III. Otras disposiciones. MINISTERIO DE TRABAJO Y ECONOMÍA SOCIAL. Seguridad y salud en el trabajo. (BOE-A-2023-10283)
Resolución de 20 de abril de 2023, de la Secretaría de Estado de Empleo y Economía Social, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Ministros de 14 de marzo de 2023, por el que se aprueba la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2023-2027.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Viernes 28 de abril de 2023
Sec. III. Pág. 58772
los Estados miembros, al menos no con la misma intensidad ni probablemente en el
mismo momento, por lo que es clave profundizar en el conocimiento del impacto que
tendrán en nuestro país a través del estudio y la investigación, y utilizar como referencia
las buenas prácticas y actuaciones de otros países para un desarrollo de políticas
preventivas más certeras y eficaces.
El desarrollo tecnológico, y en particular la digitalización, presenta oportunidades
desde la óptica de la prevención de riesgos laborales (monitorización, formación online,
apps para identificación y evaluación de riesgos, etc.), pero también puede dar lugar a
riegos nuevos o emergentes derivados del uso de la propia tecnología (robotización,
inteligencia artificial, plataformas colaborativas, etc.), de la organización del trabajo
(teletrabajo, trabajo a distancia, virtualización, etc.), o de las nuevas formas de empleo,
con una mayor prevalencia de riesgos ergonómicos y psicosociales.
Durante años se ha corroborado que las exigencias biomecánicas de las tareas,
factores ligados a las condiciones de trabajo y deficiencias preventivas, han sido
determinantes, junto a los factores sociodemográficos, de la enorme incidencia que
tienen los trastornos musculo-esqueléticos en la morbilidad laboral (el 32 % de los
accidentes de trabajo, el 83 % de las enfermedades profesionales y el 53 % de las
patologías no traumáticas).Esto, sumado a la inmediatez de la asociación causa-efecto
del trastorno musculoesquelético, ha facilitado su notificación y reconocimiento, siendo
indispensable implementar medidas preventivas eficaces para minimizar la incidencia.
Por otra parte, además, estos riesgos clásicos, en principio bien conocidos, deben
abordarse en el contexto de los nuevos entornos donde se desarrollan actividades
emergentes.
Las exigencias de las tareas cada vez llevan implícita mayor carga mental,
incrementada por las nuevas formas de organización del trabajo. Según datos de la
Encuesta de Población Activa 2020, un 32 % de la población ocupada refiere estar
expuesta a presiones de tiempo o sobrecarga de trabajo con potenciales efectos sobre la
salud mental, siendo este porcentaje muy similar en hombres y mujeres. No obstante,
estas exigencias no se distribuyen por igual en todos los sectores, destacando la
prevalencia en sectores tan dispares como el sanitario (49 % de la población ocupada) o
el financiero (46 %).
Ante los efectos cada vez más acusados del cambio climático, que alerta sobre la
necesidad de mejorar la protección de las personas frente a condiciones climatológicas
más extremas, estamos inmersos en un proceso de concienciación del cuidado del
medioambiente, evolucionando hacia una economía sostenible y un mayor fomento de
energías renovables y empleos verdes, que suponen otro de los desafíos de las políticas
preventivas de los próximos años.
Tampoco puede obviarse el impacto del componente demográfico en el mundo del
trabajo. Es una realidad, ampliamente admitida, que a medio plazo nuestra fuerza laboral
será mayoritariamente añosa por lo que será imperativo, como consecuencia de esos
cambios fisiológicos propios del envejecimiento, el diseño de medidas concretas para
garantizar la salud y la prolongación de la vida laboral.
En términos de siniestralidad, en 2020 se volvió a corroborar que el índice de
incidencia de las personas trabajadoras más jóvenes, entre los 16 y los 24 años, fue
sensiblemente superior al resto. Sin embargo, la siniestralidad mortal se comporta de
manera diferente. El efecto de los accidentes por patologías no traumáticas tiene una
gran repercusión en la incidencia de los accidentes mortales, que es mucho mayor en los
grupos de mayor edad.
Los cambios y retos anteriores precisan una revisión y adecuación del marco
normativo para garantizar la protección de las personas trabajadoras frente a los riesgos
nuevos y emergentes, sin olvidar los tradicionales, y también la puesta a disposición de
las empresas y personas trabajadoras de herramientas e instrumentos que faciliten su
aplicación.
