III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DE EXTREMADURA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-12910)
Resolución de 31 de marzo de 2023, de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes, por la que se incoa expediente de declaración de bien de interés cultural a favor del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, de la localidad de Mérida (Badajoz), con carácter de patrimonio cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 31 de mayo de 2023
Sec. III. Pág. 75730
Virgilio, los tragediógrafos griegos y Séneca, Dante y Petrarca, Camões y Milton,
Shakespeare y Racine, Cervantes y Calderón; en fin, una larga nómina.
Los griegos inventaron la tragedia y, aunque entre aquéllos y Racine o Unamuno, por
ejemplo, las diferencias sean muy profundas y el público muy diferente, la naturaleza
humana sigue siendo la misma y los conflictos muy parejos. Básicamente se reducen a los
nacidos de las dos grandes sagas helenas, la de los «atridas» y la de los «labdácidas».
En el Canto XIX de la Ilíada, 257-263, cuando Agamenón devuelve a Briseida a
Aquiles, jura que se la devuelve intacta con los siguientes términos: «Sea testigo primero
Zeus, el dios más sublime y excelso, y también la Tierra, el Sol y las Erinias, que bajo
tierra castigan a las gentes que prestan juramento en falso, de que nunca he puesto la
mano sobre la joven Briseida, ni por deseo manifiesto de su lecho, ni por ningún otro
motivo, y de que ha permanecido intacta en mi tienda».
Agamenón litiga con Aquiles por el amor y el poder. Estos son dos de los elementos
reflexivos que más impactan en el espectador y en el hombre.
El director Daniel Benoin deja claro que Troya es trasladable a todo conflicto bélico
en «Las troyanas», de Séneca, en versión de Jorge Semprún, y éste incluye también, a
través del texto, un homenaje a escritores como Cervantes, Azaña, Gil de Biedma y
Federico García Lorca. «Paz, piedad y perdón» dirá Agamenón con palabras prestadas
de Manuel Azaña.
Con «Ifigenia en Áulide» (Eurípides) y «A Electra le sienta bien el luto» de Eugene O’Neil
y dirección de Mario Gass se asiste a la «preocupación por el interior», «por los fantasmas del
individuo», investiga zonas no resueltas, oscuras, fantasmales de los individuos actuales y de
la sociedad actual y cómo inciden en los comportamientos colectivos».
En la «Orestíada» se contempla las cenizas de Troya y la destrucción de la familia de
los Atridas. Son solamente unos ejemplos.
Estos mismos crímenes en el seno familiar (lo que Tácito eufemísticamente llamó
«domesticas discordias» para referirse a los asesinatos dentro de la dinastía julioclaudia-domicia) están presentes en otras tragedias.
Así, en «Las Suplicantes» de Esquilo las mujeres masacran a sus jóvenes maridos
por horror a los lazos del matrimonio. Eurípides retoma el mito y le añade el derecho a
una tumba digna de los caídos en combate, como ha sabido ver Silvia Zarco en la
versión representada. La «Devartirci» de Sófocles mata sin querer a su muy amado
marido, Heracles. Mientras, «Heracles» de Eurípides mata a sus hijos, presa de la locura
(«Hercules furens» de Séneca).
Así era el mito. Y la doctrina poética aconsejaba por boca de Aristóteles que «las
acciones catastróficas sucedieran entre amigos, entre hermanos, un hijo que mata a un
padre o una madre que mata a un hijo, o un hijo a una madre». La catarsis de esta
manera era mucho mayor en el espectador al evocar tales desgracias y tales emociones;
el psicoanálisis terminó por hablar del «Complejo de Edipo» y del «Complejo de Fedra».
Cocteau reconoce también esta función catártica y purificadora de la tragedia clásica,
incluso en los tiempos mordemos, cuando inventa un Edipo totalmente diferente
insistiendo en el incesto, que sólo se intuye en Sófocles, pero nunca tiene lugar «coram
populo». También Clitemnestra, que en Esquilo, Sófocles y Eurípides sólo actúa por
razones del sacrificio de Ifigenia, en Giraudoux muestra su hostilidad y odio al marido
desde el primer momento de contraer matrimonio.
Giraudoux en «Electra» y Anouilh en «Antígona» entienden que las experiencias
trágicas se dan sólo entre los reyes, no en los humildes, y de este absurdo trágico de los
otros surge el concepto de heroísmo. El heroísmo de quien sufre más que el hombre
común o realiza acciones que a otros le están vedadas tiene algo de ejemplar épico,
pero también democrático, en la medida que, al menos en regímenes absolutistas,
transmite sentimientos compartidos por todos. Antígona, al hacer frente al poder
establecido, nos produce admiración, como admiración nos producen también los héroes
de Corneille (Medea, haciendo frente a su padre; El Cid, al rey Alfonso VI; Horacio
Cocles o Cinna; conjurado contra Augusto) y especialmente de Racine.
cve: BOE-A-2023-12910
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 129
Miércoles 31 de mayo de 2023
Sec. III. Pág. 75730
Virgilio, los tragediógrafos griegos y Séneca, Dante y Petrarca, Camões y Milton,
Shakespeare y Racine, Cervantes y Calderón; en fin, una larga nómina.
