3. Otras disposiciones. . (2023/128-56)
Decreto 173/2023, de 4 de julio, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, la Actividad de Interés Etnológico denominada Alfarería en la provincia de Jaén.
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Número 128 - Jueves, 6 de julio de 2023
página 11550/7
En Bailén encontramos los primeros restos cerámicos localizados en el área
prospectada en El Chorrillo, con impresiones triangulares y decoración tipo reticulado,
así como con motivos de impresiones verticales y líneas incisas horizontales que podrían
datarse entre el Neolítico Antiguo avanzado y el Neolítico Medio. En época moderna,
en 1752 se contabilizan en Bailén seis dueños de hornos, ocho en 1764, que se
incrementarán hasta llegar a las veintiocho alfarerías censadas en 1861. Este desarrollo
es paralelo al aumento de la población y continúa creciendo, aunque con altibajos,
durante la primera mitad del siglo XX, llegando a registrarse treinta y una alfarerías en
1957. Poco después llegaría el colapso de la actividad, a nivel nacional, entre finales de
los sesenta y principios de los setenta.
Úbeda ha sido históricamente uno de los principales núcleos de producción alfarera
de la provincia de Jaén, actividad que hoy continúa destacando dentro del sector artesanal
de la ciudad. Los primeros asentamientos de la ciudad se remontan a la Prehistoria,
Edad del Cobre y del Bronce –III y el II milenio a. C.–, cuando distintas comunidades
habitaron en el lugar que hoy ocupa el barrio del Alcázar. De esta época son los primeros
restos de vasijas de cerámica. De hecho, la existencia en la propia localidad, y en sus
inmediaciones, de materia prima apta para la elaboración de cerámica, ha permitido
la realización de una gran variedad de piezas de uso cotidiano y en relación con las
actividades productivas, en un contexto eminentemente rural. La producción que se
ha conservado hasta nuestros días es, tanto en la forma y denominación como en las
técnicas, heredera de la cultura hispanomusulmana, siendo su característica fundamental
el empleo del vedriado o barniz plumbífero, motivo por el que en las fuentes escritas los
alfareros ubetenses son denominados vedriaderos o maestros de vedriado.
En el Fuero de Úbeda, concedido poco después de la conquista cristiana en 1233,
ya se hace mención a la actividad de los tejeros y olleros los que hacen tejas y ollas,
regulando los precios y características que deben tener estos materiales. Se fomenta de
esta manera un marco propicio para ejercer una actividad productiva que irá en aumento
especialmente a partir del siglo XVI. Durante el Renacimiento, dentro del contexto de
crecimiento y desarrollo que la ciudad vive en todos los órdenes, la alfarería, junto con la
producción pañera, constituirá uno de los sectores más prósperos de la industria local,
generando una buena parte de los ingresos de rentas en el municipio. Además de la
alfarería de uso cotidiano, se produjo en esta época una vajilla de carácter suntuario o de
lujo, decorada con motivos figurativos en azul, sobre cubierta estannífera, o en colores
ocres y de manganeso – similar a las producciones de Sevilla y Talavera de la Reina-,
fruto de las más vanguardistas influencias italianas que durante un periodo dejaron su
huella en todas las esferas artísticas de la ciudad de Úbeda.
De los numerosos profesionales que trabajan los distintos productos cerámicos en
la ciudad entre el último tercio del siglo XVI y los años finales de la centuria siguiente,
destacan los «oficiales del barro» que elaboran, mayoritariamente, piezas de barro para
el uso doméstico cotidiano. Más de una treintena de estos artesanos se encuentran
registrados en el censo de 1627, momento álgido de la producción cerámica de Úbeda.
También consta el término «oficial del barro blanco», para distinguir a los productores de
dicha especialidad frente a los que se dedican a «lo basto», a «lo pardo» o a «lo verde».
