III. Otras disposiciones. ADMINISTRACIÓN LOCAL. Bienes de interés cultural. (BOE-A-2021-20627)
Resolución de 29 de noviembre de 2021, del Consejo Insular de Mallorca (Illes Balears), referente a la incoación del expediente de declaración como bien de interés cultural, con categoría de sitio etnológico, del monasterio de Santa María de La Trapa, en el término municipal de Andratx.
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BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
Martes 14 de diciembre de 2021

Sec. III. Pág. 153301

durante un período de casi tres años, en el monasterio de Santa María de
Poblet. En 1796, la comunidad trapense estableció definitivamente el priorato de Santa
Susanna, cerca de Maella, Zaragoza, donde permanecería durante unos cinco lustros,
aproximadamente. En 1808, con la ocupación napoleónica de la península y el decreto
de José Bonaparte de 1809 que suspendió todas las órdenes regulares, monacales,
mendicantes y clericales, los trapenses abandonaron tierras aragonesas en febrero
de 1810 y marcharon hacia Alicante y Valencia, y, ante las dificultades que surgieron en
Andalucía, finalmente, se dirigieron a Mallorca.
El 15 de mayo de 1810 llegaron a la isla unos cuarenta monjes, encabezados por el
abad Fructuoso, instalándose en la casa del oyente y decano de la Real Audiencia,
Nicolau Campaner. En junio del mismo año llegaron el resto de los monjes, que eran una
decena, según las fuentes. El magistrado también intercedió para que el canónigo Pere
Roig cediera a los trapenses el valle de San José de la Palomera, en Andratx, también
conocido con el apelativo de Desierto de San José, donde se instalaron ese mismo mes.
A los monjes trapenses les gustaba vivir lejos de las ciudades, en soledad y silencio,
dedicados a la oración y los trabajos agrícolas. Las reglas de la comunidad trapense,
estrictas tanto a nivel material como espiritual, no sólo condicionaban todos los aspectos
de la vida y la organización del tiempo, sino también el espacio físico en el que
convivían, lo que implicaba una adecuación perfecta de las construcciones con el
entorno natural.
Según la bibliografía, las edificaciones que constituyeron el conjunto de Santa María
de la Trapa se construyeron sobre los restos de un edificio preexistente, bien una antigua
ermita o abadía, bien una casa campesina. En cualquier caso, desde un primer
momento, estos edificios resultaron insuficientes para albergar a toda la comunidad, lo
que obligó rápidamente a realizar ampliaciones.
La primera construcción fue el oratorio dedicado a la Presentación de Jesús en el
Templo y a la Purificación de la Virgen. El conjunto principal, aparte del oratorio, recogía
dos patios, dedicados uno a la herrería y otro a la carpintería, así como un almacén para
todo tipo de herramientas de cultivo. El ala derecha del edificio se dedicó a la habitación
de los monjes, la cocina, el refectorio y la sala de estudios-biblioteca. Parece que
también existía un cuarto para los obreros. Cerca se ubicaba el cementerio. Alejados de
este núcleo se encontraba el taller de tejedores, los lavaderos y el molino de sangre, que
tenían anejos el corral y las cuadras.
A pesar de las dificultades de las tareas de extracción de piedra, en muy pocos
meses, la comunidad transformó el valle en una fértil tierra agrícola, escalonada y con un
inteligente sistema de riego. De hecho, descubrieron una fuente natural de agua –
demasiado escasa, pero suficiente para el autoabastecimiento– y abrieron un acueducto
subterráneo, que cubrieron por una galería de piedra seca, la cual hicieron conducir
hacia las casas, donde también construyeron una pequeña alberca, a manera de tanque
para el riego del jardín y el huerto, y para usos domésticos. Si este sistema hidráulico ya
existía antes, los frailes lo aprovecharon y mejoraron con la ayuda de los albañiles
mallorquines; pero cabe decir que ya conocían las técnicas de construcción con piedra
en seco, como prueban los bancales que ya habían ejecutado en su estancia en Maella.
A la muerte del canónigo Pere Roig, en 1811, las tierras del valle pasaron a los
trapenses y a estas tierras se añadió el dominio de Can Farineta, propiedad de Jaume
Pizà, concejal de Palma. Desde entonces, el antiguo valle o desierto de San José de la
Palomera de s'Arracó, recibió la designación de Valle de la Trapa o simplemente la Trapa
de Andratx, para denominarse finalmente la Trapa de s'Arracó.
La intención de los trapenses cuando vinieron a la isla no era fundar una comunidad
monástica en Mallorca, sino sólo refugiarse por un tiempo de la guerra que afectó a la
península. Por este motivo, una vez finalizada la guerra, y establecidas las órdenes
religiosas, hacia 1813-1814, la mayor parte los trapenses volvieron al monasterio de
Santa Susana de Maella. Sin embargo, una parte de la congregación se mantuvo en
Mallorca. En 1816, Jaime Pizà les otorgó también las fincas Horta y Horteta, ubicadas en
el municipio de San Juan. En este período, se planteó la fundación del monasterio, que

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