III. Otras disposiciones. COMUNIDAD AUTÓNOMA DE EXTREMADURA. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2023-20873)
Decreto 80/2023, de 26 de julio, por el que se declara bien de interés cultural a la "Iglesia Parroquial de San Pedro" de la localidad de Gata (Cáceres), con categoría de monumento.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Lunes 9 de octubre de 2023
Sec. III. Pág. 135019
abandonada. De hecho, en el Capítulo General de la Orden de Alcántara. Otro revés,
que no se pudo evitar, supuso la expulsión de la comunidad judía, que en Gata no debía
de ser desdeñable (Domené, 2011).
A pesar de esta pérdida, la población debía haber crecido bastante en estas fechas,
como denotan las protestas surgidas ante la orden de derribar los túneles o balcones en
el año 1550. En ella vivían algunas familias hidalgas como los Manzano, los Ontiveros o
los Salcedo y contribuyó a la empresa americana con personajes destacados como
Francisco Gutiérrez, compañero de Hernán Cortés, o Pedro Durán. El bellísimo escudo
imperial de los Austrias, que contemplamos en la fuente del Chorro, puede deberse al
apoyo que demostró Gata durante las guerras de los comuneros. Por último, cabe
destacar como hito de excepción de esta centuria de bonanzas la construcción de una
nueva iglesia parroquial.
En 1640 estalla una nueva guerra con Portugal y, tres años más tarde, tras incendiar
Moraleja, una cuadrilla incursionó en la sierra para devastar Puñonrostro y El Fresno,
que quedaron despoblados desde entonces. En 1658 don Sancho Manuel, gobernador
de la Beira, cruzó la frontera con otro destacamento para saquear las poblaciones más
indefensas de la sierra. Entre ellas Gata, donde quemó los concejos y sus archivos.
Durante el reinado de Felipe V se intentó revitalizar la maltrecha Aldea de El Fresno,
pero, al no conseguirse, en 1717 se ordenó que los ornamentos, vasos y demás objetos
de la iglesia fueran trasladados a la de Gata (Domené, 2011).
A finales del s. XVIII el Interrogatorio de la Real Audiencia nos ofrece un esbozo
panorámico de la población y de su parroquia. En ese año, 1791, contaba la villa con
quinientos vecinos y la dotación de la iglesia era de doscientos sesenta reales,
financiados por la mesa maestral de Alcántara y otros ingresos derivados de, entre otros,
la producción de aceite, escrituras censales, los puestos que se instalaban en los días de
feria, el arriendo de dos casas o los adeudos de sepulturas. En la parroquia había
registradas siete obras pías para dotar huérfanas y parientas; así como seis cofradías o
hermandades: la del Señor, la del Santo Rosario, la de Ánimas, la de la Virgen del
Rosario, la del Carmen y la de san Blas. En el Interrogatorio se afirma que Gata no
disponía de cementerio, pero que sería muy necesario dada la estrechez de la parroquia.
El párroco propone para tal fin un sitio no demasiado distante de la iglesia, que se
conocía como El Campito.
Además de la consabida Aldea del Fresno, el Interrogatorio menciona otros dos
núcleos dependientes de Gata, aunque ambos despoblados: la Aldea del Horno y el
Pedrosín. Este último solo tenía una casa de labor y era aprovechado por el marqués de
Espeja de Ciudad Rodrigo.
A comienzos del siglo XIX, un nuevo conflicto bélico, la guerra de Independencia,
volverá a hacer estragos en la población. Al menos cien de sus vecinos acudieron a la
defensa de Ciudad Rodrigo, pero poco después la guerra llamaría a su propia puerta.
Gata fue saqueada y quemada, incluido el archivo, tras refugiarse su población en las
montañas cercanas. Según nos lo cuenta Guerra Hontiveros: «el 25 y 27 de agosto
de 1809 saquearon é incendiaron muchas casas los franceses (la municipal y otras
setenta y tres) robaron las coronas de plata de la Virgen del Carmen, del Rosario y la
Antigua, todos los manteles de la Iglesia y las albas y amitos de la sacristía, el incensario
y naveta de plata, la concha de los bautizos, y mientras no se habilitó la Iglesia el 13 de
Setiembre, no se pudo celebrar en ella, en enterrar allí a las personas que fallecieron»
(Guerra, 1897). Pese a todo, los objetos más valiosos de la parroquia habían sido
previamente escondidos y, además, el año anterior la Junta de Defensa había ordenado
a los sacerdotes entregar «cuantas alhajas de oro ó plata no fuesen absolutamente
necesarias para el culto divino». La guerra incluso llegó a arruinar la ermita de San Blas,
distante de la población unos tres kilómetros por la calzada del Puerto.
