Ministerio de La Presidencia, Justicia y Relaciones Con Las Cortes. III. Otras disposiciones. Protección Civil. (BOE-A-2024-26452)
Orden PJC/1430/2024, de 16 de diciembre, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Seguridad Nacional de 15 de octubre de 2024, por el que se aprueba la Estrategia Nacional de Protección Civil.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Núm. 304
Miércoles 18 de diciembre de 2024
2.2.2
Sec. III. Pág. 173943
Incendios forestales.
Los incendios forestales se producen de forma periódica y recurrente todos los años
en España. Su número, en términos absolutos, es muy elevado en comparación con
otros países de la UE, si bien se trata del segundo país europeo en extensión de la
superficie forestal, y el cuarto en superficie ocupada por masas arboladas.
Al elevado número de incendios y extensión de la superficie forestal se suma el
aumento de la intensidad con que estos se producen. Los grandes incendios con
dimensiones superiores a las 500 ha, como los ocurridos en la Sierra de la Culebra
(Zamora) en 2022, poseen un comportamiento cada vez más extremo e impredecible,
hecho que dificulta su extinción, e implica mayores consecuencias sobre bienes y
personas.
Por otra parte, el creciente grado de desarrollo urbano en los entornos forestales
(interfaz urbano-forestal), ocasiona que los incendios forestales ocurridos en estas zonas
representen un riesgo especialmente grave debido a las peculiaridades y complejidad
que entraña su extinción.
Los incendios forestales contribuyen a la degradación de los ecosistemas forestales,
provocando elevados daños ecológicos y económicos e incluso pérdida de vidas
humanas, por lo que requieren una atención preferente para gestionarlos de modo que
se reduzca su ocurrencia, su incidencia y sus consecuencias.
Terremotos y maremotos.
La península ibérica se halla situada en el borde sudoeste de la placa euroasiática en
su colisión con la placa africana. Nuestro país no presenta un área de grandes
terremotos, aunque sí tiene una actividad sísmica relevante con sismos de magnitudes
moderadas capaces de generar daños muy graves.
Se registran anualmente en la península ibérica unos 6.000 sismos, en la mayoría de
los casos de baja magnitud, que se concentran al sur de la línea Cádiz-Alicante y en el
área pirenaica, principalmente.
Aunque no de manera frecuente, España ha sido golpeada a lo largo de la historia
por un buen número de terremotos catastróficos que han producido cientos de víctimas.
Algunos de estos eventos incluyen el terremoto de 1804 en Dalías (Almería), el de 1829
en Torrevieja (Alicante) y el de 1884 en Arenas del Rey (Granada). Más recientemente,
también se han registrado víctimas debido a los terremotos de 1956 en Albolote
(Granada), de 1969 en Cabo de San Vicente (Portugal) y de 2011 en Lorca (Murcia), el
cual provocó 9 fallecidos y 324 heridos, además de daños estructurales a más de un
millar de edificios y en el importante patrimonio cultural de la ciudad.
No existe actualmente ningún método capaz de predecir con precisión el tiempo,
lugar y magnitud de un sismo, aunque si pueden delimitarse las zonas de mayor peligro
basándose en los registros históricos y los condicionantes geológicos.
Es necesario, por ello, avanzar en la articulación de medidas preventivas como la
adopción y el efectivo cumplimiento de normas de construcción sismo-resistente
adaptadas a la geografía que el riesgo presente.
El riesgo de maremotos es muy poco probable en nuestro entorno, pero con un gran
impacto potencial, tal como ocurriera en el conocido como terremoto de Lisboa de 1755,
que produjo una gran ola que afectó a toda la costa atlántica española, especialmente a
las provincias de Cádiz y Huelva, a la que se añadieron las consecuencias directas del
terremoto, ocasionando más de mil víctimas en nuestro país. No puede tampoco
descartarse la ocurrencia del mismo fenómeno, con menor intensidad, en la costa
mediterránea e Islas Baleares, a causa de la sismicidad en el mar de Alborán y en la
costa el norte de Argelia, tal como ocurriera en el año 2003 (terremoto de Boumerdès,
Argelia).
cve: BOE-A-2024-26452
Verificable en https://www.boe.es
2.2.3
Núm. 304
Miércoles 18 de diciembre de 2024
2.2.2
Sec. III. Pág. 173943
Incendios forestales.
