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Bien de interés cultural –  Resolución de 3 de octubre de 2023, de la Dirección General de Patrimonio Cultural, por la que se incoa el expediente de declaración como Bien de Interés Cultural del Patrimonio Inmaterial de la Comunidad de Madrid, del Flamenco en la Comunidad de Madrid
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BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
MIÉRCOLES 18 DE OCTUBRE DE 2023

B.O.C.M. Núm. 248

Trinidad Huertas “La Cuenca” o Juana “La Macarrona”. Estos cafés cantantes exigieron de
los artistas flamencos una profesionalización que propagó la codificación de los estilos de
cante, las escuelas dancísticas y la técnica guitarrística adecuada para su acompañamiento.
El cante comenzaba a ser más requerido en los espectáculos de principios del siglo XX.
En este arte destacaron, entre otros, Pastora Pavón Cruz “Niña de los Peines” que hizo su
debut en el Café Brillante de Madrid, y Antonio Pozo “El Mochuelo”, pionero en las grabaciones discográficas.
En el baile hubo intérpretes de todos los estilos, como La Malena y Salud Rodríguez,
Juan Sánchez Valencia “El Estampio”, Faíco o “La Malagueñita”. El repertorio de bailes
era escueto: zapateado, jaleos, alegrías, solea y tientos-tangos, la farruca y el garrotín. El
espacio del café cantante sirvió para hacer avanzar el flamenco, pero también para imponer
una serie de jerarquías estilísticas que han sido defendidas durante las siguientes décadas:
en líneas generales, los bailes de los hombres debían expresar firmeza y constaban de un
fuerte zapateado con brazos rígidos, mientras que el baile de las mujeres debía ser voluptuoso, marcado por el movimiento curvilíneo de brazos y muñecas.
También actuaron en los cafés cantantes de Madrid destacados tocaores como Adela
Cubas o Ramón Montoya (1879-1949), nacido en Madrid, que fue el guitarrista de referencia en la escena madrileña y pronto, el iniciador de la escuela definitiva a seguir por todos
los instrumentistas posteriores.
En los primeros años del siglo XX los ambientes del flamenco se diversificaron: a los
cafés concierto se unieron salas reducidas para fiestas privadas donde se ofrecía el llamado
“flamenco de cuarto”. Surgieron también los llamados “colmaos”, bares con gastronomía
andaluza en los que el flamenco era uno de los principales atractivos; entre estos se encontraban Los Gabrieles o el Villa Rosa (abierto en 1911), en los que trabajó el cantaor jerezano Antonio Chacón García, gran maestro del cante jondo del momento, creador de “los caracoles”, palo flamenco vinculado a Madrid.
El flamenco encontró además un nuevo entorno para el espectáculo: los conciertos de
ópera flamenca. Como tantas otras veces, la primera noticia en prensa que confirma la aparición de la “ópera flamenca” se publica en Madrid: el diario La Época sitúa el primer espectáculo de ópera flamenca en el Monumental Cinema de Madrid, el 5 de enero de 1927. En los
teatros de Madrid se ofrecieron funciones de ópera flamenca con los mejores nombres del panorama nacional; el Teatro Pavón o el Circo Price serán de los más hospitalarios con este tipo
de espectáculo y empezaron a organizar concursos de cante flamenco donde compitieron cantaores como Manuel Centeno, José Cepero, Manuel Torre o Manuel Vallejo.
Durante la II República Española (1931-1936), el flamenco estaba muy presente en el
cine, en la radio y en los catálogos discográficos producidos en España. En Madrid, Carmen Amaya o Antonia Mercé “La Argentina” presentaban novedosas coreografías flamencas en los teatros, e incluso formaban parte del reparto de alguna película del momento.
Además, se seguirán programando concursos a los que acudirán los mejores artistas de la
escena flamenca.
Durante la Guerra Civil, los teatros madrileños estuvieron dirigidos por los sindicatos
UGT y CNT, que favorecieron la participación de los artistas flamencos en su programación. En el Teatro de la Latina, el Teatro de la Zarzuela o en el Teatro Calderón trabajaron,
entre 1936 y 1939, la Niña de los Peines o José Cepero junto a cómicos, artistas de variedades y cupletistas.
Tras la contienda, en Madrid apenas hubo espectáculos flamencos, y los que se programaban, fracasaban rápidamente. El único recurso para los artistas eran las fiestas, como
las que organizaba Tomás Pajares, dueño del Villa Rosa, en su sucursal de Ciudad Lineal.
Por sus juergas pasaron Marchena, Valderrama, Vallejo, Ramón Montoya, Antonio Mairena y otros muchos cantaores y tocaores.
En los teatros de Madrid predominaban los espectáculos de canción española. La “copla” y sus intérpretes fueron los preferidos en la escena teatral hasta la década de los sesenta, artistas como Concha Piquer (1906-1990) o Juanita Reina (1925-1999) montaron compañías en las que trabajaron cantaores como Juanito Valderrama o Manolo Caracol. Éste,
junto a Lola Flores, estrenó en 1944 en el teatro de la Zarzuela de Madrid el espectáculo de
canción y cante de mayor éxito en la cartelera teatral durante la posguerra: Zambra.
Con el mismo nombre, Zambra, se abrió en el Madrid de 1954 el primer tablao flamenco inaugurado en España. Desde su inauguración contó con un elenco de artistas del más
alto nivel. Siguiendo el modelo de Zambra se abrieron numerosos tablaos en la capital
como El Duende, de Pastora Imperio, o Los Canasteros, de Manolo Caracol. Los tablaos de
Madrid ofrecían espectáculos de cante, toque y baile flamenco y, a partir de la apertura del
Corral de la Morería en 1956, empezaron a ofrecer además servicio de restauración.

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