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Bien de interés cultural – Resolución de 3 de octubre de 2023, de la Dirección General de Patrimonio Cultural, por la que se incoa el expediente de declaración como Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid, en la categoría de monumento, de la iglesia parroquial de San Salvador en Leganés
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B.O.C.M. Núm. 248
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 18 DE OCTUBRE DE 2023
La nueva cabecera comenzó a levantarse hacia 1537 y concluyó hacia 1584, cuando se
encarga el retablo mayor. En este largo periodo intervinieron numerosos maestros de obras.
La primera noticia hace referencia a un pago efectuado en 1537 a un tal Ponce, maestro del
que no se conocen datos, por realizar la traza de la capilla del ábside. Después, entre 1540
y 1550, se efectuaron diversos pagos a otro maestro, Pedro de Goitia, por ejecutar la traza
y condiciones para la iglesia. Unos años más tarde los documentos mencionan a Juan Díaz
Blanco, como maestro de la capilla mayor, cuya obra fue tasada en 1553.
A partir de ese momento hubo una ralentización en la construcción. No aparecen nuevos maestros hasta 1569, comenzando un nuevo periodo. En ese año el maestro Pedro Gil
de Sopeña recibía pagos por su intervención en la capilla mayor, y se compró madera para
la cubrición de la iglesia con el maestro carpintero Mateo Sánchez.
Diez años más tarde, la documentación menciona a uno de los grandes arquitectos del
círculo toledano de pleno siglo XVI, Nicolás de Vergara el Mozo (c.1542-1606), maestro de
obras de la Iglesia de Toledo. En 1579 se le abonaron 1.500 maravedís por “una traza para la
obra de la iglesia”. Parece claro por el análisis de la documentación que en 1584 la cabecera debía de estar ya concluida, pues a partir de ese año se efectuaron pagos a Diego de Torres, pintor
y escultor vecino de Madrid, junto con Miguel Martínez, relativos al retablo del altar mayor.
Durante la primera mitad del siglo XVII, la escasez de datos documentales impide conocer con precisión las obras que se realizaron en el templo, aunque constan en 1623 obras
de cimentación en la zona norte y obras de ensanche de la capilla mayor en el lado del evangelio, lo que parece aludir a la ejecución del brazo norte de la nave de transepto. Un plano
fechado en 1655, que reproduce la planta del templo y la distribución de las sepulturas en
ese año, muestra el cuerpo de la iglesia formado por dos naves, la mayor, de gran anchura,
y la nave lateral sur, separadas por cuatro pilares cuadrangulares.
Hacia 1658 la iglesia se había quedado pequeña. En ese mismo año, el arzobispado envió a Juan de León, maestro de obras de la villa de Madrid, para reconocer el templo. Como
consecuencia de su informe, se produjeron sucesivas declaraciones de distintos maestros de
obras que reconocieron la iglesia, proponiendo ampliarla con la construcción de la nave que
faltaba. Finalmente, en mayo de 1660 unos alarifes de la ciudad de Toledo declararon que
con el ensanche de la nave no quedaría seguro el cuerpo de la iglesia. Ante esta situación,
el procurador de la villa nombró a Juan Veloso, Aparejador Mayor de su Majestad y en ese
momento Aparejador del Alcázar, Tomás Román, maestro de albañilería y alarife de la villa de Madrid, y Pedro Lázaro Goiti, alarife de la villa de Madrid, para que hiciesen nueva
planta. La obra no debió de comenzar hasta el 1662. Estos maestros llevaron a cabo una arquitectura conforme a la tendencia denominada “clasicismo ornamentado”, donde los sistemas espaciales y estructurales de los edificios apenas sufren cambios respecto al “manierismo tardoherreriano” de la primera mitad del siglo XVII, y solo se diferencia en cuanto al
papel jugado por la ornamentación. Un estilo que tiene su origen en la obra de Juan de Herrera, prolongada por Francisco de Mora y continuada por Juan Gómez de Mora, entre
otros, y que abarcará desde el último tercio del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII.
El cuerpo de la iglesia responde a unos criterios tipológicos y estilísticos caracterizados por
la sobriedad interior y exterior, de estructuras sencillas y austeras, en la que predominan los
volúmenes cúbicos, las líneas rectas, los perfiles planos no resaltados, donde domina la proporción y la armonía, a los que se añade una decoración geométrica formando bandas y recuadros en bóvedas y muros.
Dos inscripciones grabadas en sendos dinteles de las portadas oeste y norte, en las que
se puede leer la fecha 1670, parecen indicar el año de conclusión de las portadas y, por tanto, la mayor parte de las obras del cuerpo de la iglesia.
Un año más tarde, en 1671, Bartolomé Zumbigo y Salcedo (1620-1682), arquitecto toledano en ese momento Maestro Mayor de Obras de la catedral de Toledo, estableció las
condiciones para prolongar las cornisas y blanquear toda la iglesia. Tomando en consideración este dato, junto con el análisis del edificio, parece posible concluir que, una vez terminado el cuerpo de naves, se contrató a este maestro para adecuar este cuerpo con la nave de
transepto y crucero, unificando interiormente el espacio mediante la prolongación de las
cornisas de la nave central por todo el perímetro del transepto y blanquearla toda. La Dra.
Corella sugiere que Zumbigo pudo realizar también el diseño de la cúpula que cubre el tramo de crucero.
Una vez concluida toda la iglesia y la torre, en 1675 se colocaron las campanas, realizadas por Diego de Barcia. Actualmente existen cinco campanas de bronce, de diferente tamaño pero la misma tipología, aunque solo se ha podido identificar la fecha 1720 en una de ellas.
