Comunidad Autónoma Del Principado de Asturias. III. Otras disposiciones. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2025-12397)
Resolución de 14 de mayo de 2025, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Deporte, por la que se incoa expediente para la declaración de la Trashumancia en Asturias, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 18 de junio de 2025
Sec. III. Pág. 81188
aprovechamiento de los recursos disponibles en diferentes altitudes) y plurianuales (con
el cambio frecuente de sus lugares prioritarios de ocupación, en relación con las formas
agrarias extensivas que caracterizaban la economía neolítica) (González-Álvarez 2019b).
En este marco, los megalitos podrían ser considerados mecanismos de «escritura
topográfica» (Santos Granero 1998) que permitirían a los grupos codificar el paisaje
construido culturalmente. Mediante la construcción de los monumentos megalíticos y su
consideración como demarcadores territoriales, los grupos se apropiarían
simbólicamente de ciertos espacios productivos, como los pastos de altura, en conexión
con el culto a sus ancestros. De igual modo, este mecanismo para la materialización
simbólica del paisaje les permitiría quizá pautar temporalmente los ritmos y límites
temporales en el aprovechamiento de esos espacios a partir de prácticas productivas
como la trashumancia.
Con la extensión de la metalurgia de base cobre se inicia la Edad del Bronce en la
actual Asturias (de Blas 2000b; Ontañón 2003; Martínez Cortizas et al. 2016). Este
período se caracteriza por un incremento paulatino de la presión antrópica sobre el
medio, según revelan los indicadores paleoambientales disponibles (López-Merino 2009;
López-Merino et al. 2011), aventurándose por ello una creciente actividad pastoril. Sin
embargo, la documentación arqueológica disponible para la región no ofrece la solidez
necesaria para reconocer este proceso en el registro material. Así, son contados los
yacimientos arqueológicos bien caracterizados, y buena parte de los testimonios
arqueológicos proceden de hallazgos aislados (de Blas 1983, 2008b).
Entre los lugares de ocupación, destacan secuencias reconocidas para la Edad del
Bronce en cuevas del Oriente de Asturias, como la de Arangas (Cabrales) (Arias Cabal y
Ontañón 1999; Arias Cabal et al. 2013), donde se observan actividades ganaderas
contextualizables en prácticas pastoriles itinerantes, junto a evidencias ligadas a la
producción quesera. Otras evidencias sugerentes para este período nos indican la
continuación del aprovechamiento de las zonas de alta montaña ya iniciadas a
comienzos de la prehistoria reciente. Testimonio de ello son las exploraciones mineras
de veneros cupríferos como los del macizo de L’Aramo (de Blas 2014), cuyo
aprovechamiento se liga a un régimen de actividad complementario a la ganadería
trashumante (de Blas 2005). Igualmente, las cuerdas más suaves de las sierras del
Occidente asturiano asisten a la continuidad de los procesos de humanización de estos
ámbitos a través de la erección de monumentos megalíticos (Blanco Vázquez et
al. 2013). Junto a la distribución de algunas estaciones de arte esquemático vinculables
a esta fase (Mallo Viesca y Pérez Pérez 1971; de Blas 2008c, 2010; GonzálezÁlvarez 2016), la aparición de ciertos objetos metálicos en contextos eminentemente
pastoriles (de Blas y Rovira 2005; Marín Suárez 2011a; Polledo González et al. 2018;
González-Álvarez 2019b), o a la identificación de horizontes ligados a ocupaciones
estacionales en localizaciones asimilables a las que ocupan los asentamientos pastoriles
tradicionales (Camino Mayor y Estrada García 2012), podemos sostener una creciente
relevancia de las prácticas trashumantes en la Edad del Bronce en Asturias, de forma
análoga a como se propone en la vertiente meridional de la cordillera Cantábrica (Jimeno
Martínez 2001; Abarquero Moras et al. 2009). Sin embargo, y a diferencia de otros
contextos próximos (Arias Cabal y Armendáriz Gutiérrez 1998; Méndez Fernández 1998;
Ontañón 2003), el registro arqueológico es aún limitado para profundizar en los modelos
precisos que serían adoptados por los grupos trashumantes de la Edad del Bronce en el
actual territorio asturiano, situándose como uno de los objetivos prioritarios de atención
para la investigación en este ámbito de cara a los próximos años.
2.2 La consolidación de la trashumancia de valle durante la protohistoria y la
antigüedad.
