III. Otras disposiciones. ADMINISTRACIÓN LOCAL. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-4129)
Resolución de 27 de enero de 2023, del Consejo Insular de Menorca (Illes Balears), referente a la aprobación definitiva de la declaración de la glosa menorquina como bien de interés cultural inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 15 de febrero de 2023
Sec. III. Pág. 23749
6. Memoria histórica del bien
Es difícil determinar los orígenes de la glosa. En este sentido, Joan F. López
Casasnovas, en su artículo «Poesía popular: los glosadores de Menorca» (2007), dice
que «Los poetas orales debieron de aparecer durante la prehistoria y desde entonces
han existido sin solución de continuidad, hasta a nuestros días». Aina Tur, en su trabajo
La glosa menorquina (análisis contemporáneo del glosado y los glosadores) (2013)
afirma que «esta vertiente oral de la cultura ha acompañado al hombre casi desde que el
lenguaje se desarrolló como medio de comunicación que es y, por extensión, como
herramienta indispensable que dotó al hombre de la capacidad de pensamiento». La
glosa menorquina es, pues, un tipo de comunicación popular que viene de antiguo y que
Menorca comparte con numerosos lugares y culturas de todo el mundo que tienen
formas de poesía improvisada emparentadas con la glosa.
Las primeras referencias documentadas de la existencia de la glosa en la isla se
remontan al siglo XVIII, concretamente a través de la figura de José Vivó Parpal
(1725-1791), que ha pasado a la historia por ser el primer glosador menorquín conocido
con nombre y apellidos. Sabemos de su existencia porque lo cita, da ciertos datos
biográficos y recoge algunas de sus glosas Francesc Camps Mercadal en su conocido
trabajo Folklore Menorquí (De la pagesia) (1918). Parece ser que Josep Vivó era herrero,
tuvo una vida muy humilde y su vejez estuvo marcada por una enfermedad de temblor
corporal, probablemente la que hoy conocemos como enfermedad de Parkinson. Se
sabe también que su hija, Paula Vivó Miret Vivona, fue glosadora alguna vez; es, por
tanto, la primera mujer de la que se tiene noticia de que practicó este arte en la isla. Es
gracias a ella que conocemos la obra de su padre, ya que hizo el trabajo de
documentarla, lo que es muy meritorio si tenemos en cuenta que por aquel entonces las
mujeres tenían muy pocas oportunidades de acceso a la educación y a participar en
actos públicos, como los glosats.
Sin embargo, estudios recientes apuntan a la posibilidad de que en el siglo XVII ya
existiera la costumbre de glosar. Así lo hace pensar una causa del Tribunal de la
Inquisición de 1683 contra Jaume Antoni Picó recogida por Ramon Rosselló i Vaquer
(1982) en el libro Menorca davant la Inquisició. En esta causa se le inculpaba de haber
participado en un juego de entretenimiento en el que uno decía que quería ser Cristo y
Jaume dijo que querría ser judío para crucificarlo, en el que bien podría tratarse de un
asunto de una sesión de glosat, aunque de momento se trata solo de una hipótesis.
En la segunda mitad del siglo XIX, el archiduque Luis Salvador de Austria, en su Die
Inseln Menorca del Die Balear en Worth und Bilt Geschildert (1890-1891), en el volumen
dedicado a Menorca (1890), hace referencia a las glosas, y la idea que transmite es que
era un fenómeno vivo y muy popular en las zonas rurales de la isla. En contraposición,
Ángel Ruiz y Pablo, en el articulo Per fer gana. Caldereta d’articles menorquins (1895),
asegura que «[...] avui en dia no se'n fan de glosats; i si se'n fan, no ho sentim a dir es
qui habitam a ses ciutats; però abans, abans d'entrar Menorca en el concierto de la
civilización y el progreso, se'n feien moltes vegades». Estudios más recientes, sin
embargo, rebaten esta afirmación. Aina Tur, en su estudio antes referido La glosa
menorquina (2013), niega la desaparición del glosado a finales del siglo XIX, todo lo
contrario, afirma que desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX, logró sobrevivir
de manera bastante satisfactoria, aunque tuvo que adaptarse a los cambios sociales,
económicos y culturales impuestos por el transcurso de la historia.