En 1628 el humanista Bartolomé Jiménez Patón, destaca las características de la
tierra empleada en la alfarería, de la que «da buen testimonio el mucho, y buen vedriado
verde, y blanco que se labra en la Ciudad de Úbeda en la calle que dizen de Valencia,
que siendo muy larga es toda de oficiales varreros, que provee muy grande parte de
estos Reynos». Un siglo más tarde, en 1752, la Relación de Ocupaciones de Artes
Mecánicos efectuada en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada registra
en la ciudad la existencia de «veinteysiete alfahareros, que se regulan al mismo joma, no
distinguiéndose en este oficio los maestros de los oficiales sino por el uso de los hornos»
y que «ay trece hornos corrientes de varro pardo o alpharería y vedriado blanco, y éstos
los usan algunos oficiales o maestros de este arte». Se pone así de manifiesto que la
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X
https://www.juntadeandalucia.es/eboja
00286574
BOJA
Boletín Oficial de la Junta de Andalucía
página 11550/7
En Bailén encontramos los primeros restos cerámicos localizados en el área
prospectada en El Chorrillo, con impresiones triangulares y decoración tipo reticulado,
así como con motivos de impresiones verticales y líneas incisas horizontales que podrían
datarse entre el Neolítico Antiguo avanzado y el Neolítico Medio. En época moderna,
en 1752 se contabilizan en Bailén seis dueños de hornos, ocho en 1764, que se
incrementarán hasta llegar a las veintiocho alfarerías censadas en 1861. Este desarrollo
es paralelo al aumento de la población y continúa creciendo, aunque con altibajos,
durante la primera mitad del siglo XX, llegando a registrarse treinta y una alfarerías en
1957. Poco después llegaría el colapso de la actividad, a nivel nacional, entre finales de
los sesenta y principios de los setenta.
Úbeda ha sido históricamente uno de los principales núcleos de producción alfarera
de la provincia de Jaén, actividad que hoy continúa destacando dentro del sector artesanal
de la ciudad. Los primeros asentamientos de la ciudad se remontan a la Prehistoria,
Edad del Cobre y del Bronce –III y el II milenio a. C.–, cuando distintas comunidades
habitaron en el lugar que hoy ocupa el barrio del Alcázar. De esta época son los primeros
restos de vasijas de cerámica. De hecho, la existencia en la propia localidad, y en sus
inmediaciones, de materia prima apta para la elaboración de cerámica, ha permitido
la realización de una gran variedad de piezas de uso cotidiano y en relación con las
actividades productivas, en un contexto eminentemente rural. La producción que se
ha conservado hasta nuestros días es, tanto en la forma y denominación como en las
técnicas, heredera de la cultura hispanomusulmana, siendo su característica fundamental
el empleo del vedriado o barniz plumbífero, motivo por el que en las fuentes escritas los
alfareros ubetenses son denominados vedriaderos o maestros de vedriado.
En el Fuero de Úbeda, concedido poco después de la conquista cristiana en 1233,
ya se hace mención a la actividad de los tejeros y olleros los que hacen tejas y ollas,
regulando los precios y características que deben tener estos materiales. Se fomenta de
esta manera un marco propicio para ejercer una actividad productiva que irá en aumento
especialmente a partir del siglo XVI. Durante el Renacimiento, dentro del contexto de
crecimiento y desarrollo que la ciudad vive en todos los órdenes, la alfarería, junto con la
producción pañera, constituirá uno de los sectores más prósperos de la industria local,
generando una buena parte de los ingresos de rentas en el municipio. Además de la
alfarería de uso cotidiano, se produjo en esta época una vajilla de carácter suntuario o de
lujo, decorada con motivos figurativos en azul, sobre cubierta estannífera, o en colores
ocres y de manganeso – similar a las producciones de Sevilla y Talavera de la Reina-,
fruto de las más vanguardistas influencias italianas que durante un periodo dejaron su
huella en todas las esferas artísticas de la ciudad de Úbeda.
De los numerosos profesionales que trabajan los distintos productos cerámicos en
la ciudad entre el último tercio del siglo XVI y los años finales de la centuria siguiente,
destacan los «oficiales del barro» que elaboran, mayoritariamente, piezas de barro para
el uso doméstico cotidiano. Más de una treintena de estos artesanos se encuentran
registrados en el censo de 1627, momento álgido de la producción cerámica de Úbeda.
También consta el término «oficial del barro blanco», para distinguir a los productores de
dicha especialidad frente a los que se dedican a «lo basto», a «lo pardo» o a «lo verde».
En 1628 el humanista Bartolomé Jiménez Patón, destaca las características de la
tierra empleada en la alfarería, de la que «da buen testimonio el mucho, y buen vedriado
verde, y blanco que se labra en la Ciudad de Úbeda en la calle que dizen de Valencia,
que siendo muy larga es toda de oficiales varreros, que provee muy grande parte de
estos Reynos». Un siglo más tarde, en 1752, la Relación de Ocupaciones de Artes
Mecánicos efectuada en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada registra
en la ciudad la existencia de «veinteysiete alfahareros, que se regulan al mismo joma, no
distinguiéndose en este oficio los maestros de los oficiales sino por el uso de los hornos»
y que «ay trece hornos corrientes de varro pardo o alpharería y vedriado blanco, y éstos
los usan algunos oficiales o maestros de este arte». Se pone así de manifiesto que la
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X
https://www.juntadeandalucia.es/eboja
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