3. Otras disposiciones. . (2025/143-34)
Resolución de 22 de julio de 2025, de la Delegación Territorial de Turismo, Cultura y Deporte en Córdoba, por la que se incoa el procedimiento para la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, del yacimiento denominado Cerro de la Merced, en Cabra (Córdoba).
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Número 143 - Lunes, 28 de julio de 2025
página 10496/4
Merced estaba considerado como uno de los «recintos fortificados», «recintos torre» o
«torres de Aníbal», siguiendo el trabajo pionero de Fortea y Bernier (1970).
En el año 2009 se incluyó como área de especial protección en el PGOU-2010 de
Cabra, y posteriormente el cerro fue adquirido por el Ayuntamiento de Cabra. En 2012
se inició, mediante convenio específico entre la institución municipal y la Fundación
de la Universidad Autónoma de Madrid el proyecto de estudio y protección integral
del yacimiento, con excavaciones que se desarrollaron entre 2012 y 2020 y que han
concluido con la restauración, consolidación, cubrición y apertura al público del conjunto
arqueológico.
La cima del Cerro de la Merced estuvo ya ocupada durante el Calcolítico, y quizá
incluso desde el Neolítico final, conservándose fragmentos de cerámica e incluso un
pequeño cuchillo de aleación de cobre.
Tras un largo periodo de abandono, en un momento entre fines del siglo V y
el IV a.C. se levantó allí un monumento –quizá turriforme– de sillería, decorado con
cornisas de gola en roca carniola y frisos con relieves vegetales tallados sobre calcarenita;
dichos relieves, con cintas enlazadas, volutas y palmetas, y frisos de ovas, son de gran
calidad y por estar bien contextualizados constituyen una referencia para su estudio en
todo el mundo ibérico.
Junto al monumento se levantó un primer edificio en siglo IV a.C., con una gran planta
cuadrada de catorce metros de lado cuya única puerta orientada al sol naciente se abría
a un gran patio enlosado con lajas de piedra y tres cámaras al fondo occidental, siendo la
central de mayor tamaño. Es probable que, por su planta, este edificio tuviera un carácter
cultual, como santuario asociado al anterior monumento conmemorativo, quizá todo ello
en relación con el control territorial del oppidum de Licabrum (Cabra).
Reutilizando este edificio primitivo y reaprovechando piezas del monumento cuyos
relieves fueron retallados, se construyó dentro del siglo IV a.C. o muy a principios del siglo III,
un complejo arquitectónico monumental de carácter aristocrático, muy distinto por su
calidad edilicia, volumen y simetría, a la arquitectura doméstica ibérica. Constaba de un
nuevo edificio, una masiva construcción de planta cuadrada y dos plantas de altura, con
muros ciclópeos exteriores de hasta cuatro metros de espesor que forraban y envolvían la
anterior estructura. El primitivo patio enlosado fue compartimentado en varias estancias
rectangulares, un pequeño vestíbulo (en cuyo interior se colocó un escudo embutido,
de carácter apotropaico) y un basamento para una escalera que llevaba a una segunda
planta, como atestigua la hilada de mechinales situados, a dos metros de altura, en el
alzado de adobes de una de las estancias, cuyo alzado total se ha conservado hasta
casi los cuatro metros. Además, en esta planta baja, con diversas salas enlosadas con
grandes lajas de piedra, se pueden identificar almacenes, áreas de molienda de cereal y
quizá una capilla recóndita empedrada en el ángulo suroeste.
Este gran edificio central estaba rodeado por una gran terraza perimetral de diez
metros de ancho, contenida por otro gran muro de aterrazamiento con aparejo ciclópeo.
El acceso se realizaba por una gran escalinata de piedra, situada en el lado sur, dotada
de una puerta monumental.
Entre los materiales documentados, además de cerámica importada (ática del siglo IV,
campaniense), cerámica de mesa pintada y de almacenamiento, aparecieron armas, elementos
de indumentaria, pero también pesas de telar y fusayolas que testimonian actividad textil, varios
molinos rotatorios y de vaivén que demuestran una actividad de molienda suprafamiliar.
No se trata, como se había creído hasta el año 2012, de una simple atalaya o «recinto
torre» de los que abundan en la Campiña y en las Sierras Subbéticas cordobesas. Por el
contrario, se trata de una tipología de yacimiento nueva e inédita en la región y de suma
importancia por su categoría funcional y conceptual: un posible santuario reconstruido como
complejo aristocrático cuya evolución y características son únicas, y documentan el proceso
de consolidación de aristocracias ibéricas a partir de un concepto sacro de poder que
evoluciona hasta la aparición de los primeros monarcas y luego señores de la guerra en las
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X
https://www.juntadeandalucia.es/eboja
00324094
BOJA
Boletín Oficial de la Junta de Andalucía
página 10496/4
Merced estaba considerado como uno de los «recintos fortificados», «recintos torre» o
«torres de Aníbal», siguiendo el trabajo pionero de Fortea y Bernier (1970).