Los incendios forestales se producen de forma periódica y recurrente todos los años
en España. Su número, en términos absolutos, es muy elevado en comparación con
otros países de la UE, si bien se trata del segundo país europeo en extensión de la
superficie forestal, y el cuarto en superficie ocupada por masas arboladas.
Al elevado número de incendios y extensión de la superficie forestal se suma el
aumento de la intensidad con que estos se producen. Los grandes incendios con
dimensiones superiores a las 500 ha, como los ocurridos en la Sierra de la Culebra
(Zamora) en 2022, poseen un comportamiento cada vez más extremo e impredecible,
hecho que dificulta su extinción, e implica mayores consecuencias sobre bienes y
personas.
Por otra parte, el creciente grado de desarrollo urbano en los entornos forestales
(interfaz urbano-forestal), ocasiona que los incendios forestales ocurridos en estas zonas
representen un riesgo especialmente grave debido a las peculiaridades y complejidad
que entraña su extinción.
Los incendios forestales contribuyen a la degradación de los ecosistemas forestales,
provocando elevados daños ecológicos y económicos e incluso pérdida de vidas
humanas, por lo que requieren una atención preferente para gestionarlos de modo que
se reduzca su ocurrencia, su incidencia y sus consecuencias.
Terremotos y maremotos.
La península ibérica se halla situada en el borde sudoeste de la placa euroasiática en
su colisión con la placa africana. Nuestro país no presenta un área de grandes
terremotos, aunque sí tiene una actividad sísmica relevante con sismos de magnitudes
moderadas capaces de generar daños muy graves.
Se registran anualmente en la península ibérica unos 6.000 sismos, en la mayoría de
los casos de baja magnitud, que se concentran al sur de la línea Cádiz-Alicante y en el
área pirenaica, principalmente.
Aunque no de manera frecuente, España ha sido golpeada a lo largo de la historia
por un buen número de terremotos catastróficos que han producido cientos de víctimas.
Algunos de estos eventos incluyen el terremoto de 1804 en Dalías (Almería), el de 1829
en Torrevieja (Alicante) y el de 1884 en Arenas del Rey (Granada). Más recientemente,
también se han registrado víctimas debido a los terremotos de 1956 en Albolote
(Granada), de 1969 en Cabo de San Vicente (Portugal) y de 2011 en Lorca (Murcia), el
cual provocó 9 fallecidos y 324 heridos, además de daños estructurales a más de un
millar de edificios y en el importante patrimonio cultural de la ciudad.
No existe actualmente ningún método capaz de predecir con precisión el tiempo,
lugar y magnitud de un sismo, aunque si pueden delimitarse las zonas de mayor peligro
basándose en los registros históricos y los condicionantes geológicos.
Es necesario, por ello, avanzar en la articulación de medidas preventivas como la
adopción y el efectivo cumplimiento de normas de construcción sismo-resistente
adaptadas a la geografía que el riesgo presente.
El riesgo de maremotos es muy poco probable en nuestro entorno, pero con un gran
impacto potencial, tal como ocurriera en el conocido como terremoto de Lisboa de 1755,
que produjo una gran ola que afectó a toda la costa atlántica española, especialmente a
las provincias de Cádiz y Huelva, a la que se añadieron las consecuencias directas del
terremoto, ocasionando más de mil víctimas en nuestro país. No puede tampoco
descartarse la ocurrencia del mismo fenómeno, con menor intensidad, en la costa
mediterránea e Islas Baleares, a causa de la sismicidad en el mar de Alborán y en la
costa el norte de Argelia, tal como ocurriera en el año 2003 (terremoto de Boumerdès,
Argelia).
cve: BOE-A-2024-26452
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2.2.3