Con el objetivo de gestionar la transformación digital, ecológica y demográfica, así
como el cambio climático, desde la óptica preventiva, y reforzar el compromiso de esta
cve: BOE-A-2023-10283
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 101
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los Estados miembros, al menos no con la misma intensidad ni probablemente en el
mismo momento, por lo que es clave profundizar en el conocimiento del impacto que
tendrán en nuestro país a través del estudio y la investigación, y utilizar como referencia
las buenas prácticas y actuaciones de otros países para un desarrollo de políticas
preventivas más certeras y eficaces.
El desarrollo tecnológico, y en particular la digitalización, presenta oportunidades
desde la óptica de la prevención de riesgos laborales (monitorización, formación online,
apps para identificación y evaluación de riesgos, etc.), pero también puede dar lugar a
riegos nuevos o emergentes derivados del uso de la propia tecnología (robotización,
inteligencia artificial, plataformas colaborativas, etc.), de la organización del trabajo
(teletrabajo, trabajo a distancia, virtualización, etc.), o de las nuevas formas de empleo,
con una mayor prevalencia de riesgos ergonómicos y psicosociales.
Durante años se ha corroborado que las exigencias biomecánicas de las tareas,
factores ligados a las condiciones de trabajo y deficiencias preventivas, han sido
determinantes, junto a los factores sociodemográficos, de la enorme incidencia que
tienen los trastornos musculo-esqueléticos en la morbilidad laboral (el 32 % de los
accidentes de trabajo, el 83 % de las enfermedades profesionales y el 53 % de las
patologías no traumáticas).Esto, sumado a la inmediatez de la asociación causa-efecto
del trastorno musculoesquelético, ha facilitado su notificación y reconocimiento, siendo
indispensable implementar medidas preventivas eficaces para minimizar la incidencia.
Por otra parte, además, estos riesgos clásicos, en principio bien conocidos, deben
abordarse en el contexto de los nuevos entornos donde se desarrollan actividades
emergentes.
Las exigencias de las tareas cada vez llevan implícita mayor carga mental,
incrementada por las nuevas formas de organización del trabajo. Según datos de la
Encuesta de Población Activa 2020, un 32 % de la población ocupada refiere estar
expuesta a presiones de tiempo o sobrecarga de trabajo con potenciales efectos sobre la
salud mental, siendo este porcentaje muy similar en hombres y mujeres. No obstante,
estas exigencias no se distribuyen por igual en todos los sectores, destacando la
prevalencia en sectores tan dispares como el sanitario (49 % de la población ocupada) o
el financiero (46 %).
Ante los efectos cada vez más acusados del cambio climático, que alerta sobre la
necesidad de mejorar la protección de las personas frente a condiciones climatológicas
más extremas, estamos inmersos en un proceso de concienciación del cuidado del
medioambiente, evolucionando hacia una economía sostenible y un mayor fomento de
energías renovables y empleos verdes, que suponen otro de los desafíos de las políticas
preventivas de los próximos años.
Tampoco puede obviarse el impacto del componente demográfico en el mundo del
trabajo. Es una realidad, ampliamente admitida, que a medio plazo nuestra fuerza laboral
será mayoritariamente añosa por lo que será imperativo, como consecuencia de esos
cambios fisiológicos propios del envejecimiento, el diseño de medidas concretas para
garantizar la salud y la prolongación de la vida laboral.
En términos de siniestralidad, en 2020 se volvió a corroborar que el índice de
incidencia de las personas trabajadoras más jóvenes, entre los 16 y los 24 años, fue
sensiblemente superior al resto. Sin embargo, la siniestralidad mortal se comporta de
manera diferente. El efecto de los accidentes por patologías no traumáticas tiene una
gran repercusión en la incidencia de los accidentes mortales, que es mucho mayor en los
grupos de mayor edad.
Los cambios y retos anteriores precisan una revisión y adecuación del marco
normativo para garantizar la protección de las personas trabajadoras frente a los riesgos
nuevos y emergentes, sin olvidar los tradicionales, y también la puesta a disposición de
las empresas y personas trabajadoras de herramientas e instrumentos que faciliten su
aplicación.
Con el objetivo de gestionar la transformación digital, ecológica y demográfica, así
como el cambio climático, desde la óptica preventiva, y reforzar el compromiso de esta
cve: BOE-A-2023-10283
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