A comienzos del I milenio a.C. los grupos humanos que ocupaban el actual territorio
asturiano transforman de forma notable sus formas de vida, abandonando el régimen
itinerante de poblamiento que había caracterizado hasta entonces a los grupos de la
Edad del Bronce. En adelante, reconoceremos un poblamiento sedentario articulado en
cve: BOE-A-2025-12397
Verificable en https://www.boe.es
Núm. 146
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aprovechamiento de los recursos disponibles en diferentes altitudes) y plurianuales (con
el cambio frecuente de sus lugares prioritarios de ocupación, en relación con las formas
agrarias extensivas que caracterizaban la economía neolítica) (González-Álvarez 2019b).
En este marco, los megalitos podrían ser considerados mecanismos de «escritura
topográfica» (Santos Granero 1998) que permitirían a los grupos codificar el paisaje
construido culturalmente. Mediante la construcción de los monumentos megalíticos y su
consideración como demarcadores territoriales, los grupos se apropiarían
simbólicamente de ciertos espacios productivos, como los pastos de altura, en conexión
con el culto a sus ancestros. De igual modo, este mecanismo para la materialización
simbólica del paisaje les permitiría quizá pautar temporalmente los ritmos y límites
temporales en el aprovechamiento de esos espacios a partir de prácticas productivas
como la trashumancia.
Con la extensión de la metalurgia de base cobre se inicia la Edad del Bronce en la
actual Asturias (de Blas 2000b; Ontañón 2003; Martínez Cortizas et al. 2016). Este
período se caracteriza por un incremento paulatino de la presión antrópica sobre el
medio, según revelan los indicadores paleoambientales disponibles (López-Merino 2009;
López-Merino et al. 2011), aventurándose por ello una creciente actividad pastoril. Sin
embargo, la documentación arqueológica disponible para la región no ofrece la solidez
necesaria para reconocer este proceso en el registro material. Así, son contados los
yacimientos arqueológicos bien caracterizados, y buena parte de los testimonios
arqueológicos proceden de hallazgos aislados (de Blas 1983, 2008b).
Entre los lugares de ocupación, destacan secuencias reconocidas para la Edad del
Bronce en cuevas del Oriente de Asturias, como la de Arangas (Cabrales) (Arias Cabal y
Ontañón 1999; Arias Cabal et al. 2013), donde se observan actividades ganaderas
contextualizables en prácticas pastoriles itinerantes, junto a evidencias ligadas a la
producción quesera. Otras evidencias sugerentes para este período nos indican la
continuación del aprovechamiento de las zonas de alta montaña ya iniciadas a
comienzos de la prehistoria reciente. Testimonio de ello son las exploraciones mineras
de veneros cupríferos como los del macizo de L’Aramo (de Blas 2014), cuyo
aprovechamiento se liga a un régimen de actividad complementario a la ganadería
trashumante (de Blas 2005). Igualmente, las cuerdas más suaves de las sierras del
Occidente asturiano asisten a la continuidad de los procesos de humanización de estos
ámbitos a través de la erección de monumentos megalíticos (Blanco Vázquez et
al. 2013). Junto a la distribución de algunas estaciones de arte esquemático vinculables
a esta fase (Mallo Viesca y Pérez Pérez 1971; de Blas 2008c, 2010; GonzálezÁlvarez 2016), la aparición de ciertos objetos metálicos en contextos eminentemente
pastoriles (de Blas y Rovira 2005; Marín Suárez 2011a; Polledo González et al. 2018;
González-Álvarez 2019b), o a la identificación de horizontes ligados a ocupaciones
estacionales en localizaciones asimilables a las que ocupan los asentamientos pastoriles
tradicionales (Camino Mayor y Estrada García 2012), podemos sostener una creciente
relevancia de las prácticas trashumantes en la Edad del Bronce en Asturias, de forma
análoga a como se propone en la vertiente meridional de la cordillera Cantábrica (Jimeno
Martínez 2001; Abarquero Moras et al. 2009). Sin embargo, y a diferencia de otros
contextos próximos (Arias Cabal y Armendáriz Gutiérrez 1998; Méndez Fernández 1998;
Ontañón 2003), el registro arqueológico es aún limitado para profundizar en los modelos
precisos que serían adoptados por los grupos trashumantes de la Edad del Bronce en el
actual territorio asturiano, situándose como uno de los objetivos prioritarios de atención
para la investigación en este ámbito de cara a los próximos años.
2.2 La consolidación de la trashumancia de valle durante la protohistoria y la
antigüedad.
A comienzos del I milenio a.C. los grupos humanos que ocupaban el actual territorio
asturiano transforman de forma notable sus formas de vida, abandonando el régimen
itinerante de poblamiento que había caracterizado hasta entonces a los grupos de la
Edad del Bronce. En adelante, reconoceremos un poblamiento sedentario articulado en
cve: BOE-A-2025-12397
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Núm. 146