3. Otras disposiciones. . (2023/99-29)
Decreto 115/2023, de 23 de mayo, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, la Actividad de Interés Etnológico denominada La Cantería del mármol de Macael, en Macael (Almería).
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Número 99 - Viernes, 26 de mayo de 2023

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El Libro de Apeo y Repartimiento de Macael hace referencia a las canteras de los
Filabres, comentando de ellas que «siempre han sido libres y comunes a todos». En él se
indica que estaban situadas en el Pago de Alcudia y en el Pago de Azlar, localizados en
los parajes que hoy conocemos como los Horcajos y la Gran Parada, respectivamente.
Francisco Florentino, uno de los mejores maestros de cantería del siglo XVI, tuvo cantera
abierta en Macael y desde ella servía mármoles a sus numerosos proyectos localizados en
Granada, Almería y Murcia. Desde los tiempos de Felipe II, la corona tenía reservada una
amplia cantera en Macael, la llamada Cantera Real, que el mismo monarca cedía para su
explotación a diversos canteros. De aquí es de donde se obtuvo el mármol empleado en
la construcción de los palacios reales levantados en estos siglos. Precisamente Felipe II,
para la construcción del Palacio del Escorial, encargó 79 carretadas de mármol que
fueron enviadas en 8 expediciones a través de Linares. Otros dos nombres propios que
destacan son: Damián Pla, uno de los grandes maestros de cantería con cantera en
Macael que, durante el siglo XVII, abasteció muchos proyectos radicados especialmente
en Granada y Murcia; y el Taller de los Tijeras, autores de numerosas cruces de término,
como las que se pueden contemplar en Macael (la Cruz de Mayo y la de los Mozos),
cuyo patriarca, el maestro cantero Diego de Tijeras, se asentó en Macael a principios
del siglo XVII. Se conservan diversas relaciones con ocasión de visitas realizadas a las
canteras de Macael, a mediados del siglo XVIII, ligadas a las obras del Palacio Real
(Plaza Santiago, F. J. de la, 1975).
Durante el siglo XIX las canteras de mármol de Macael son mencionadas en numerosos
textos. Sebastián Miñano y Bedoya, en su «Diccionario Geográfico-Estadístico» (1826-1828),
refiriéndose a Macael, indica que «hay en su término muchas canteras de mármoles
blancos trabajadas desde la más remota antigüedad, y de ellas sacaron los moros
aquellos enormes trozos que todavía admiran en sus palacios de Granada...». En 1836
se establece la primera fábrica de mármol en Fines, la Fábrica de los Catalanes, con
la que comienza una incipiente industria de transformación. En 1845, Richard Ford,
viajero romántico británico, publica una de las primeras guías de viaje «Manual para
viajeros por España». En ella, en la la ruta Granada-Almería, que conoce por la visita
que efectuó en 1833, recoge textualmente: «La montaña de mármol que está bajo la
Sierra de Filabres recuerda un mar tormentoso que de repente se hubiese petrificado.»
En 1850, Pascual Madoz e Ibáñez, en su «Diccionario geográfico-estadístico-histórico de
España y sus posesiones de ultramar» (1846-1850), escribe: «Hay diferentes canteras
de mármol azul y blanco exquisito, ocupando las grandes masas de éste el espacio de
una legua, y en cuya explotación se emplean muchos brazos con utilidad de un crecido
número de familias, surtiendo de mármoles a la fábrica de Fines y a otros varios talleres,
donde se elaboran para dentro y fuera del reino». En 1880, el arquitecto conservador de
la Alhambra, don Rafael Contreras, visitó las canteras de Macael encontrando restos de
fuentes y otras piezas antiguas elaboradas en mármol. Ya a final del siglo XIX, en 1895,
tiene lugar un hecho trascendental, la puesta en funcionamiento del ferrocarril del
Almanzora que supuso el comienzo del despegue de la industria del mármol de Macael
y la posibilidad de la distribución de sus productos al resto de España y a Europa. Hasta
entonces, a pesar de la existencia de las canteras, era la agricultura la principal fuente
económica de Macael, teniendo la extracción de mármol un carácter complementario que
pasa a convertirse en motor económico y única fuente de ingresos de muchas familias.
En 1905 había 25 fábricas que contenían más de 70 telares, situadas en los cauces
de los arroyos Laroya, Marchal y Macael, que funcionaban a base de energía hidráulica.
Como el agua es escasa y en verano se empleaba para faenas agrícolas, las fábricas sólo
funcionaban en invierno. Este hecho, junto con el elevado aumento de la demanda, animó
al empresario Antonio Ortiz Váldes a construir una fábrica en las cercanías de la estación,
que contaba con dos telares que obtenían la energía mediante un motor de gas pobre, lo
que les permitía funcionar todo el año. A Antonio Ortiz le siguieron otros industriales, y
Olula del Río-Fines se convirtió en el polo de atracción de la actividad industrial.
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X

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