III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DE EXTREMADURA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-12910)
Resolución de 31 de marzo de 2023, de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes, por la que se incoa expediente de declaración de bien de interés cultural a favor del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, de la localidad de Mérida (Badajoz), con carácter de patrimonio cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 31 de mayo de 2023

Sec. III. Pág. 75727

No pasará mucho hasta que este asunto se plantee de nuevo, pues a finales
de 1911, con motivo de Jorge Bonsor a las excavaciones arqueológicas en el teatro,
aquel apunta la posibilidad de llevar a cabo representaciones teatrales, conciertos y
juegos florales anuales en el espacio arqueológico (Álvarez Amaro 2022: 25).
José Ramón Mélida ya tenía en su cabeza esa posibilidad, y su relación con el
mundo del teatro comenzaría a ser estrecha en los años siguientes, especialmente con
María Guerrero. Ya en abril de 1915, hay noticias de una primera visita de la actriz y su
marido a las excavaciones de Mérida.
Pero ciertamente la historia del Festival arranca en 1924 cuando un grupo de
estudiantes de Badajoz representan «Cautivos» de Plauto en el teatro romano
recientemente recuperado. José Ramón Mélida después, tras recuperar esta iniciativa
arqueológica y dramática, convenció a Margarita Xirgú y a Miguel de Unamuno para
adaptar la «Medea» de Séneca, que se representó el 18 de junio de 1933.
Mérida retoma el latir de su historia, Mérida comenzó a recuperar su pretérito
esplendor a través de las representaciones. El propio Unamuno y el presidente de la
República, Manuel Azaña, asistieron a la representación de «Medea», «representación
memorable» (Diario «El Sol»), la que iba a ser la tragedia más representada en la
historia del Festival. Por su parte, Miguel de Unamuno escribía en el diario «Ahora» de
Madrid: «El Teatro de Mérida, a cielo abierto de España, ha sido desenterrado –¡tanta
tradición hispano-romana por desenterrar!…– gracias sobre todo, al benemérito Mélida, y
hoy, al sol, nos habla de un secular pasado de grandeza. Todo lo que se hizo durar para
siempre vuelve a ser restaurado, de una o de otra manera; sólo perecen las ruinas que
se construyeron como tales, queriendo o sin quererlo…».
Tras la breve interrupción de la guerra civil, el año 1939 se representó la «Aulularia»
de Plauto, por el Carro de la Farándula; después «Fedra», de Séneca, por un grupo de
Teatro Universitario y el empeño con José Tamayo de que las representaciones tuvieran
una cita anual con los mitos clásicos y los mitos escénicos hasta el día de hoy. El
Festival planteaba así dos problemas: qué clásicos representar y en qué escenarios.
En 1955, se da respuesta a ambos interrogantes al aceptar las tragedias de
Shakespeare: «Julio César», en versión de José María Pemán, que hace transcurrir uno
de sus actos en el Anfiteatro. Teatro y anfiteatro quedaban así como lugares de
representación hasta el día de hoy. Definitivamente, también se aceptaría, con acierto, a
los dramaturgos inspirados en el mundo clásico, especialmente renacentistas y
neoclásicos, españoles, europeos y universales de prestigio.
En 1956, el «Tyestes» de Pemán con Francisco Rabal plantea los límites de
«actualizar» a los clásicos. Pero también esto era clásico, se trata de la vieja polémica
de Curiacio Materno y Séneca sobre si es lícito traspasar los límites y cánones fijados
por las Poéticas. Los filólogos, por lo general, somos reticentes; los hombres del teatro,
sin embargo, son más proclives al cambio y a «crear» o «adaptar». Y en este contexto,
la «Orestíada», en la que Tamayo empleó más de doscientos comparsas, caballos,
teatro y anfiteatro, alcanzó tal éxito que en menos de un año contó con 185
representaciones. Su espectacularidad se repitió con la «Numancia» de Cervantes el
año 1961 en el Anfiteatro.
Llegados a este punto, se impone una reflexión: hasta este año el Festival se había
movido entre los clásicos grecolatinos y los renacentistas, había contado con los mejores
actores y compañías de teatro, había utilizado también el anfiteatro, habían asistido las
autoridades más relevantes en el plano nacional, pero faltaba sólo concretar la
continuidad de las fechas, la implicación de más entidades financieras (hasta entonces,
sólo la Diputación de Badajoz y el Ayuntamiento de Mérida) y, sobre todo, perfilar la línea
de programación para marcar una identidad.
Desde 1963, Mérida se incluye en la red de Festivales de España, experiencia
temporal para definitivamente exigirse con su propia personalidad por encima de todos
los Festivales desde hace ya más de medio siglo con el broche definitivo de 1984
cuando el Festival se gestiona desde la Comunidad y el presidente de la Junta de

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