en la que se observa la barbarie
de la guerra, paradójicamente desde el lado del vencedor: las tragedias de Esquilo,
Sófocles y Eurípides se remontan al mito, pero se trata de un mito redivivo en las guerras
contra los persas primero, y en las guerras del Peloponeso después. El fracaso de los
persas por atreverse a invadir Grecia y el de los atenienses por hacer lo propio con la
expedición a Sicilia son parejos, y ambos históricos, pero con resonancias míticas en
«Los Persas», «Los Troyanos», o «Las Fenicias», por poner algún ejemplo.
Las tragedias de Séneca vuelven a resucitar las viejas discordias de las casas de
Tebas, Corinto y Micenas; pero las «domesticas discordicis» de la dinastía Julio-ClaudiaDomicia eran la reencarnación cierta del mito. Nunca estuvieron más cerca mito y
realidad –reconocen Gaston Boissier y Eckard Lefevre–.

cve: BOE-A-2023-12910
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Núm. 129