Pág. 213
BOCM-20231018-51
BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 18 DE OCTUBRE DE 2023
La nueva cabecera comenzó a levantarse hacia 1537 y concluyó hacia 1584, cuando se
encarga el retablo mayor. En este largo periodo intervinieron numerosos maestros de obras.
La primera noticia hace referencia a un pago efectuado en 1537 a un tal Ponce, maestro del
que no se conocen datos, por realizar la traza de la capilla del ábside. Después, entre 1540
y 1550, se efectuaron diversos pagos a otro maestro, Pedro de Goitia, por ejecutar la traza
y condiciones para la iglesia. Unos años más tarde los documentos mencionan a Juan Díaz
Blanco, como maestro de la capilla mayor, cuya obra fue tasada en 1553.
A partir de ese momento hubo una ralentización en la construcción. No aparecen nuevos maestros hasta 1569, comenzando un nuevo periodo. En ese año el maestro Pedro Gil
de Sopeña recibía pagos por su intervención en la capilla mayor, y se compró madera para
la cubrición de la iglesia con el maestro carpintero Mateo Sánchez.
Diez años más tarde, la documentación menciona a uno de los grandes arquitectos del
círculo toledano de pleno siglo XVI, Nicolás de Vergara el Mozo (c.1542-1606), maestro de
obras de la Iglesia de Toledo. En 1579 se le abonaron 1.500 maravedís por “una traza para la
obra de la iglesia”. Parece claro por el análisis de la documentación que en 1584 la cabecera debía de estar ya concluida, pues a partir de ese año se efectuaron pagos a Diego de Torres, pintor
y escultor vecino de Madrid, junto con Miguel Martínez, relativos al retablo del altar mayor.
Durante la primera mitad del siglo XVII, la escasez de datos documentales impide conocer con precisión las obras que se realizaron en el templo, aunque constan en 1623 obras
de cimentación en la zona norte y obras de ensanche de la capilla mayor en el lado del evangelio, lo que parece aludir a la ejecución del brazo norte de la nave de transepto. Un plano
fechado en 1655, que reproduce la planta del templo y la distribución de las sepulturas en
ese año, muestra el cuerpo de la iglesia formado por dos naves, la mayor, de gran anchura,
y la nave lateral sur, separadas por cuatro pilares cuadrangulares.
Hacia 1658 la iglesia se había quedado pequeña. En ese mismo año, el arzobispado envió a Juan de León, maestro de obras de la villa de Madrid, para reconocer el templo. Como
consecuencia de su informe, se produjeron sucesivas declaraciones de distintos maestros de
obras que reconocieron la iglesia, proponiendo ampliarla con la construcción de la nave que
faltaba. Finalmente, en mayo de 1660 unos alarifes de la ciudad de Toledo declararon que
con el ensanche de la nave no quedaría seguro el cuerpo de la iglesia. Ante esta situación,
el procurador de la villa nombró a Juan Veloso, Aparejador Mayor de su Majestad y en ese
momento Aparejador del Alcázar, Tomás Román, maestro de albañilería y alarife de la villa de Madrid, y Pedro Lázaro Goiti, alarife de la villa de Madrid, para que hiciesen nueva
planta. La obra no debió de comenzar hasta el 1662. Estos maestros llevaron a cabo una arquitectura conforme a la tendencia denominada “clasicismo ornamentado”, donde los sistemas espaciales y estructurales de los edificios apenas sufren cambios respecto al “manierismo tardoherreriano” de la primera mitad del siglo XVII, y solo se diferencia en cuanto al
papel jugado por la ornamentación. Un estilo que tiene su origen en la obra de Juan de Herrera, prolongada por Francisco de Mora y continuada por Juan Gómez de Mora, entre
otros, y que abarcará desde el último tercio del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII.
El cuerpo de la iglesia responde a unos criterios tipológicos y estilísticos caracterizados por
la sobriedad interior y exterior, de estructuras sencillas y austeras, en la que predominan los
volúmenes cúbicos, las líneas rectas, los perfiles planos no resaltados, donde domina la proporción y la armonía, a los que se añade una decoración geométrica formando bandas y recuadros en bóvedas y muros.
Dos inscripciones grabadas en sendos dinteles de las portadas oeste y norte, en las que
se puede leer la fecha 1670, parecen indicar el año de conclusión de las portadas y, por tanto, la mayor parte de las obras del cuerpo de la iglesia.
Un año más tarde, en 1671, Bartolomé Zumbigo y Salcedo (1620-1682), arquitecto toledano en ese momento Maestro Mayor de Obras de la catedral de Toledo, estableció las
condiciones para prolongar las cornisas y blanquear toda la iglesia. Tomando en consideración este dato, junto con el análisis del edificio, parece posible concluir que, una vez terminado el cuerpo de naves, se contrató a este maestro para adecuar este cuerpo con la nave de
transepto y crucero, unificando interiormente el espacio mediante la prolongación de las
cornisas de la nave central por todo el perímetro del transepto y blanquearla toda. La Dra.
Corella sugiere que Zumbigo pudo realizar también el diseño de la cúpula que cubre el tramo de crucero.
Una vez concluida toda la iglesia y la torre, en 1675 se colocaron las campanas, realizadas por Diego de Barcia. Actualmente existen cinco campanas de bronce, de diferente tamaño pero la misma tipología, aunque solo se ha podido identificar la fecha 1720 en una de ellas.
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BOCM-20231018-51
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