En el año 2009 se incluyó como área de especial protección en el PGOU-2010 de
Cabra, y posteriormente el cerro fue adquirido por el Ayuntamiento de Cabra. En 2012
se inició, mediante convenio específico entre la institución municipal y la Fundación
de la Universidad Autónoma de Madrid el proyecto de estudio y protección integral
del yacimiento, con excavaciones que se desarrollaron entre 2012 y 2020 y que han
concluido con la restauración, consolidación, cubrición y apertura al público del conjunto
arqueológico.
La cima del Cerro de la Merced estuvo ya ocupada durante el Calcolítico, y quizá
incluso desde el Neolítico final, conservándose fragmentos de cerámica e incluso un
pequeño cuchillo de aleación de cobre.
Tras un largo periodo de abandono, en un momento entre fines del siglo V y
el IV a.C. se levantó allí un monumento –quizá turriforme– de sillería, decorado con
cornisas de gola en roca carniola y frisos con relieves vegetales tallados sobre calcarenita;
dichos relieves, con cintas enlazadas, volutas y palmetas, y frisos de ovas, son de gran
calidad y por estar bien contextualizados constituyen una referencia para su estudio en
todo el mundo ibérico.
Junto al monumento se levantó un primer edificio en siglo IV a.C., con una gran planta
cuadrada de catorce metros de lado cuya única puerta orientada al sol naciente se abría
a un gran patio enlosado con lajas de piedra y tres cámaras al fondo occidental, siendo la
central de mayor tamaño. Es probable que, por su planta, este edificio tuviera un carácter
cultual, como santuario asociado al anterior monumento conmemorativo, quizá todo ello
en relación con el control territorial del oppidum de Licabrum (Cabra).
Reutilizando este edificio primitivo y reaprovechando piezas del monumento cuyos
relieves fueron retallados, se construyó dentro del siglo IV a.C. o muy a principios del siglo III,
un complejo arquitectónico monumental de carácter aristocrático, muy distinto por su
calidad edilicia, volumen y simetría, a la arquitectura doméstica ibérica. Constaba de un
nuevo edificio, una masiva construcción de planta cuadrada y dos plantas de altura, con
muros ciclópeos exteriores de hasta cuatro metros de espesor que forraban y envolvían la
anterior estructura. El primitivo patio enlosado fue compartimentado en varias estancias
rectangulares, un pequeño vestíbulo (en cuyo interior se colocó un escudo embutido,
de carácter apotropaico) y un basamento para una escalera que llevaba a una segunda
planta, como atestigua la hilada de mechinales situados, a dos metros de altura, en el
alzado de adobes de una de las estancias, cuyo alzado total se ha conservado hasta
casi los cuatro metros. Además, en esta planta baja, con diversas salas enlosadas con
grandes lajas de piedra, se pueden identificar almacenes, áreas de molienda de cereal y
quizá una capilla recóndita empedrada en el ángulo suroeste.
Este gran edificio central estaba rodeado por una gran terraza perimetral de diez
metros de ancho, contenida por otro gran muro de aterrazamiento con aparejo ciclópeo.
El acceso se realizaba por una gran escalinata de piedra, situada en el lado sur, dotada
de una puerta monumental.
Entre los materiales documentados, además de cerámica importada (ática del siglo IV,
campaniense), cerámica de mesa pintada y de almacenamiento, aparecieron armas, elementos
de indumentaria, pero también pesas de telar y fusayolas que testimonian actividad textil, varios
molinos rotatorios y de vaivén que demuestran una actividad de molienda suprafamiliar.
No se trata, como se había creído hasta el año 2012, de una simple atalaya o «recinto
torre» de los que abundan en la Campiña y en las Sierras Subbéticas cordobesas. Por el
contrario, se trata de una tipología de yacimiento nueva e inédita en la región y de suma
importancia por su categoría funcional y conceptual: un posible santuario reconstruido como
complejo aristocrático cuya evolución y características son únicas, y documentan el proceso
de consolidación de aristocracias ibéricas a partir de un concepto sacro de poder que
evoluciona hasta la aparición de los primeros monarcas y luego señores de la guerra en las
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X
https://www.juntadeandalucia.es/eboja
00324094
BOJA
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