Los griegos inventaron la tragedia y, aunque entre aquéllos y Racine o Unamuno, por
ejemplo, las diferencias sean muy profundas y el público muy diferente, la naturaleza
humana sigue siendo la misma y los conflictos muy parejos. Básicamente se reducen a los
nacidos de las dos grandes sagas helenas, la de los «atridas» y la de los «labdácidas».
En el Canto XIX de la Ilíada, 257-263, cuando Agamenón devuelve a Briseida a
Aquiles, jura que se la devuelve intacta con los siguientes términos: «Sea testigo primero
Zeus, el dios más sublime y excelso, y también la Tierra, el Sol y las Erinias, que bajo
tierra castigan a las gentes que prestan juramento en falso, de que nunca he puesto la
mano sobre la joven Briseida, ni por deseo manifiesto de su lecho, ni por ningún otro
motivo, y de que ha permanecido intacta en mi tienda».
Agamenón litiga con Aquiles por el amor y el poder. Estos son dos de los elementos
reflexivos que más impactan en el espectador y en el hombre.
El director Daniel Benoin deja claro que Troya es trasladable a todo conflicto bélico
en «Las troyanas», de Séneca, en versión de Jorge Semprún, y éste incluye también, a
través del texto, un homenaje a escritores como Cervantes, Azaña, Gil de Biedma y
Federico García Lorca. «Paz, piedad y perdón» dirá Agamenón con palabras prestadas
de Manuel Azaña.
Con «Ifigenia en Áulide» (Eurípides) y «A Electra le sienta bien el luto» de Eugene O’Neil
y dirección de Mario Gass se asiste a la «preocupación por el interior», «por los fantasmas del
individuo», investiga zonas no resueltas, oscuras, fantasmales de los individuos actuales y de
la sociedad actual y cómo inciden en los comportamientos colectivos».
En la «Orestíada» se contempla las cenizas de Troya y la destrucción de la familia de
los Atridas. Son solamente unos ejemplos.
Estos mismos crímenes en el seno familiar (lo que Tácito eufemísticamente llamó
«domesticas discordias» para referirse a los asesinatos dentro de la dinastía julioclaudia-domicia) están presentes en otras tragedias.
Así, en «Las Suplicantes» de Esquilo las mujeres masacran a sus jóvenes maridos
por horror a los lazos del matrimonio. Eurípides retoma el mito y le añade el derecho a
una tumba digna de los caídos en combate, como ha sabido ver Silvia Zarco en la
versión representada. La «Devartirci» de Sófocles mata sin querer a su muy amado
marido, Heracles. Mientras, «Heracles» de Eurípides mata a sus hijos, presa de la locura
(«Hercules furens» de Séneca).
Así era el mito. Y la doctrina poética aconsejaba por boca de Aristóteles que «las
acciones catastróficas sucedieran entre amigos, entre hermanos, un hijo que mata a un
padre o una madre que mata a un hijo, o un hijo a una madre». La catarsis de esta
manera era mucho mayor en el espectador al evocar tales desgracias y tales emociones;
el psicoanálisis terminó por hablar del «Complejo de Edipo» y del «Complejo de Fedra».
Cocteau reconoce también esta función catártica y purificadora de la tragedia clásica,
incluso en los tiempos mordemos, cuando inventa un Edipo totalmente diferente
insistiendo en el incesto, que sólo se intuye en Sófocles, pero nunca tiene lugar «coram
populo». También Clitemnestra, que en Esquilo, Sófocles y Eurípides sólo actúa por
razones del sacrificio de Ifigenia, en Giraudoux muestra su hostilidad y odio al marido
desde el primer momento de contraer matrimonio.
Giraudoux en «Electra» y Anouilh en «Antígona» entienden que las experiencias
trágicas se dan sólo entre los reyes, no en los humildes, y de este absurdo trágico de los
otros surge el concepto de heroísmo. El heroísmo de quien sufre más que el hombre
común o realiza acciones que a otros le están vedadas tiene algo de ejemplar épico,
pero también democrático, en la medida que, al menos en regímenes absolutistas,
transmite sentimientos compartidos por todos. Antígona, al hacer frente al poder
establecido, nos produce admiración, como admiración nos producen también los héroes
de Corneille (Medea, haciendo frente a su padre; El Cid, al rey Alfonso VI; Horacio
Cocles o Cinna; conjurado contra Augusto) y especialmente de Racine.
cve: BOE-A-2023-12910
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Núm. 129