El Diccionario (1826-1828) de Sebastián Miñano refiere para Gata 556 vecinos, es
decir, 2398 habitantes. A mediados de siglo Madoz describe las casas de la población,
que solían tener dos pisos, los altos destinados a habitación y los bajos a cuadras y
bodegas. Contaba el pueblo con tres entradas públicas, la del Puente, la de San
cve: BOE-A-2023-20873
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Núm. 241
Lunes 9 de octubre de 2023
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abandonada. De hecho, en el Capítulo General de la Orden de Alcántara. Otro revés,
que no se pudo evitar, supuso la expulsión de la comunidad judía, que en Gata no debía
de ser desdeñable (Domené, 2011).
A pesar de esta pérdida, la población debía haber crecido bastante en estas fechas,
como denotan las protestas surgidas ante la orden de derribar los túneles o balcones en
el año 1550. En ella vivían algunas familias hidalgas como los Manzano, los Ontiveros o
los Salcedo y contribuyó a la empresa americana con personajes destacados como
Francisco Gutiérrez, compañero de Hernán Cortés, o Pedro Durán. El bellísimo escudo
imperial de los Austrias, que contemplamos en la fuente del Chorro, puede deberse al
apoyo que demostró Gata durante las guerras de los comuneros. Por último, cabe
destacar como hito de excepción de esta centuria de bonanzas la construcción de una
nueva iglesia parroquial.
En 1640 estalla una nueva guerra con Portugal y, tres años más tarde, tras incendiar
Moraleja, una cuadrilla incursionó en la sierra para devastar Puñonrostro y El Fresno,
que quedaron despoblados desde entonces. En 1658 don Sancho Manuel, gobernador
de la Beira, cruzó la frontera con otro destacamento para saquear las poblaciones más
indefensas de la sierra. Entre ellas Gata, donde quemó los concejos y sus archivos.
Durante el reinado de Felipe V se intentó revitalizar la maltrecha Aldea de El Fresno,
pero, al no conseguirse, en 1717 se ordenó que los ornamentos, vasos y demás objetos
de la iglesia fueran trasladados a la de Gata (Domené, 2011).
A finales del s. XVIII el Interrogatorio de la Real Audiencia nos ofrece un esbozo
panorámico de la población y de su parroquia. En ese año, 1791, contaba la villa con
quinientos vecinos y la dotación de la iglesia era de doscientos sesenta reales,
financiados por la mesa maestral de Alcántara y otros ingresos derivados de, entre otros,
la producción de aceite, escrituras censales, los puestos que se instalaban en los días de
feria, el arriendo de dos casas o los adeudos de sepulturas. En la parroquia había
registradas siete obras pías para dotar huérfanas y parientas; así como seis cofradías o
hermandades: la del Señor, la del Santo Rosario, la de Ánimas, la de la Virgen del
Rosario, la del Carmen y la de san Blas. En el Interrogatorio se afirma que Gata no
disponía de cementerio, pero que sería muy necesario dada la estrechez de la parroquia.
El párroco propone para tal fin un sitio no demasiado distante de la iglesia, que se
conocía como El Campito.
Además de la consabida Aldea del Fresno, el Interrogatorio menciona otros dos
núcleos dependientes de Gata, aunque ambos despoblados: la Aldea del Horno y el
Pedrosín. Este último solo tenía una casa de labor y era aprovechado por el marqués de
Espeja de Ciudad Rodrigo.
A comienzos del siglo XIX, un nuevo conflicto bélico, la guerra de Independencia,
volverá a hacer estragos en la población. Al menos cien de sus vecinos acudieron a la
defensa de Ciudad Rodrigo, pero poco después la guerra llamaría a su propia puerta.
Gata fue saqueada y quemada, incluido el archivo, tras refugiarse su población en las
montañas cercanas. Según nos lo cuenta Guerra Hontiveros: «el 25 y 27 de agosto
de 1809 saquearon é incendiaron muchas casas los franceses (la municipal y otras
setenta y tres) robaron las coronas de plata de la Virgen del Carmen, del Rosario y la
Antigua, todos los manteles de la Iglesia y las albas y amitos de la sacristía, el incensario
y naveta de plata, la concha de los bautizos, y mientras no se habilitó la Iglesia el 13 de
Setiembre, no se pudo celebrar en ella, en enterrar allí a las personas que fallecieron»
(Guerra, 1897). Pese a todo, los objetos más valiosos de la parroquia habían sido
previamente escondidos y, además, el año anterior la Junta de Defensa había ordenado
a los sacerdotes entregar «cuantas alhajas de oro ó plata no fuesen absolutamente
necesarias para el culto divino». La guerra incluso llegó a arruinar la ermita de San Blas,
distante de la población unos tres kilómetros por la calzada del Puerto.
El Diccionario (1826-1828) de Sebastián Miñano refiere para Gata 556 vecinos, es
decir, 2398 habitantes. A mediados de siglo Madoz describe las casas de la población,
que solían tener dos pisos, los altos destinados a habitación y los bajos a cuadras y
bodegas. Contaba el pueblo con tres entradas públicas, la del Puente, la de San
cve: BOE-A-2023-20873
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Núm. 241