Los investigadores coinciden en que la glosa menorquina se desarrollaba sobre todo
en el ámbito rural, ya que los oficios más habituales de los glosadores más conocidos de
antaño han estado relacionados con trabajos del campo, como los de payés, herrero o
aperador. Al finalizar la jornada laboral, se reunían entorno de una mesa para glosar y
pasar la velada. La glosa improvisada surge, pues, como un divertimento de los
menorquines de antaño con el que llenaban los momentos en que no trabajaban o los
momentos de ocio, como las matanzas, las mesurades, el carnaval o cualquier velada de
la gente del campo con motivo de una fiesta campesina. En este contexto, la glosa pasa
a los pueblos y los glosadores se convierten en los portadores de las noticias, ya que
cve: BOE-A-2023-4129
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 39
Miércoles 15 de febrero de 2023
Sec. III. Pág. 23749
6. Memoria histórica del bien
Es difícil determinar los orígenes de la glosa. En este sentido, Joan F. López
Casasnovas, en su artículo «Poesía popular: los glosadores de Menorca» (2007), dice
que «Los poetas orales debieron de aparecer durante la prehistoria y desde entonces
han existido sin solución de continuidad, hasta a nuestros días». Aina Tur, en su trabajo
La glosa menorquina (análisis contemporáneo del glosado y los glosadores) (2013)
afirma que «esta vertiente oral de la cultura ha acompañado al hombre casi desde que el
lenguaje se desarrolló como medio de comunicación que es y, por extensión, como
herramienta indispensable que dotó al hombre de la capacidad de pensamiento». La
glosa menorquina es, pues, un tipo de comunicación popular que viene de antiguo y que
Menorca comparte con numerosos lugares y culturas de todo el mundo que tienen
formas de poesía improvisada emparentadas con la glosa.
Las primeras referencias documentadas de la existencia de la glosa en la isla se
remontan al siglo XVIII, concretamente a través de la figura de José Vivó Parpal
(1725-1791), que ha pasado a la historia por ser el primer glosador menorquín conocido
con nombre y apellidos. Sabemos de su existencia porque lo cita, da ciertos datos
biográficos y recoge algunas de sus glosas Francesc Camps Mercadal en su conocido
trabajo Folklore Menorquí (De la pagesia) (1918). Parece ser que Josep Vivó era herrero,
tuvo una vida muy humilde y su vejez estuvo marcada por una enfermedad de temblor
corporal, probablemente la que hoy conocemos como enfermedad de Parkinson. Se
sabe también que su hija, Paula Vivó Miret Vivona, fue glosadora alguna vez; es, por
tanto, la primera mujer de la que se tiene noticia de que practicó este arte en la isla. Es
gracias a ella que conocemos la obra de su padre, ya que hizo el trabajo de
documentarla, lo que es muy meritorio si tenemos en cuenta que por aquel entonces las
mujeres tenían muy pocas oportunidades de acceso a la educación y a participar en
actos públicos, como los glosats.
Sin embargo, estudios recientes apuntan a la posibilidad de que en el siglo XVII ya
existiera la costumbre de glosar. Así lo hace pensar una causa del Tribunal de la
Inquisición de 1683 contra Jaume Antoni Picó recogida por Ramon Rosselló i Vaquer
(1982) en el libro Menorca davant la Inquisició. En esta causa se le inculpaba de haber
participado en un juego de entretenimiento en el que uno decía que quería ser Cristo y
Jaume dijo que querría ser judío para crucificarlo, en el que bien podría tratarse de un
asunto de una sesión de glosat, aunque de momento se trata solo de una hipótesis.
En la segunda mitad del siglo XIX, el archiduque Luis Salvador de Austria, en su Die
Inseln Menorca del Die Balear en Worth und Bilt Geschildert (1890-1891), en el volumen
dedicado a Menorca (1890), hace referencia a las glosas, y la idea que transmite es que
era un fenómeno vivo y muy popular en las zonas rurales de la isla. En contraposición,
Ángel Ruiz y Pablo, en el articulo Per fer gana. Caldereta d’articles menorquins (1895),
asegura que «[...] avui en dia no se'n fan de glosats; i si se'n fan, no ho sentim a dir es
qui habitam a ses ciutats; però abans, abans d'entrar Menorca en el concierto de la
civilización y el progreso, se'n feien moltes vegades». Estudios más recientes, sin
embargo, rebaten esta afirmación. Aina Tur, en su estudio antes referido La glosa
menorquina (2013), niega la desaparición del glosado a finales del siglo XIX, todo lo
contrario, afirma que desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX, logró sobrevivir
de manera bastante satisfactoria, aunque tuvo que adaptarse a los cambios sociales,
económicos y culturales impuestos por el transcurso de la historia.
Los investigadores coinciden en que la glosa menorquina se desarrollaba sobre todo
en el ámbito rural, ya que los oficios más habituales de los glosadores más conocidos de
antaño han estado relacionados con trabajos del campo, como los de payés, herrero o
aperador. Al finalizar la jornada laboral, se reunían entorno de una mesa para glosar y
pasar la velada. La glosa improvisada surge, pues, como un divertimento de los
menorquines de antaño con el que llenaban los momentos en que no trabajaban o los
momentos de ocio, como las matanzas, las mesurades, el carnaval o cualquier velada de
la gente del campo con motivo de una fiesta campesina. En este contexto, la glosa pasa
a los pueblos y los glosadores se convierten en los portadores de las noticias, ya que
cve: BOE-A-2023-4129
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Núm. 39