Comunidad Autónoma Del Principado de Asturias. III. Otras disposiciones. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2025-12397)
Resolución de 14 de mayo de 2025, de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Deporte, por la que se incoa expediente para la declaración de la Trashumancia en Asturias, como bien de interés cultural de carácter inmaterial.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Miércoles 18 de junio de 2025

Sec. III. Pág. 81201

especies, manejos y fines productivos que caracterizaba las prácticas trasterminantes
unas décadas atrás. El ganado menor o reciella tenía especial importancia en aquellas
zonas en las que la trashumancia se vinculaba a la producción quesera, orientación
especialmente relevante en la zona oriental asturiana (Sordo Sotres 1992; Barrena
Díez 1994, 2001; Izquierdo Vallina y Barrena Díez 2006; González Prieto 2008), donde el
peso del ganado vacuno es notablemente inferior en relación con otras zonas
trasterminantes del resto de Asturias. La ganadería ovina y caprina se encuentra
actualmente en franco retroceso en su formato trashumante, condicionada por las
exigencias de incrementar su productividad, los costes de mantener tal sistema a la vista
de las demandas del mercado, así como la incidencia de amenazas externas a la
actividad ganadera, como los daños causados por la fauna silvestre sobre los rebaños
de ovejas y cabras (García-Hernández et al. 2019). Tal y como hemos comprobado en el
transcurso de nuestras entrevistas, las prácticas trasterminantes con ganado menor han
desaparecido por completo de zonas como Cabrales, donde hace pocas décadas
suponían una parte fundamental de la producción láctea para la elaboración de quesos
(González Prieto 2011). Actualmente, la leche obtenida de ganado estabulado en el
fondo de valle ha sustituido por completo esta fuente, tal y como recabamos en las
entrevistas. Además, podemos observar procesos de sustitución de las variedades
empleadas en la trashumancia en las diferentes cabañas ganaderas (González Díaz et
al. 2015), con cierto declive de algunas de las razas autóctonas propias del territorio
asturiano (Álvarez Sevilla 2001, 2011, 2012, 2013), frente a la extensión de otras razas
más propicias para la producción cárnica a la que se orienta, fundamentalmente, la
ganadería trasterminante actual.
Las personas encargadas del ganado pasaban la noche en las brañas o majadas, a
unas horas de distancia a pie desde los pueblos, descendiendo a ellos con frecuencia
para llevar los productos obtenidos en los pastizales de altura (leche, quesos,
mantequilla), o cuando su fuerza de trabajo era demandada en las labores agrícolas del
entorno inmediato de la aldea. Era habitual entonces que se relevase a las personas que
vigilaban los rebaños en los pastos de altura de cuando en cuando, siendo sustituidos
por otros miembros de la familia. Por otro lado, diferentes familias vecinas, o los pueblos
al completo, podían compartir las labores de vigilancia de sus animales siguiendo turnos
o veceras, mientras que las familias más pudientes contrataban los servicios de pastores
asalariados.
Normalmente, cada familia enviaba sus rebaños a los pastos de altura al cuidado de
uno o dos de sus miembros, mientras el resto de sus integrantes se quedaba a cargo del
trabajo agrario en las inmediaciones del pueblo o aldea estante. Los pastores eran
normalmente varones jóvenes solteros, o en menor medida mujeres jóvenes o ancianos.
Los varones adultos permanecían en los pueblos, dedicados a la cosecha y
procesamiento de los cultivos cerealícolas, así como a la producción de hierba seca con
la que se alimentaba al ganado durante el invierno. La reciente reestructuración de la
sociedad rural asturiana en términos productivos –y también culturales (García
Martínez 2011a, 2016)– ha hecho que las familias abandonen en buena medida la
producción agraria, especializándose ahora en las actividades ganaderas. Como
resultado de ello, son ahora los hombres adultos los encargados de asumir las tareas de
cuidado y vigilancia del ganado en los pastizales estivales, mientras que las personas
ancianas, las mujeres adultas y los niños han disminuido de forma sustancial su
participación en estas actividades.
Durante el verano, los pastores a cargo de las estrategias trashumantes de valle
conducen sus animales hacia los pastizales de montaña, siguiendo un modelo que
puede estar estructurado en ciertas fases estacionales (García Martínez 2003;
Valladares 2005; Concepción et al. 2008). Esta segmentación del ciclo anual está
encaminada a aprovechar los diferentes pisos altitudinales que se reconocen en la
compleja orografía asturiana. Al comienzo de la primavera, conforme se alivia la crudeza
de los meses invernales, los animales abandonan el entorno de los pueblos estantes
para comenzar su ascenso hacia los pastos elevados. En un primer momento, los

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