III. Otras disposiciones. ADMINISTRACIÓN LOCAL. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-157)
Resolución de 16 de diciembre de 2022, del Consejo Insular de Mallorca (Illes Balears), referente a la incoación del expediente de declaración como bien de interés cultural, con categoría de lugar de interés etnológico, del Monasterio de Santa María de la Trapa, en el término municipal de Andratx.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 4 de enero de 2023
Sec. III. Pág. 1137
Las reglas de la comunidad trapense, estrictas tanto a nivel material como espiritual,
no sólo condicionaban todos los aspectos de la vida y la organización del tiempo, sino
también el espacio físico donde convivían, lo que implicaba una adecuación perfecta de
las construcciones con el entorno natural.
Según la bibliografía, las edificaciones que constituyeron el conjunto de Santa María
de la Trapa se construyeron sobre los restos de un edificio preexistente, bien una antigua
ermita o abadía, bien de una casa campesina. En cualquier caso, desde un primer
momento, estos edificios resultaron insuficientes para albergar a toda la comunidad, lo
que obligó rápidamente a hacer ampliaciones.
La primera construcción fue el oratorio dedicado a la Presentación de Jesús en el
Templo y a la Purificación de la Virgen. El conjunto principal, aparte del oratorio, recogía
dos patios, dedicados uno a la herrería y el otro a la carpintería, así como un almacén
para todo tipo de herramientas de cultivo. El ala derecha del edificio se dedicó a la
habitación de los monjes, la cocina, el refectorio y la sala de estudios-biblioteca. Parece
que también existía una cámara para los obreros. Cerca se ubicaba el cementerio.
Alejados de este núcleo se encontraba el taller de tejedores, los lavaderos y el molino de
sangre, que tenían anexos el corral y las cuadras.
A pesar de las dificultades que conllevaban las tareas de extracción de la piedra, en
muy pocos meses, la comunidad transformó el valle en un terreno de cultivo fértil,
escalonado y con un inteligente sistema de irrigación. De hecho, descubrieron una fuente
de agua natural –muy poco abundante, pero suficiente para el autoabastecimiento– y
abrían un acueducto subterráneo, que cubrieron mediante una galería de piedra en seco,
la cual hicieron conducir hasta las casas, donde también construyeron un estanque
pequeño, a modo de depósito para el riego del jardín y el huerto, y usos domésticos. Si
este sistema hidráulico ya existía con anterioridad, los monjes lo aprovecharon y lo
mejoraron, con la ayuda de albañiles mallorquines; pero hay que decir que ya conocían
las técnicas de construcción de la piedra en seco, como prueban los bancales que ya
habían ejecutado en su estancia de Maella.
A la muerte del canónigo Pere Roig, en 1811, las tierras del valle pasaron a los
trapenses y a estas tierras se añadió el dominio de Can Farineta, propiedad de Jaume
Pizà, concejal de Palma. Desde entonces, el antiguo valle o desierto de Sant Josep de la
Palomera de s'Arracó, recibió la designación de Vall de la Trapa o simplemente la Trapa
d’Andratx, por denominarse finalmente la Trapa de s'Arracó.
La intención de los trapenses cuando vinieron a la isla no era fundar una comunidad
monástica en Mallorca, sino tan solo refugiarse por un tiempo de la guerra que golpeaba
la península. Por este motivo, una vez finalizada la guerra, y establecidas las órdenes
religiosas, hacia 1813-1814, la mayoría de los trapenses regresaron al monasterio de
Santa Susanna de Maella. No obstante, una parte de la congregación restó en Mallorca.
En 1816, Jaume Piza también les otorgó los predios de Horta y Horteta, situados en el
municipio de Sant Joan. En este periodo, se planteó la fundación del monasterio, que
aún no se había formalizado, y la comunidad incluso demandó ayuda al magistrado
Nicolau Campaner, que los había acogido en el momento de su llegada a la isla. A pesar
de todo, finalmente, esta fundación no alcanzó a llevarse a cabo debido a los episodios
venideros.
En 1820, durante el Trienio liberal (1820-1823), se suprimieron las órdenes
monásticas, mendicantes y clericales. Los trapenses tuvieron que marcharse de la Trapa
y, en un corto espacio de tiempo, el oratorio abandonado se convirtió en un corral para el
rebaño. Los carboneros arrasaron el bosque de los alrededores y los vecinos expoliaron
todos los elementos constructivos aprovechables para sus viviendas: puertas, maderas,
hierros, tejas, etc.
