3. Otras disposiciones. . (2023/89-53)
Decreto 105/2023, de 9 de mayo, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, la Actividad de Interés Etnológico denominada Romería de Nuestra Señora del Rocío, en Almonte (Huelva).
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BOJA

Boletín Oficial de la Junta de Andalucía
Número 89 - Viernes, 12 de mayo de 2023

página 8397/11

IV. Datos históricos y etnológicos.
La primera alusión a la advocación y culto a la Virgen del Rocío se recoge en el Libro
de la Montería de Alfonso XI (1340), donde textualmente se dice: «En tierra de Niebla ay
una tierra quel dicen las Roçinas, et señalada mjente, son los meiores sotos de correr
cabo un iglesia que dizen Sancta Maria de las Roçinas, et cabo de otra eglesia que dizen
Sancta Olalla» (Zurita, 2005, p. 125). La mención a la ermita o iglesia de Santa María de
las Rocinas en estos documentos permite situar el origen de la devoción en la fundación
alfonsí del lugar. En un principio la ermita responde a una finalidad evangelizadora y
de cristianización del paraje tras la conquista y la repoblación del territorio, origen que
comparte con otras devociones marianas andaluzas. Los documentos no prueban
la existencia de la celebración o la peregrinación mariana. Constatan la existencia del
templo y la imagen para el culto. Durante el siglo XIV apenas si se tienen noticias del
lugar, en este sentido cabe suponer que la primitiva ermita solo era conocida por los
habitantes de los núcleos de población incipientes y cercanos como Gato, Hinojos, Mures
(hoy Villamanrique) y Almonte, surgiendo en este contexto la leyenda de la aparición
mariana. El hallazgo que se relata oralmente acaece en tierras de Almonte; en la versión
original escrita en la Primitiva Regla de la Hermandad Matriz de 1758 no se consigna ni
origen ni vecindad alguna. Este documento del siglo XVIII constituye una fuente esencial
para la historia rociera, una versión prosificada del hallazgo de la imagen de la Virgen del
Rocío que procediendo de la tradición oral se somete al tamiz eclesial de época barroca.
En el siglo XV debemos de suponer que el crecimiento de la devoción aumentó
notablemente en el entorno próximo, especialmente en la villa de Almonte, donde se
constatan los primeros traslados de la Virgen del Rocío a finales del siglo XVI y principios
del siglo XVII, como consecuencia de epidemias, sequías y diversas calamidades
públicas. Uno de los hechos que los investigadores citan como conformadores de
la devoción es la institución canónica de la capellanía de Baltasar Tercero en 1587.
Este indiano, oriundo de la ciudad de Sevilla, fallecido en Lima (Perú), legó todos sus
bienes a la Ermita de Nuestra Señora de Las Rocinas para que se dijeran misas por su
eterno descanso, propiciando este hecho un culto permanente. El primer capellán fue el
Reverendo Juan Pavón, nombrado por el Concejo de la Villa de Almonte, administrador
de dicha capellanía. En las fuentes históricas se constata que con este capital se fueron
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X

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vuelta y desciende para tomar la calle Almonte, yendo en zigzag hasta la calle Moguer,
donde la filial tiene su casa de hermandad. La procesión se desarrolla en medio de un
fervor popular, entre vítores, palmas, cantos, brazos y manos que intentan rozar a la
Virgen; personas que quieren cargarla en sus andas, debido a promesas y en acción
de gracias, y de niños y niñas que son llevados por los aires hasta las plantas de la
imagen con el fin de ser bendecidos. Después de casi doce horas de procesión, ya casi
al mediodía, la Virgen del Rocío llega a la casa de la Hermandad Matriz, desde cuyos
balcones recibe una inmensa petalada con el repique de las campanas, anunciando la
entrada en el templo. Tras devolverla a su altar, se despiden de la Virgen entonando la
popular salve rociera.
El Lunes de Pentecostés, después de la misa de despedida, comienzan a desfilar
las primeras carretas a sus lugares de origen. En la misa se le pide salud y suerte para
otro año volver. Algunas hermandades no realizan el camino de vuelta dada la lejanía
de sus lugares de origen. Las restantes inician un camino de vuelta más tranquilo con
las vivencias del Rocío. La Hermandad de Almonte abandona la aldea al día siguiente y
regresa al pueblo en torno a las cinco de la tarde, por el Camino de Los Llanos. Durante
el trayecto se realizan algunas paradas: la primera, al atravesar la carretera, en una zona
de pinos, para la merienda y la última en el paraje de Los Pajares. En Almonte se entra
«entre dos luces», donde el vecindario espera en las calles para ver la entrada de la
hermandad. Los jinetes recorren las calles hasta la iglesia parroquial donde devuelven el
simpecado a su altar, poniendo fin de este modo al ritual.