Disposiciones generales. . (2024/78-9)
Decreto 94/2024, de 16 de abril, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, el yacimiento denominado Cerro Macareno, en el término municipal de La Rinconada (Sevilla).
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Número 78 - Martes, 23 de abril de 2024

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forma de ladrillo y presenta en una de sus caras principales trazos incisos insertos en
un rectángulo. Estas incisiones se han explicado como motivos decorativos o quizás
como algún epígrafe. La pieza había aparecido a siete metros de profundidad. La otra
consiste en un fragmento de una pierna de bronce atribuida a una escultura ecuestre de
un emperador. Se fechaba en el siglo II d. C. y, según refería la autora de la publicación,
se habría encontrado a metro y medio de profundidad aproximadamente, dentro del nivel
romano del asentamiento. Por su parte, M. Ponsich incluyó al Cerro Macareno en su
trabajo sobre el poblamiento rural antiguo en el valle del Guadalquivir. Se clasificaba como
un sitio con ocupación en época prerromana y romana, según indicarían los diversos
tipos de cerámica y los restos de hornos documentados. Asimismo, la obra señalaba el
interés de la estratigrafía del yacimiento.
No obstante, el avance de los trabajos de extracción de áridos llevó a que en 1974 la
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas tratara de resolver la situación. Por
un acuerdo con los propietarios de los terrenos, se decidió donar al Estado el montículo
oriental. Por su parte, el occidental seguiría en explotación, pero primero tendría que
ser objeto de una excavación arqueológica que documentara la secuencia estratigráfica
conservada en esta zona del yacimiento que tenía desmanteladas sus cotas superiores.
Esas actuaciones, aunque no se llegó a agotar la estratigrafía, permitieron conocer
una parte del asentamiento ocupada por un complejo alfarero de los siglos V y IV a.C.
del que se documentaron las bases de tres hornos. Asimismo, en estos sondeos se
localizaron construcciones de muros rectos con cimientos de cantos rodados y alzados
de adobes. Algunas de las estancias excavadas tenían suelos de arcilla roja. En conjunto,
la secuencia estudiada en esta parte se fechó entre los siglos V y III a.C. La campaña de
excavaciones de 1974 también incluyó la limpieza de un perfil en el montículo oriental, un
sector en el que los desmontes de la cantera no habían afectado a los niveles superiores.
El interés de esta actuación estaba en comprobar si había correspondencia estratigráfica
entre los dos cerros testigo. El frente analizado –de 3 m de ancho y 8 m de alto– se
situó en la zona suroeste, alcanzó la tierra virgen y permitió hacer una primera valoración
de la entidad y desarrollo cronológico del yacimiento. La secuencia estudiada se fechó
entre el siglo VII y los siglos II-I a.C., según se desprendía del análisis de los materiales
cerámicos. Asimismo, en esta lectura del talud del cerro se documentaron construcciones
de adobe y de piedra.
La actividad en la cantera finalizó a mediados de 1975, sin que los trámites para
expropiar el yacimiento concluyeran. En 1976 un equipo de la Universidad de Sevilla
dirigido por M. Pellicer Catalán, realizó una excavación arqueológica en el montículo
oriental. Se eligió esta zona por su potencia estratigráfica y por la horizontalidad de
sus niveles. En la intervención se documentó una secuencia estratigráfica de 7,5 m de
espesor en la que se registraron 26 niveles, que quedaron organizados en 9 estratos
correspondientes a la ocupación del lugar entre mediados del siglo VIII y finales del
siglo II o inicios del I a.C. A lo largo de esta secuencia se documentaron diversas fases
constructivas que se interpretaron como pertenecientes a contextos de hábitat. Se trataba
de restos de viviendas de muros rectos con paredes de adobes y pavimentos de guijarros
o de tierra apisonada. Dentro de los niveles de época turdetana se detectó un episodio de
destrucción y reedificación fechado hacia el 400 a.C., que se vinculó con algún momento
bélico relacionado con el mundo cartaginés; también un posible abandono súbito del
lugar a finales del siglo III a.C., que se asoció con los efectos de la batalla de Ilipa en el
206 a.C. El Macareno se interpretó como un enclave portuario, cuya actividad cesó con
la retirada de un meandro del río que pasaba junto al asentamiento. Perdida la razón de
su existencia, el sitio se habría abandonado. El área ocupada por la población antigua se
estimó entonces en unos 50.000 m².
El gran aporte de esta intervención de 1976 es el establecimiento de una secuencia
arqueológica que abarca toda la Edad del Hierro y que fija sus cronologías a partir de la
presencia de determinadas formas y especies cerámicas, además de otros materiales,
Depósito Legal: SE-410/1979. ISSN: 2253-802X

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