Con la vuelta del absolutismo, durante la denominada década ominosa (1823-1833),
las órdenes regulares se restablecieron en sus monasterios y conventos por toda
Mallorca, pero los trapenses no volvieron a establecerse en la Trapa, a pesar de los
intentos que hizo el Ayuntamiento de Andratx en los años 1824 y 1825, con el apoyo del
Ayuntamiento de Palma, de la parroquia de Andratx, entre otras instituciones y personas
cve: BOE-A-2023-157
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Núm. 3
Miércoles 4 de enero de 2023
Sec. III. Pág. 1137
Las reglas de la comunidad trapense, estrictas tanto a nivel material como espiritual,
no sólo condicionaban todos los aspectos de la vida y la organización del tiempo, sino
también el espacio físico donde convivían, lo que implicaba una adecuación perfecta de
las construcciones con el entorno natural.
Según la bibliografía, las edificaciones que constituyeron el conjunto de Santa María
de la Trapa se construyeron sobre los restos de un edificio preexistente, bien una antigua
ermita o abadía, bien de una casa campesina. En cualquier caso, desde un primer
momento, estos edificios resultaron insuficientes para albergar a toda la comunidad, lo
que obligó rápidamente a hacer ampliaciones.
La primera construcción fue el oratorio dedicado a la Presentación de Jesús en el
Templo y a la Purificación de la Virgen. El conjunto principal, aparte del oratorio, recogía
dos patios, dedicados uno a la herrería y el otro a la carpintería, así como un almacén
para todo tipo de herramientas de cultivo. El ala derecha del edificio se dedicó a la
habitación de los monjes, la cocina, el refectorio y la sala de estudios-biblioteca. Parece
que también existía una cámara para los obreros. Cerca se ubicaba el cementerio.
Alejados de este núcleo se encontraba el taller de tejedores, los lavaderos y el molino de
sangre, que tenían anexos el corral y las cuadras.
A pesar de las dificultades que conllevaban las tareas de extracción de la piedra, en
muy pocos meses, la comunidad transformó el valle en un terreno de cultivo fértil,
escalonado y con un inteligente sistema de irrigación. De hecho, descubrieron una fuente
de agua natural –muy poco abundante, pero suficiente para el autoabastecimiento– y
abrían un acueducto subterráneo, que cubrieron mediante una galería de piedra en seco,
la cual hicieron conducir hasta las casas, donde también construyeron un estanque
pequeño, a modo de depósito para el riego del jardín y el huerto, y usos domésticos. Si
este sistema hidráulico ya existía con anterioridad, los monjes lo aprovecharon y lo
mejoraron, con la ayuda de albañiles mallorquines; pero hay que decir que ya conocían
las técnicas de construcción de la piedra en seco, como prueban los bancales que ya
habían ejecutado en su estancia de Maella.
A la muerte del canónigo Pere Roig, en 1811, las tierras del valle pasaron a los
trapenses y a estas tierras se añadió el dominio de Can Farineta, propiedad de Jaume
Pizà, concejal de Palma. Desde entonces, el antiguo valle o desierto de Sant Josep de la
Palomera de s'Arracó, recibió la designación de Vall de la Trapa o simplemente la Trapa
d’Andratx, por denominarse finalmente la Trapa de s'Arracó.
La intención de los trapenses cuando vinieron a la isla no era fundar una comunidad
monástica en Mallorca, sino tan solo refugiarse por un tiempo de la guerra que golpeaba
la península. Por este motivo, una vez finalizada la guerra, y establecidas las órdenes
religiosas, hacia 1813-1814, la mayoría de los trapenses regresaron al monasterio de
Santa Susanna de Maella. No obstante, una parte de la congregación restó en Mallorca.
En 1816, Jaume Piza también les otorgó los predios de Horta y Horteta, situados en el
municipio de Sant Joan. En este periodo, se planteó la fundación del monasterio, que
aún no se había formalizado, y la comunidad incluso demandó ayuda al magistrado
Nicolau Campaner, que los había acogido en el momento de su llegada a la isla. A pesar
de todo, finalmente, esta fundación no alcanzó a llevarse a cabo debido a los episodios
venideros.
En 1820, durante el Trienio liberal (1820-1823), se suprimieron las órdenes
monásticas, mendicantes y clericales. Los trapenses tuvieron que marcharse de la Trapa
y, en un corto espacio de tiempo, el oratorio abandonado se convirtió en un corral para el
rebaño. Los carboneros arrasaron el bosque de los alrededores y los vecinos expoliaron
todos los elementos constructivos aprovechables para sus viviendas: puertas, maderas,
hierros, tejas, etc.
Con la vuelta del absolutismo, durante la denominada década ominosa (1823-1833),
las órdenes regulares se restablecieron en sus monasterios y conventos por toda
Mallorca, pero los trapenses no volvieron a establecerse en la Trapa, a pesar de los
intentos que hizo el Ayuntamiento de Andratx en los años 1824 y 1825, con el apoyo del
Ayuntamiento de Palma, de la parroquia de Andratx, entre otras instituciones y personas
cve: BOE-A-2023-157
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Núm. 3