III. Otras disposiciones. MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y FORMACIÓN PROFESIONAL. Ayudas. (BOE-A-2022-21790)
Resolución de 14 de diciembre de 2022, de la Secretaría de Estado de Educación, por la que se publica el Acuerdo de la Conferencia Sectorial de Educación de 2 de noviembre de 2022, por el que se aprueba la propuesta de distribución territorial y los criterios de reparto de los créditos gestionados por Comunidades Autónomas destinados al Programa de Bienestar Emocional en el ámbito educativo, en el ejercicio presupuestario 2022.
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Jueves 22 de diciembre de 2022

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prácticamente el doble en mujeres (16,32 %) que en hombres (8,94 %) en todos sus
grados de severidad. Esta relación no es constante en todos los grupos de edad. Con
respecto a la prevalencia de cuadros depresivos activos, según la Encuesta Europea de
Salud en España, 2020, el 2,46 % de la población de 15 y más años presenta un cuadro
de depresión mayor y 2,90 % otros cuadros depresivos. Según sexo, un 3,48 % en
hombres presenta algún cuadro depresivo activo frente al 7,14 % de las mujeres.
Tras el confinamiento asociado a la pandemia, los trastornos mentales han
aumentado del 1,1 % al 4 % en niños, niñas y adolescentes de entre 4 y 14 años y
del 2,5 % al 7 % en el caso de los trastornos de conducta, en comparación con los
últimos datos oficiales disponibles de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 2017. La
incidencia de estos problemas fue tres veces mayor en familias sin empleo que entre la
infancia y la adolescencia que vive en familias que han conservado el empleo (3 %) tras
la crisis de la COVID-19. Además, los niños, niñas y adolescentes de hogares con bajos
ingresos sufrieron una probabilidad 4 veces mayor (13 %) de padecer trastornos
mentales y/o de conducta que los que viven en hogares de renta alta (3 %). También en
los hogares más pobres se concentra una mayor proporción de infancia migrante que
presenta una mayor incidencia de trastornos mentales y/o de conducta.
La salud, y en especial la salud mental, está, por tanto, estrechamente vinculada a los
determinantes sociales. Las condiciones de vida y trabajo, las condiciones socioeconómicas
y culturales, los estereotipos sociales o los estilos de vida se unen al conjunto de factores
biológicos, lo que hace necesario entender la salud mental como un aspecto más del
bienestar de cada persona. Es evidente, por tanto, entender el riesgo y tensión a que se ve
sometido el bienestar emocional de las personas, en estas circunstancias.
Según un informe de la OCDE, en todos los países, la salud mental de los
desempleados y los que experimentan inseguridad financiera fue peor que la de la
población en general, una tendencia que es anterior a la pandemia, pero que parece
haberse acelerado en algunos casos. Además, dicho informe señala que, a partir de
marzo de 2020, la prevalencia de ansiedad y depresión aumentó, duplicándose en
algunos países. Los períodos en los que se notificaron las tasas más altas de ansiedad
se correlacionaron con períodos de intensificación de las muertes por COVID-19 y
estrictas medidas de confinamiento.
Diversos estudios arrojan evidencia acerca del impacto que las condiciones
psicosociales generadas por la pandemia han tenido sobre la salud mental de la
población. Tanto los datos recogidos en la Encuesta Europea de Salud en España
(EESE, 2020) como la llevada a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS), reflejan un incremento de los trastornos ansioso-depresivos y de la sintomatología
compatible con el trastorno de estrés postraumático. Se registran, además,
complicaciones asociadas a patologías mentales previas a la pandemia, como en el caso
de los trastornos de la conducta alimentaria, de los cuadros psicóticos y de las conductas
adictivas sin sustancia, especialmente aquellas relacionadas con las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TICS). Todo ello, acompañado de un incremento de la
violencia de género y de malos tratos a la infancia.
El aumento de los problemas de salud mental derivados de esta crisis demanda poner
la mirada de manera atenta sobre el sector poblacional compuesto por los niños, niñas y
adolescentes, reconociendo la necesidad de reflexionar e intervenir en el ámbito educativo,
por ser éste un espacio en el que estos colectivos invierten un número significativo de horas
al día y en el que se espera que sean atendidos, independientemente de su procedencia o
estatus social. El bienestar emocional de niños, niñas y adolescentes, debido a los procesos
de cambio asociados a su crecimiento, maduración y adquisición de nuevos aprendizajes,
competencias y experiencias, está soportando un estrés que podría afectar al estado de
ánimo de las personas que componen este sector de población, pudiendo incidir en los
procesos de conformación de la autoimagen y a su autoconcepto, con todo lo que esto
determina en cuanto a la protección del derecho básico a la salud y desarrollo de las
competencias de todo ciudadano.

cve: BOE-A-2022-21790
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Núm. 306